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Retrato del mundo financiero

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Octubre 2017 / 51

El director grecofrancés Constantin Costa-Gavras recibió en el pasado mes de julio el XXIX Premio Internacional Catalunya por, según el jurado: “La calidad de su extensa filmografía y por su mirada crítica con el mundo y su compromiso social”. 

Fotograma de El capital.

La última película de Costa-Gavras es El capital, en la cual muestra la crisis financiera de un modo un tanto didáctico –algún crítico ha dicho que parece explicada a los niños– enseñando los entresijos de un gran banco ficticio –con deslealtades y traiciones entre sus dirigentes– vistos por un arribista, Marc Tourneuil. Este personaje llega a la presidencia de la entidad por ser el hombre de confianza del anterior presidente –quien ha debido dejar el cargo por problemas de salud–, y éste cree que Tourneuil será manejable y cuando él se halle en condiciones de recuperar su puesto, lo hará sin problemas. La operación no resulta como quería, porque el nuevo presidente demuestra desde el primer instante que desempeñará su función plenamente.

En muchos momentos, la historia está narrada en voz en off por Tourneuil, un individuo sumamente ambicioso, obsesionado con tener mucho dinero “para ser respetado”, empleado del grupo de banca de inversión Goldman Sachs durante cinco años. A esta suprema ambición por la riqueza sacrifica su vida personal: no tiene ningún escrúpulo en traicionar a su único amigo, y cuando debe optar entre recuperar la presidencia del banco o conservar a su esposa, tampoco duda en su elección.

 

OMNIPRESENCIA DEL DINERO Y EL PODER

En realidad, los personajes omnipresentes en la película son el dinero y el poder. Al comienzo del filme ya se dice: “El dinero es un perro que no pide caricias, le lanzas la pelota más y más lejos y la trae sin parar”. Más tarde, se repiten otras frases definitorias de ambos conceptos: “El dinero no es un instrumento; es el amo, cuanto mejor le sirves, mejor te trata”; “Provocar una crisis es un truco para consolidar el poder”; “El dinero lo contamina todo”.

Todo ello contribuye al didactismo que algunos críticos han reprochado a la película. Los manejos llevados a cabo por las entidades bancarias con el fin de crear crisis que hagan bajar las acciones de un banco para que algunos inversores las compren baratas y así consigan controlarlo, están explicados con toda claridad. La falta de escrúpulos de quienes dirigen el mundo de las finanzas está expuesta de manera descarnada, hasta el punto de que, en algún momento, ésta puede parecer caricaturesca, aunque es de suponer que, en el ambiente financiero, las cosas deben de funcionar de un modo similar al que se ve en El capital. Que la residencia de un banquero sea definida como “el palacio de la intriga y de la puñalada trapera”, seguramente corresponde a la realidad de lugares en los que se reúnen quienes de verdad dirigen el mundo.

Tourneuil manipula a los que le rodean, con una sola excepción: se encapricha de una prostituta de lujo a la que ha conocido en Miami –usada como cebo para comprometerlo–, y ella le maneja a placer: le hace viajar a Londres –le pide que pague los 27.000 € que ha costado la habitación del hotel en el que ella se ha alojado y él lo hace–, luego le sugiere que viaje a Japón para encontrarse con ella, y allí tampoco él logra lo que desea. Toda esta parte del filme es prescindible y discordante con el resto. 

El personaje de Tourneuil, presente en la pantalla durante casi toda la película, lo interpreta el actor marroquí nacionalizado francés Gad Elmaleh. Permanece con expresión adusta todo el filme; sonríe en contadísimas ocasiones, lo cual sorprende un tanto porque el actor es un humorista muy reconocido en Francia. 

La película, basada en la novela del mismo título de Stéphane Osmont, es estimable, pero sin llegar al nivel de otras obras del director.