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¿Un mundo en bloques?

No hay más alternativa que el pacto, la cooperación y el respeto mutuo. EE UU y China están obligados a compartir la gobernanza global

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Febrero 2024 / 121
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Bandera Puzzle China USA

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Getty images

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En las últimas décadas han aparecido nuevos actores en la política y en la economía mundial. Países como China, India, Japón y Corea del Sur han tenido un gran desarrollo económico, y también otros muchos han entrado en escena. En 2009, Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, denominados los países BRICS, formaron una alianza de intereses para actuar de contrapeso al dominio occidental. En el año 2023 incorporaron al grupo a Irán, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Etiopía [El presidente argentino, Javier Milei, ha declinado la invitación a sumarse]. Los BRICS quieren ser un fuerte contrapoder a Occidente y especialmente a EE UU, aunque dadas las distintas prioridades e intereses de cada gobierno, no les será fácil llevar a cabo políticas conjuntas eficaces. 

Actualmente, la política mundial viene muy marcada por la defensa de los intereses de cada país. Domina la realpolitik. Los acuerdos y las alianzas entre países no suponen compromisos firmes, sino que se establecen en función de los intereses del momento. Una serie de hechos recientes marcan la situación de caos que vive la humanidad. El ataque a las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001 confirmó la debilidad creciente de EE UU como superpotencia mundial. La invasión de Iraq, las crisis de Libia y Siria, la vergonzosa retirada de Afganistán, la invasión de Ucrania por parte de Rusia y las masacres en Israel y Gaza son una muestra de que Washington ya no gobierna el mundo.

Crisis del modelo liberal

Un hecho de gran transcendencia ha sido la pandemia sanitaria, iniciada en 2019. La covid-19 ha puesto en crisis el modelo económico liberal de una globalización sin límites y ha confirmado la vulnerabilidad de los países al no poder garantizar suministros vitales, lo que obliga a replantear a fondo el modelo de globalización del comercio mundial.

Las consecuencias de tantas disfunciones no se han hecho esperar. Vuelven los nacionalismos y sube la extrema derecha. Donald Trump es la cabeza más visible. Su mensaje de "América first" supone poner el interés nacional como máxima prioridad, sublima el soberanismo, se encierra en casa y promueve un neo-proteccionismo económico y cultural que enaltece lo propio y rechaza lo externo. Siente que sus valores e intereses son atacados. Aparece el miedo y la necesidad de defenderse de lo forastero, hecho que lleva a un rearme ideológico y militar.

¿Espacio para el optimismo?

La pugna entre EE UU y China por la hegemonía mundial parece olvidar que hay grandes retos vitales para la humanidad y, al mismo tiempo, está fragmentando el mundo en tres bloques: uno en torno a la órbita norteamericana, otro en torno a China y un tercero de países que prefieren no vincularse a ninguno de los dos. El resultado de esta pugna podría llevarnos a un mundo con dos sistemas políticos, dos sistemas económicos, dos áreas de comercio internacional y dos liderazgos —EE UU y China y sus áreas de influencia—, con las consiguientes tensiones y riesgos bélicos que ello conlleva. Ninguna persona sensata puede pensar que la solución a la tensión actual sea desencadenar una guerra mundial.

No hay más alternativa que el pacto, la cooperación y el respeto mutuo. EE UU y China han de aceptar que ya no puede existir un mundo unipolar o bipolar; hay que compartir la gobernanza mundial. El multilateralismo se impone como única vía para encarar los retos globales y como solución pacífica a los muchos problemas existentes. Ello exige un nuevo orden mundial en el que los países se sientan representados, lo que supone replantear el funcionamiento y el control de las instituciones globales. 

La complejidad del momento que vivimos y los riesgos que entraña son evidentes. Cabe preguntarse si, ante dicho escenario global, hay espacio para el optimismo. Es de temer que no mucho, pero quizás la Unión Europea podría contribuir a tender puentes para evitar un mundo en bloques.