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Cuatro décadas de desigualdad económica en España

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Julio 2020 / 82

Ilustración
Elisa Biete Josa

Lacra: La posición desfavorable del país en las listas internacionales persiste sin apenas cambios desde la década de 1970 y puede empeorar por la pandemia.

A mediados de la década de 1970, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) publicó uno de los primeros informes con información comparada sobre el alcance de la desigualdad en los países ricos. Su autor utilizó datos de encuestas de ingresos de distintos países y seleccionó una muestra que incluía Australia, Canadá, Francia, República Federal Alemana, Noruega, España, Suecia, Reino Unido y Estados Unidos. Aunque con algunos problemas de homogeneidad de las fuentes, los indicadores de desigualdad estimados dibujaban un panorama nítido. Los países nórdicos eran los que disfrutaban de menores niveles de inequidad gracias a la extensión de sus sistemas de impuestos y prestaciones sociales, Estados Unidos era el país donde la desigualdad era mayor y, entre el resto de los países europeos ricos, España destacaba como el más desigual por la mayor distancia existente entre el porcentaje de la renta disponible que recibían los hogares pertenecientes al quintil más bajo y el que recibía el 20% más rico. 

A la cola de la Unión Europea

Esta posición desfavorable en las clasificaciones internacionales de desigualdad no parece haberse modificado sustancialmente. Según la información más reciente que ofrece Eurostat, en 2018 la distancia de ingresos entre los dos quintiles extremos nos seguía colocando en la cola de países de la Unión Europea, solo por delante de Italia y de algunos países del Este.

Esta aparente ausencia de cambios relevantes en el largo plazo resulta llamativa, ya que los instrumentos generales de corrección de las desigualdades de las rentas primarias se han extendido notablemente. Mientras que a principios de la década de 1970 el gasto público en España apenas excedía el 20% del producto interior bruto (PIB), en la actualidad es más del doble de ese porcentaje, correspondiendo casi dos tercios a protección social, esencialmente sanidad y educación. Un crecimiento similar, aunque más contenido en su nivel máximo, ha sido el de los ingresos públicos, con un amplio desarrollo de la imposición personal progresiva sobre la renta.

Un intervalo temporal tan amplio —las cuatro últimas décadas— esconde, sin embargo, cambios en la desigualdad cuya identificación nos permite interpretar mejor lo sucedido. Uno de los puntos clave es que los altos niveles de desempleo en España no son el único elemento para explicar las diferencias con los países europeos de mayor renta y hoy parece más difuminado que nunca ese automatismo entre la creación de empleo y la reducción de la desigualdad. Otros elementos, como la extensión de la temporalidad y la parcialidad de los contratos, la concentración de situaciones laborales precarias en algunos hogares y la persistente debilidad del sistema de prestaciones e impuestos han pasado a tener mayor importancia.

En una rápida revisión del efecto de esos factores en el largo plazo podemos constatar, en primer lugar, que la intensa crisis económica de la década de 1970 no dio lugar a aumentos importantes de la desigualdad, pese a que el desempleo creció rápidamente, porque su efecto fue parcialmente compensado por el notable incremento de los salarios y por el tardío desarrollo de los instrumentos básicos del estado de bienestar, incluyendo la puesta en marcha de un sistema más ambicioso de fiscalidad progresiva.

El mayor avance, en los ochenta

Fue en la década de 1980 cuando se produjo la mayor reducción de la desigualdad de las últimas décadas. La reactivación de la economía en la segunda mitad de esa década, con una importante reducción de la tasa de desempleo, y el notable crecimiento del gasto social hicieron que la desigualdad disminuyera, mientras que en la mayoría de los países de la OCDE se daba la tendencia contraria. 

Tras un cierto repunte en el primer tercio de la década siguientes como consecuencia de una breve pero intensa etapa recesiva, los indicadores de desigualdad apenas cambiaron durante el periodo de bonanza económica que se prolongó hasta la crisis de 2008. Esto apunta a que el crecimiento de la actividad económica y del empleo no se tradujeron en cambios en la desigualdad de ingresos, porque factores como la extensión de la temporalidad, la parcialidad y los bajos salarios evitaron un reparto más equitativo del crecimiento.

La precariedad laboral difumina hoy el automatismo entre creación de   empleo y reducción de la desigualdad

Con la crisis de 2008, en cambio, la desigualdad aumentó rápidamente. El drástico crecimiento del desempleo, el incremento de las diferencias salariales cuando se derrumbó el sector de la construcción y la insuficiencia de las políticas públicas de protección de rentas que sostuvieran unos niveles mínimos de ingresos hicieron que la desigualdad aumentara considerablemente y que lo hiciera, además, a un ritmo mayor que el de la mayoría de países europeos. 

Políticas públicas poco eficaces

El sistema español de prestaciones e impuestos mejoró su eficacia en la década de 1980 pero, aunque contribuyó a amortiguar los primeros efectos de la crisis, fue insuficiente para compensar el gran crecimiento de la desigualdad de las rentas primarias. Nuestras políticas públicas de carácter monetario siguen siendo de las menos eficaces de la Unión Europea para reducir la desigualdad en la renta de los hogares. Mientras que en desigualdad de rentas de mercado nos situamos en el decimosegundo puesto de los 28 países de la UE, en desigualdad de renta disponible pasamos al octavo.

La etapa de recuperación económica posterior se caracterizó por una moderada reducción de la desigualdad, esencialmente porque el crecimiento de los ingresos de la mitad más pobre de la población se mantuvo por debajo de la media. Eso hizo que, a pesar de la caída del desempleo hasta la llegada de la crisis de la covid-19, la desigualdad se redujera muy lentamente, lo que explica que sigamos ocupando las primeras posiciones en la lista de países europeos con mayor desigualdad. 

Todas las previsiones de los estudios que han tratado de evaluar cómo impactará la pandemia en la desigualdad económica apuntan a que esta aumentará como consecuencia tanto del ensanchamiento de las brechas de empleo, de género y educativas, como por su mayor impacto en personas con contratos más precarios, lo que marcará el bienestar económico de la población española en 2020 y 2021. 

Si ya antes necesitábamos políticas públicas correctoras de la desigualdad, ahora mucho más que nunca.