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Por qué el cambio climático no interesa

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Marzo 2020 / 78

Dilema: Los economistas estudian poco la crisis medioambiental, debido al rechazo de la economía política y por temor a que no les publiquen sus trabajos en las revistas de prestigio.

 Ilustración: Elisa Biete Josa

Lamentamos  tener que decir que creemos que los economistas están haciendo fracasar la civilización humana”. Los profesores Andrew Oswald, de la Universidad de Warwick, y Nicholas Stern, de la London School of Economics, no se detendrán ante nada (1). Las evidencias que aportan son directas: una mirada sobre la cantidad de artículos dedicados  al cambio climático en las grandes revistas anglosajonas demuestra el desinterés palpable de la profesión sobre el tema. Peor todavía, las razones que se sugieren para explicar esta ausencia muestran una ciencia económica atrapada en un círculo vicioso.

Burlarse del tema

Los científicos han puesto de su parte en el trabajo: nos han demostrado que el planeta está en peligro a causa de la actividad humana, de resultas de la actividad económica. Sabemos en la actualidad que nuestra manera de producir, de trabajar y de consumir puede provocar grandes perjuicios medioambientales y humanos susceptibles de poner en cuestión la propia existencia del planeta y  de la especie humana. Una vez tenemos dicha constatación, cuando se intentan determinar las políticas que permitan remediar esta situación,  se pasa de las ciencias duras a las ciencias sociales, nos dicen ambos profesores. 

Desde este punto de vista, los economistas podrían ser útiles proponiendo soluciones al debate democrático: ¿cuáles son las mejores herramientas para avanzar?; ¿cómo repartir la financiación de la lucha contra el calentamiento climático entre la población más rica y la más pobre y entre países ricos y pobres? En términos generales, los profesionales de la economía se burlan ampliamente del tema. El Quaterly Journal of Economics es la publicación con mayor reputación para la profesión. Desde su creación a finales del siglo XIX, la publicación ha difundido cerca de 4.700 artículos. ¿Cuántos versan sobre la emergencia climática y la preservación de la naturaleza? ¡Ninguno! Otros cálculos llegan a localizar  cinco textos, lo que sigue siendo poco. Si  se amplía el espectro a la pequeña decena de revistas que gozan de prestigio entre los economistas, encontramos que hay unos 60 artículos. Sobre 77.000, hablamos del 0,07% de las publicaciones... “Es un fracaso mayor de nuestra profesión”, alertan ambos autores.

Dos motivos terribles

¿Por qué los economistas pasan de puntillas por el tema que resulta ser más crucial para el futuro de la humanidad? Oswald y Stern aportan dos razones que dan cuenta de los razonamientos inviables desde el punto de vista racional en los que se ha encerrado la ciencia económica contemporánea.

Los economistas podrían ser muy útiles proponiendo soluciones al debate democrático 

Por una parte, la necesidad de reorientar el comportamiento económico de las personas y de las empresas tiene un coste. No nos podemos contentar con realizar pequeños cálculos ni con elaborar modelos abstractos, pues los efectos redistributivos son importantes. En palabras de nuestros dos expertos, “la economía política es central”.  Van incluso más lejos, cuando afirman: “Debemos tomar seriamente en cuenta la dimensión ética y la filosofía moral” del tema. Y esto va en contra de un siglo de pensamiento económico cuyos principales representantes no han dejado de intentar separar los aspectos políticos y morales del análisis. La economía se interesa mucho por los medios, pero no por los fines, según ellos. He aquí una disciplina que la realidad pone al día.

Por otra parte, el reconocimiento de los economistas pasa por su capacidad para publicar artículos en las revistas de prestigio. Es una circunstancia que el ganador del premio del Banco de Suecia en Economía, James J. Heckman, y un colega suyo, hayan calificado de “tiranía de las Top 5”, situación que contestan frontalmente2 . ¿Por qué? Porque este pequeño grupo de revistas favorece la reproducción de las ideas ya publicadas. “Los artículos verdaderamente innovadores no sobreviven a las pruebas de selección del mainstream [corriente principal mayoritaria], que prefiere lo que considera ciencia normal a la ciencia nueva.

Encontramos entonces la constatación de Oswald y Stern: “Los economistas universitarios están obsesionados por el hecho de publicar y de gustar al comité de selección que hace la criba. ¡Pensamos que la motivación por la que tan pocos economistas escriben artículos sobre el cambio climático tiene que ver con el hecho de que el resto de economistas no escriben artículos sobre el cambio climático!” Es un proceso autoinstituido de status quo que hace difícil que a alguien le publiquen un artículo cuando se interesa por la evolución del mundo. ¡Incluso el Nobel Joseph Stiglitz, ampliamente reconocido por sus colegas, ha debido publicar sus trabajos sobre medio ambiente en una revista europea!

La misma constatación se realizó hace algunos años: fue difícil en la crisis de las hipotecas subprime publicar artículos acerca de la inestabilidad financiera, que era un no tema. Cada vez se reproduce el mismo proceso entre los economistas de la corriente dominante. A pesar de todo el trabajo de los científicos, la manera en que la ciencia económica se ha construido impide interesarse por la cuestión más importante para la humanidad.