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Política familiar natalista y machista

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Junio 2013 / 4
RIGOR: El debate se intensifica, tanto en el seno de la mayoría gubernamental francesa como entre los economistas. ¿De qué sirve una política de austeridad si esta golpea hasta tal punto el crecimiento que no solo origina un aumento del paro, sino que no logra reducir el déficit ni estabilizar la deuda? A juzgar por los ejemplos griego, español, italiano y británico, la pregunta merece ser planteada. Algunos responden que la solución pasa por imponer una  austeridad mayor aún. Eric Le Boucher, cronista de Les Echos, explicaba recientemente que Francia no asume la austeridad porque en 2012 “sólo se ha podido reducir el déficit al 4,8% del PIB en lugar del 4,5% previsto” y “el gasto público ha seguido aumentando al 0,7% del PIB” . ¡Pero si esos resultados son justo producto de la austeridad!: cuando la economía se estanca o entra en recesión, el gasto público, aunque se contenga, progresa automáticamente en porcentaje del PIB.

Podemos estar contentos de que el Gobierno francés no haya recortado aún más los gastos como le aconsejaban esos médicos émulos de los de Molière, que no conocen otra  terapia que la sangría: el mal se habría agravado todavía más. Por desgracia, dada la deuda acumulada en el pasado y el estado del comercio exterior, no bastará con reactivar el gasto para que todo vaya mejor. Si hay un impulso, será europeo y a beneficio de inversiones ligadas a la transición ecológica.

AYUDAS FAMILIARES: Como  manda la austeridad, el Gobierno francés está pensando en articular las ayudas familiares en función de los ingresos. Las asociaciones familiares ponen el grito en el cielo y denuncian que se está cuestionando el principio de equidad horizontal en el que se basaría la política familiar. Es decir, esta tendría como finalidad garantizar a las parejas que decidan tener hijos el mantenimiento de su nivel de vida, sea cual sea este. La realidad es muy distinta: si bien es cierto que algunas prestaciones en función de los ingresos están reservadas a los más pobres, el beneficio del cociente familiar varía efectivamente proporcionalmente a los ingresos, pero ¡únicamente a favor de los hogares que se pueden gravar con impuestos! 

La política familiar (y  fiscal) francesa es natalista y machista. Las  ayudas familiares solo se perciben a partir del segundo hijo, dejando a los padres de un único hijo solos frente a sus dificultades. Además, no hay equidad: las ayudas acaban a los 20 años. Esto quiere decir que una familia que no paga impuestos y cuyos hijos son estudiantes no tiene derecho a ninguna ayuda, pero una pareja de profesionales cualificados se beneficia del cociente familiar mientras sus hijos estén a su cargo. Y ahora viene la guinda: el cociente familiar es progresivo. Un tercer hijo proporciona más ayudas que los dos primeros.

Por último, esta política es machista porque el cociente es conyugal y no familiar, por lo que beneficia a las parejas sin hijos en las que el hombre trabaja y la mujer está en casa. Ha llegado la hora de revisar el impuesto sobre la renta —lo que permitiría fusionarlo con la contribución social generalizada (CGS), impuesto que participa en la financiación de la protección social— y dar una ayuda global a todos los padres a partir del primer hijo y hasta la mayoría de edad. Además, es necesaria una ayuda de autonomía para los jóvenes o permitir la conciliación del trabajo y los estudios en todas las ramas de la enseñanza superior.

ENERGÍA: El desarrollo de la producción del gas y de petróleo de esquisto en EE UU hace bajar el precio de las energías fósiles. De ahí la multiplicación de las centrales de gas al otro lado del Atlántico, que producen una energía cuyo precio está desconectado de los precios europeos, dada la carencia de fábricas de licuefacción que permitiría su exportación al Viejo Continente. De repente, los productores de carbón de EE UU se han visto obligados a bajar sus precios y a buscar un mercado en Europa, lo cual ha generado una resurrección de las centrales de carbón… Si a ello añadimos el reciente rechazo del Europarlamento a  disminuir el volumen de las cuotas de CO2 disponibles en el mercado europeo —cuyo precio se ha hundido debido a la recesión—, las malas noticias se acumulan en la lucha contra el cambio climático. Encima, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) ha constatado que las emisiones de carbono del sector energético no bajan. Cada vez es menos probable  que se respeten los objetivos previstos para 2020.