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Sacar la UE del punto muerto

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Septiembre 2014 / 17

Desbloqueo: La Unión Europea se ha convertido en un ejemplo que no se debe seguir. Pero en realidad, la relación de fuerzas es menos desequilibrada de lo que se cree.

Una protesta a las puertas de la sede del Banco Central Europeo (BCE), en Francfort. FOTO: JIP CC

Falta mucho para que Europa pueda enfrentarse a la globalización, o controlar las finanzas, o mucho más aún para superar la crisis ecológica… Es una opinión muy extendida entre la izquierda. Pero también existe un amplio consenso en considerar que, tal como funciona hoy la Europa-mercado se ha convertido en un auténtico ejemplo que no se debe seguir, visto cómo favorece el dumping social y fiscal.

¿Cómo cambiarla, pues? Las opiniones para dar respuesta a dicha pregunta difieren diametralmente entre sí.

Las diferencias más significativas se centran en el futuro de la moneda única. La crisis de la zona euro se debe sobre todo a la disparidad de trayectorias macroeconómicas en el seno de un espacio muy heterogéneo. Muchos observadores han deducido de ello que el euro es una moneda inadaptada a semejante diversidad. Sobre todo porque las medidas adoptadas para hacer frente a la crisis han aumentado esa disparidad, y han degradado profundamente la situación económica y social de la parte más pobre de la zona.

 

IMPULSAR EL PROYECTO

Por ello, numerosos intelectuales franceses de la izquierda, como Fréderic Lordon, Jacques Sapir o incluso Emmanuel Todd, a los que se ha unido recientemente Bernard Maris, piensan que hay que acabar con los gastos que ocasiona el euro. 

A diferencia de Marine Le Pen, no consideran, evidentemente, que salir del euro deba ir seguido de un repliegue nacional. Por el contrario, en su opinión, esa es la condición necesaria para un auténtico impulso del proyecto europeo. Por eso debe ser una decisión concertada, y tomar forma —según unas modalidades que pueden variar— de una moneda común que cohabite de nuevo con las monedas nacionales cuyos tipos de cambio serían fijos pero ajustables entre sí. Es decir, una situación muy parecida a la que había antes del euro con el ecu y el Sistema Monetario Europeo (SME). Sin embargo, esta perspectiva parece poco realista: si el euro finalmente desapareciera, hay pocas posibilidades, a priori, de que ello tuviera lugar en perfecto orden, como suponen los partidarios de ese escenario. Además, esta nueva construcción sería probablemente tan inestable y difícil de mantener como lo fue el SME en el pasado.

Algunos creen en hacer coexistir la moneda común y las nacionales

Otros temen el riesgo de que el ‘europroyecto’ se desintegre

Frente a ellos, otros economistas como Thomas Piketty, Xavier Timbeau, Anne-Laure Delatte y —con importantes divergencias con estos— Jean-Marie Harribey y Michel Husson, consideran que el riesgo de salir del euro es demasiado grande: se traduciría, en efecto, en un fuerte aumento de los tipos de interés, y en una pérdida masiva de poder adquisitivo, la reactivación del dumping monetario intraeuropeo y la pérdida de influencia de Europa a escala internacional. Pero lo que más temen es un serio peligro de desintegración de la construcción europea en su conjunto. También aducen que, durante la crisis, ya se han hecho modificaciones importantes del funcionamiento de la zona, en el sentido de una arquitectura más robusta y, a la vez, más solidaria , y que estas ya han dado algunos resultados como demuestra el neto descenso de los tipos de interés en los países en crisis.

 

LA CUESTIÓN ALEMANA

Lo que divide fundamentalmente a unos y otros es la posibilidad de cambiar las restricciones presupuestarias impuestas, sobre todo a iniciativa de Angela Merkel, como contrapartida de esas medidas de solidaridad. Los que preconizan la salida del euro creen que Alemania no aceptará un modo de funcionamiento más satisfactorio de la eurozona. Sin embargo, ese derrotismo se basa en una apreciación probablemente demasiado pesimista de la situación. Con la introducción de un salario mínimo o la vuelta a la jubilación parcial a los 63 años, los propios alemanes, hartos de las muy negativas consecuencias de las reformas de Schroeder, están dando marcha atrás en gran parte de la política de austeridad que se habían impuesto.

Además, la posición de la canciller no es tan sólida como parece: ya no tiene mayoría en el Bundestag y los democratacristianos han vuelto a perder mucho terreno en las elecciones europeas. Hasta ahora, el SPD, aliado de Angela Merkel en el Gobierno, se había mostrado discreto en lo que a la política europea se refiere, pero las elecciones del pasado mes de mayo, y especialmente el resultado del Frente Nacional en Francia, les han inquietado sobremanera. Por eso, Sigmar Gabriel, presidente del SPD y vicecanciller alemán, saltó a la palestra el mes de junio y abogó por un cambio en las reglas del juego presupuestario en Europa. Paralelamente, la victoria espectacular en las elecciones de europeas de Matteo Renzi, el nuevo primer ministro de izquierda italiano, le dio fuerza para enfrentarse a una Angela Merkel debilitada. En resumen, la partida no está perdida de antemano.

 

UN ‘MINIPARLAMENTO’

Por otra parte, se han tomado cierto número de iniciativas para salir del punto muerto europeo, tanto en Alemania, con el llamamiento del denominado Grupo de Glienicke, como en Francia con el Manifiesto a favor de una unión política del euro y el Grupo Eiffel. Las principales consideraciones giran en torno a la creación de un Parlamento de la zona euro, condición necesaria para fortalecer la legitimidad democrática de la moneda única.

La idea consiste en controlar mejor las acciones comunes (especialmente los posibles planes de ayudas y los requisitos asociados a ellos), emprender la indispensable armonización fiscal y, a la larga, mutualizar y/o condonar parte de las deudas acumuladas en la crisis. Pero sobre todo debe permitir acabar con la lógica de normas rígidas del pacto presupuestario en favor de unas políticas presupuestarias discrecionales adaptadas a la coyuntura. Tal cambio supone revisar los tratados: es una apuesta arriesgada, pero que parece insoslayable dado lo insatisfactorias que son las normas actuales.

 

‘NEW DEAL’ VERDE

Aparte de esas medidas, que necesariamente tardarán en ponerse en marcha, se plantea el problema de qué políticas pueden lograr una reactivación rápida de la actividad en Europa. Hace tiempo que se evoca la idea de un Green New Deal en torno a las energías renovables y la eficacia energética, sin lograr concretarse.

Los acontecimientos de Ucrania e Irak podrían hacer que, por fin, los europeos se pongan en marcha. A condición, sin embargo, de que haya actores que lleven a cabo esos proyectos, aunque, en este ámbito, el Gobierno francés no ha dado ninguna prueba de voluntarismo hasta la fecha.

 

ADVERTENCIAS

- “Europa, supuestamente una comunidad de pueblos iguales, está bajo la dominación de uno de ellos —si bien es cierto que con la pasiva y decisiva validación de la pusilánime Francia–, esta es la desgraciada realidad europea presente”.
Frédéric Lordon, economista y director de investigación en el CNRS. Además, investigador en el CSE.

- “Proclamar que la opinión pública no quiere la Europa actual y deducir de ello que no hay nada que cambiar en lo esencial de su funcionamiento ni en las instituciones actuales, es de una incoherencia culpable”.

Manifiesto por una unión política del euro.

 

PARA SABER MÁS

Frédéric Lordon 

Jacques Sapir 

Jean-Marie Harribey sobre Europa 

Michel Husson sobre Europa