Te quedan 1 artículos gratuitos este mes.

Accede sin límites desde 55 €/año

Suscríbete  o  Inicia sesión

No me gustan las máquinas

Comparte
Pertenece a la revista
Mayo 2016 / 36

Buenas. He dudado mucho antes de escribir esta carta. No porque pensara que tal vez no tuviera interés todo el episodio que he vivido con un par de compañías telefónicas. Simplemente, temía que no me creyeran. Después, comentando mis peripecias con algunos amigos, he descubierto que todo el mundo tenía una historia que contar, cualquiera que fuera la compañía que prestaba el servicio. Por esta razón, no quisiera poner un énfasis especial en el nombre de las empresas, porque deduzco que los fallos están muy expandidos. Basta con sufrir una avería. Aun así, compartiré que tenía un contrato de esos que llaman “fusión”, con Movistar, y ahora  repartiéndome entre una que conocía, Orange, y otra de la que no había oído hablar, Hits.  

He contado un total de 40 llamadas y mensajes relacionados con el asunto, sin incluir cuatro gestiones realizadas en persona en tres tiendas de dos compañías, provocadas por la desesperación y la falta de resultados de hablar con máquinas. En las tres cuartas partes de las conversaciones, he recibido variantes de mensajes escritos que pretendían ser tranquilizadores o he contestado las mismas preguntas una y otra vez, hasta que una voz enlatada me confirmaba que la solución estaba en camino, o que los técnicos estaban trabajando para resolver la avería lo antes posible. No tengo nada contra los técnicos, que ante mi angustia me han acabado contando la vida y, sobre todo, decían que me llamarían para puntuarles, como pidiendo un guiño. Las averías pueden ocurrir, aunque dos de más de cinco días en un mes no está mal. Me quejo de la información totalmente contradictoria recibida por teléfono sobre penalizaciones por ruptura de permanencia o sobre el estado de mi avería, sin contar con la imposibilidad de migrar a otra compañía porque “el sistema me rechaza” (un operador muy amable cree que es por culpa de alguna deuda, que por otra parte a mí no me consta, y que en todo caso no impide que la misma compañía me acepte como cliente para otros dos servicios). Un infiltrado en una de las empresas me dijo que el truco estaba en dar un teléfono distinto del averiado para que alguien de carne y hueso se pusiera. Cada vez que lo lograba, volvían a llamarme para evaluar el trato. Según la factura (las facturas) que reciba, volveré a escribirles.

Emma Ruiz.