De charcas y grandes batracios

Hay dos cosas que no se pueden esconder y que siempre acaban encontrando la rendija por la que mostrarse. Una es el humo; la otra, el dinero. Siguiendo este elemental, pedestre e infalible principio —físico, en el primer caso, fruto de la soberbia y la irreprimible ansia de aparentar en (...)