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Macron, entre dos aguas

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Julio 2017 / 49

IZQUIERDA/DERECHA El presidente francés, Emmanuel Macron, quiere coger lo mejor de cada lado: la solidaridad a la izquierda y el sentido de la iniciativa a la derecha. Muy bien. ¿Pero es acaso una novedad? En nuestras democracias de mercado, todos los partidos de gobierno actúan, de hecho, para reducir los efectos más nefastos de la dinámica desigualitaria del sistema, sin matar por ello la gallina de los huevos de oro. La izquierda reformista, como hemos visto en los últimos cinco años, puede haber llevado a cabo una política fiscal severa para los más ricos —¡sí, sí!—, invertir en educación y hacer regalos a las empresas en nombre de la investigación y la competitividad. Frente a ella, la derecha adopta medidas favorables a su clientela, pero, preocupada por mantener la cohesión social, se muestra con frecuencia menos radical de lo que hubieran deseado sus partidarios. En resumen, todos nuestros gobiernos cogen cosas de la izquierda y de la derecha, y no se trata tanto de una cuestión de naturaleza como de posición del cursor. En semejante contexto, la pregunta que hay que plantear a Macron y a su primer ministro, Édouard Philippe, es para qué servirá haber reunido en un mismo gobierno a personas procedentes de la izquierda y de la derecha. La idea es imponer reformas progresistas. Vale, pero ¿qué significa eso en concreto? La respuesta la hemos tenido en junio con los electores dando una amplia mayoría a Macron al elegir a sus candidatos. Sólo examinando las decisiones tomadas, los arbitrajes realizados, asunto por asunto, podremos juzgar dónde se sitúa el cursor de su “de izquierda y de derecha”.

PROGRESISTAS/CONSERVADORES La entrada de Nicolas Hulot en el Gobierno francés ha sorprendido a más de un observador. ¿Puede esta personalidad de la ecología ayudar a que Francia se embarque en una transición ecológica y solidaria —de acuerdo con el título de su ministerio— cuando sus principales colegas, sean de derecha o de izquierda, tienen un pedigrí especialmente productivista? Quienes dicen que una economía realmente sostenible es inseparable de una sociedad más igualitaria lo pondrán en duda. ¿Acaso no se trata de cambiar radicalmente nuestro modelo de actividad para dar prioridad al bienestar de todos frente al consumo ostentoso de unos pocos? ¿De cambiar el cada vez más por el cada vez mejor? Sin embargo, pensándolo bien, si Macron decidiera que sus actos fueran coherentes con su discurso, podría ser ecolocompatible. Pues ¿qué dice nuestro joven presidente? Que hay que ser “progresista” y no “conservador”. ¿Hay algo más progresista que la defensa del medio ambiente? En un planeta muerto no habrá empleos, ni ocasiones para tener beneficios. Toda la dificultad radica en hacer que nuestro modelo de actividad sea sostenible, en nombre del progreso y del interés general. Ello significa hacer entrar en razón a unos intereses particulares concretos y muy bien representados. Los “conservadores” no están única, ni siquiera fundamentalmente, en el seno de las organizaciones sindicales de los asalariados, que se aferrarían en exceso a la ley laboral, también los encontramos, y sobre todo, en el seno del lobby nuclear, los sindicatos agrícolas, la industria automovilística o de los gigantes del cemento… ¡Ánimo Nicolas!

¿Para qué sirve reunir a personas de derecha e izquierda en el Gobierno?

COYUNTURA ¿Seguirá sonriendo la suerte a Emmanuel Macron? La alineación planetaria sigue siéndole favorable en el plan económico: tipos de interés en ligero aumento, pero que siguen siendo históricamente bajos, un precio de la energía también contenido, una demanda que despega en sectores de fuerte empleo como el turismo o la construcción. Falta lograr que el Banco Central Europeo no renuncie demasiado pronto a practicar una política monetaria expansiva, que podría acabar con la buena orientación actual de la economía europea y encarecer el coste de refinanciación de las deudas públicas heredadas de la crisis de las subprime. Una nueva crisis del euro sigue siendo muy probable, lo que significaría poner sobre la mesa el asunto de la cancelación del stock de deudas públicas. Ello pondría a prueba la nueva entente entre Francia y Alemania al plantear, en caliente, la cuestión de los objetivos y los medios de que se dotan los Estados de la zona euro.