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Diferencias de competitividad

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Septiembre 2013 / 6

Editorialista de Alternatives Économiques y ex presidente de la cooperativa

Competitividad ¿Están dando fruto las políticas de devaluación interna impuestas a los países en dificultades? Es evidente que permiten a dichos países restablecer progresivamente su competitividad. Prueba de ello es el aumento de las exportaciones españolas. En la propia Francia, el coste salarial ha pasado a ser menor que el alemán, fundamentalmente porque en Alemania los salarios aumentaron más del 3% el año pasado. Pero no por intentar ser más competitivos que el vecino lograremos una recuperación fuerte y estable. Pensar que España puede lograr reducir un paro que supera el 25% de su población activa gracias únicamente al rebrote de sus exportaciones carece de sentido dada la atonía de la actividad en la zona euro. En Francia, según el Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos, la recesión estaría pisándonos los talones, pues todo indica que en el año 2013 el nivel de la actividad será ligeramente inferior al de 2012.

Preservar la unidad de la eurozona presupone reducir las diferencias de competitividad surgidas entre sus miembros a lo largo de la última década, pues seguirá siendo durante mucho tiempo un espacio de solidaridad limitada cuyos miembros no pueden contar con aportaciones estables de capital procedentes del resto de la zona para equilibrar unas cuentas corrientes estructuralmente deficitarias.  Constatemos, finalmente, que la brutalidad con la que hoy se lleva a cabo esa política está preñada de amenazas no solo para la continuidad del euro, sino también, lo que es más grave, para la construcción europea en general.

Rigidez  Hay que ser estúpido o economista —ambas categorías van a veces de la mano— para pensar, como algunos tecnócratas de Bruselas, que la solución al problema del paro en la zona euro consistiría en unificar el mercado de trabajo europeo. ¡Qué magnífica idea! ¡Para mejorar las cosas bastaría con que millones de griegos, españoles, portugueses e incluso italianos, emigrasen a Alemania! La gran virtud de Europa ha sido, muy al contrario, lograr que cohabiten en una zona económica unificada unos países con niveles salariales y de productividad diferentes sin generar, sin embargo, grandes movimientos de población. Ello se ha debido a la rigidez causada por la barrera del idioma y por el hecho de que mientras uno tenga trabajo en su país, por muy modestamente retribuido que esté, no se le ocurre irse de donde tiene su familia, sus amigos y sus costumbres. Es lo que debemos preservar a toda costa.

Utilidad La promesa del presidente francés, François Hollande, de invertir la curva del paro de aquí a final del año, parece cada vez menos creíble, debido a la coyuntura y porque los nuevos instrumentos de la política de empleo tardan en dar fruto. Los “contratos de generación”, destinados a animar la contratación de jóvenes manteniendo el empleo de los séniores, dependen de los flujos de contratación procedentes de las empresas, que siguen siendo limitados. Los denominados “empleos de futuro” tienen el defecto de su calidad: destinados a los jóvenes con mayores dificultades, se ofrecen prioritariamente al sector asociativo que hoy padece la mengua de la financiación pública. No hay con qué ayudar a  la contratación de unos jóvenes que no siempre son operativos de inmediato.

Nos encontramos, pues,  con que el coste presupuestario de ambos instrumentos es menor que el previsto, lo que va a dejar margen para abrir el grifo de los otros contratos con ayuda estatal. Michel Sapin, ministro de Trabajo y Empleo en el Gobierno francés, prevé así la creación de 540.000 puestos de trabajo a finales de 2013, lo cual permitiría al presidente mantener su promesa.  No nos quejaremos. Es mejor para los jóvenes y los menos jóvenes ocupar esos empleos que sumirse en un paro de larga duración.  

Dicho lo cual, si se va a movilizar dinero público para lograr que disminuya el paro,  mejor será crear puestos de gran utilidad social y medioambiental. El ministro de Educación francés, Vincent Peillon, acaba de anunciar la creación de 10.000 puestos de auxiliar-educador en las escuelas primarias con el fin de permitir a los directores centrarse de nuevo en su misión pedagógica. Buena noticia. En un momento en que la transición energética está de actualidad, invertir en renovar el parque de viviendas antiguas crearía igualmente multitud de puestos de trabajo. Por falta de ideas que no sea.