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¿Recuperación a toda prueba?

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Marzo 2015 / 23

Coyuntura: La recuperación estadounidense se confirma. Pero sin estimulación monetaria y energética, la economía no está al abrigo de una nueva contrariedad.

Consumidores compran en un supermercado de Clarkston (Washington), Estados Unidos. FOTO: Francis Dean/123RF

En EE UU ha vuelto el crecimiento. Siete años después del comienzo de la crisis de las subprime, la actividad parece al fin emprender una trayectoria que se asemeja a una auténtica recuperación. Arrastrado por el consumo de los hogares, el crecimiento del producto interior bruto (PIB) se ha acelerado hasta llegar a cerca del 5% de ritmo anual en el segundo y tercer trimestres de 2014. Con tres millones de empleos creados en 2014, la cifra más elevada en 15 años, el índice de paro ha bajado al 5,6% en diciembre (compárese con el 11,5% de la zona euro). Esto alimenta las especulaciones sobre un aumento próximo del tipo de referencia de la Fed, el banco central estadounidense.

 

TRES SOPORTES

Tres factores explican el vigor de la recuperación. Ésta se beneficia, en primer lugar, del carácter fuertemente expansivo de la política monetaria, que ha permitido la recuperación de los patrimonios financieros (los mercados bursátiles y de renta fija se han disparado) y facilitado el desendeudamiento de los agentes privados. La deuda de los hogares respecto al ingreso disponible ha bajado del 99% en 2007 al 82% en 2013, una evolución animada por los mecanismos de reestructuración de la deuda inmobiliaria. Paralelamente, la recuperación de los precios del mercado inmobiliario (según el índice Cse-Shiller, +20% desde su punto más bajo) ha afianzado el efecto de riqueza engendrado por la revalorización de los activos bursátiles. Más relajados en el plano financiero, con más confianza en el futuro, los hogares han tirado de sus ahorros, devolviendo al consumo su papel tradicional de motor de la actividad. El impacto positivo de la bajada del precio del petróleo sobre el poder adquisitivo de los hogares debería confirmar esta tendencia en los próximos trimestres.

El empleo crece en los Estados con esquisto

Al soporte monetario se ha añadido, en 2014, una política presupuestaria más acomodaticia: tras tres años de consolidación presupuestaria intensa, la política monetaria ha dejado de frenar la actividad. Debería seguir siendo neutra en 2015, dejando al crecimiento la tarea de proseguir la reabsorción del déficit de las administraciones públicas que, según la OCDE, ha pasado de 12,8% del PIB en 2009 al 5,1% en 2014.

 

‘BOOM’ ENERGÉTICO

Tercer factor de recuperación: el boom energético que ha generado en Estados Unidos la explotación de gas y de petróleo de esquisto. Es la raíz de una parte significativa de los gastos de inversión y de las creaciones de empleo en el país. Y no sólo en las actividades directamente afectadas (extracción, refino, transporte, distribución), sino también en las industrias fuertemente consumidoras de energía (petroquímica, siderurgia, vidrio, papel, embalaje plástico, etc.): ahora disfrutan de una ventaja competitiva importante sobre la competencia extranjera. Su impacto lo ilustra muy bien la evolución de la creación neta de empleo en los Estados implicados más directamente en la actividad extractora (Texas, Pensilvania, Colorado, Dakota del Norte y Wyoming). De 2008 a 2014, el empleo ha aumentado en cerca de 1,4 millones en estos cinco Estados, mientras que en el resto del país sigue sin alcanzar el nivel de 2007 (véase gráfico).

La economía estadounidense, único motor de una economía mundial debilitada por el marasmo europeo, por la recaída japonesa y por la incertidumbre china, no está sin embargo al abrigo de una nueva desilusión. Un primer interrogante es el relativo a los efectos macroeconómicos del contragolpe petrolero. Ya está produciendo recortes nefastos en los gastos de exploración y desarrollo de la producción energética (véase el recuadro). Sin embargo, para la mayoría de los economistas, los efectos positivos de la bajada de los precios de la energía deberían superar ampliamente sus efectos negativos a nivel local y sectorial.

 

Empleos muy carbonados

Los efectos positivos se expanden a través de tres canales principales: el aumento inmediato del poder adquisitivo de los hogares, la disminución de los costes de producción de las empresas, que aumenta su rentabilidad, y la bajada de los índices de inflación.

En tiempos normales, esta última permitiría al banco central reducir su tipo de interés. En el actual contexto, podría llevar a la Fed a diferir el esperado aumento de los tipos a corto plazo.

Según las estimaciones del FMI, un precio de 60 dólares por barril estimularía el PIB estadounidense a la altura de 0,2% a 0,5% en 2015 y de 0,3% a 0,6% en 2016.

Pero para ello sería necesario que el hundimiento del precio del bruto no reactive las tendencias deflacionistas que la Fed se está esforzando en frenar desde hace seis años. Combinada con el alza espectacular del billete verde, que reduce el precio de los productos importados, la caída del precio del petróleo provoca un hundimiento peligroso del índice de inflación: en doce meses ha caído a 1,2% el mes de noviembre. El riesgo, en este caso, es que un aumento prematuro de los tipos de referencia aborte la recuperación en curso, en un momento en que el esperado aumento de los salarios no llega y la inversión total sigue sin alcanzar el nivel anterior a la crisis.

 

EMPLEO

Menos parados, pero también menos población activa

A pesar del fuerte descenso del paro, sigue habiendo dudas acerca del estado real del mercado laboral estadounidense. Si bien es cierto que el porcentaje de la población activa entre las personas mayores de 16 años se ha estabilizado en algo menos del 63% en los últimos doce meses, continúa estando tres puntos por debajo de su nivel de antes de la crisis. Estudios recientes muestran que esta evolución es resultado fundamentalmente del peso creciente de los trabajadores con bajo índice de actividad y del aumento de la duración media de sus estudios. Factores éstos estructurales, y por tanto no reversibles a corto plazo. En estas condiciones, en los próximos meses podrían aparecer tensiones en el mercado de trabajo debido a la bajada del índice del paro, que justificarían que la Fed abandonara su política de índice cero.

 

DATOS

+120% 

Es lo que se ha apreciado la Bolsa desde mediados de 2009

 

-3%

Es la evolución de la renta media de los hogares en el mismo período

 

DESIGUALDADES

Un crecimiento muy mal repartido

La recuperación ha llegado, exclaman los economistas demostrándolo con cifras, pero ¿ha llegado para todos los estadounidenses? Con unos salarios que aumentan justo al ritmo de los precios (1,7% en 12 meses), es difícil convencer a la mayoría de que las cosas van mejor. Desde que se inició la recuperación, a mediados de 2009, el PIB ha aumentado un 13%; los beneficios de las empresas, cerca del 50%; la Bolsa, el 120%. Pero la renta media de los hogares se ha contraído el 3%.

Para el 90% de los hogares estadounidenses, la renta media no era mayor en 2013 que en 1980. En otras palabras, tres décadas de crecimiento sólo han beneficiado al 10% de los mejor pagados. Tres décadas en el curso de las cuales el mantra republicano de la reducción de impuestos y del Estado mínimo ha permitido el enriquecimiento de los ricos al precio de una degradación dramática de las condiciones de la mayoría. En enero, en su discurso sobre el estado de la Unión, Barack Obama insistió en su voluntad de cambiar esta realidad reinvirtiendo en el campo social con medidas de apoyo a la educación, la sanidad, maternidad... Pero también, aumentando el salario mínimo que, a 7,25 dólares la hora, ha perdido el 30% de su poder adquisitivo de la década de 1960.

Según la Administración, es posible financiar estas medidas con un aumento de la fiscalidad sobre las rentas del capital. Ahora están gravadas con el 23,8%, muy por debajo de la franja más elevada del impuesto sobre la renta del trabajo (39,6%). También aboga por la eliminación de la exención de impuestos sobre las plusvalías de los patrimonios financieros transmitidos de una generación a otra. Y la creación de un impuesto sobre las instituciones financieras más importantes. Son propuestas sensatas. pero ahora Obama ya no tiene mayoría en el Congreso.