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Medio rural // Cambiar de vida y dar vida a un pueblo

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Julio 2021 / 93

Más allá del teletrabajo, la pandemia ha propiciado un goteo de urbanitas que emprenden en pequeños pueblos.

Imagine que, en lugar de entrar en un portal inmobiliario para seleccionar pisos de su interés, pudiera buscar pueblos donde iniciar una nueva vida. Que en lugar de la terraza, el ascensor o la calefacción, los filtros fueran el número de habitantes, la existencia de un colegio, un gimnasio o un centro sanitario, la conectividad o si hay ofertas de trabajo. Eso viene a ser venteaviviraunpueblo.com, una plataforma iniciativa del periodista Ramón Pradera que promovió tras recorrerse España en moto durante varios años y de caer rendido ante muchos de sus pueblos. 

"La principal industria del país es el turismo, así que los pueblos siempre se han orientado a captar a visitantes para escapadas o vacaciones, y no en fijar población. Cuando muestras el potencial que tienen muchos de ellos, la sorpresa de los urbanitas es enorme", explica Pradera. Un centenar de ayuntamientos se han sumado ya al proyecto. De ellos, 66 ya tienen subida su videoficha correspondiente para dar una idea de cómo son a las personas potencialmente interesadas.

La pandemia ha vuelto la mirada hacia los pueblos. ¿Cosas del teletrabajo? "Sí, pero no únicamente", apunta Padrera, convencido de que "quizá 2.000 pueblos no puedan remontar, pero otros 5.000, sí". 

La posibilidad de trabajar a distancia (quien pueda) desde su casa de veraneo (quien la tenga) es un fenómeno que se superpone a otros modelos que están contribuyendo tímidamente a revitalizar algunos pequeños núcleos urbanos. Hay quien regresa después de décadas de ausencia. Quien descubre otra manera de vivir, que encima resulta asequible (hay alquileres por 200 y 300 euros). Quien monta un negocio online en un coworking rural. Quien se hace cargo de negocios locales con un problema de relevo generacional. O simplemente, quien busca acceder a la bolsa de empleo local.

Empezar de nuevo

La crisis ha sido un revulsivo. Rafael Herradon vivía en Madrid hasta que llegó la pandemia. Se vio obligado a cerrar la cárnica La Boutique del Lechal, que servía carne de cordero a grandes superficies. De un negocio boyante con ocho empleados pasó a lidiar con deudas imposibles. Y, coincidiendo además con un cambio personal, regresó al pueblo donde se crió, en la provincia de Ávila. En Sotillo de la Adrada vive también su hermano gemelo. "Hacía 15 años que no tocaba el cuchillo, ha sido volver a empezar de cero". En febrero abrió una carnicería donde había una tienda de electrodomésticos, y dice que no le va mal. "Me gusta el campo. Aquí no hay estrés, ni atascos. Tienes más tiempo y se respira mejor", explica. Rafael se ha instalado en la casa de su padre. Yo me caigo y me levanto. Ya me sucedió en el pasado y remonté, y ahora lo mismo", dice, animado.

Inmersión por fases

Pero aterrizar en un pequeño pueblo sin lazos de ningún tipo es otra cosa. Es lo que hizo en octubre pasado Pedro Aizpún, originario de Talavera de la Reina y que cambió Madrid por Covarrubias. Este pequeño municipio medieval de Burgos, que tiene 500 habitantes y muchas segundas residencias, le ha cambiado la vida.

El 63% de inscritas en la Escuela de Pastoras tienen menos de 44 años

Los municipios de más de 100.000 habitantes pierden población

"No conocía a nadie aquí. Surgió un proyecto para el ayuntamiento, que quería aprovechar el parón de la pandemia para actualizar el modelo turístico y contrató a mi empresa, A dos horas de, especializada en turismo rural. Habría podido seguir en Madrid e ir a Covarrubias una semana al mes, pero el alcalde me lanzó un desafío y yo tenía ya ganas de salir de la ciudad. También me pareció una forma de compromiso", explica Aizpun. Llegar con un proyecto le abrió puertas y en poco tiempo se ha sentido integrado. "Tuve conexión con el lugar. Encontré una casa [una de las plantas de la Casa de Doña Sancha, del siglo XV] que transmite buena energía. El entorno es más seguro y más económico", cuenta. Su proyecto terminó, pero él se ha quedado, y no solo para teletrabajar desde el municipio. Ha conocido a otro repoblador, Raúl Gredilla, con el que se ha asociado para montar un negocio de restauración de productos locales, la Taberna de Doña Sancha.

Emprendedoras rurales

En los pueblos pequeños saben que algunos urbanitas prueban y se van al cabo de un tiempo por falta de arraigo. De ahí que algunas de las iniciativas que se potencian estén concebidas para crear un proyecto vital y fijar población en el territorio. 

Es el caso de la Escuela de Pastoras, que busca capacitar a mujeres para que se conviertan en empresarias, en principio en el  ámbito de la ganadería extensiva, con posibilidad de diversificación en apicultura, turismo sostenible, transformación de productos o mercadotecnia. Ha captado a mujeres de toda España para formarse en Cantabria durante nueve meses  mediante un programa de formación teórica y práctica al que pueden llevar a sus hijos, si los tienen. 

"El 40% de las 265 mujeres preinscritas en el programa, que proceden de distintos puntos del territorio español, viven en una ciudad y quieren emprender en el campo. Y uno de los datos que más ilusionante han sido para nosotras es que el 63% de ellas tiene entre 18 y 44 años", explica Susana Pacheco, representante en Cantabria de la Asociación Española contra la Despoblación. La iniciativa busca dar opciones a las mujeres, en un entorno a menudo masculinizado.

Los socios de la Taberna de Doña Sancha, en Covarrubias.
Fotos: AECD

"Las oportunidades no están solo en el sector primario. También en la economía circular, en la economía social o en el Internet de las cosas aplicadas a la asistencia médica. La conectividad lo permite", explica Pacheco, ella misma emprendedora desde su proyecto Nansa Natural, que ofrece "turismo experiencial". "Se trata de educar la mirada del visitante. Se habla mucho de turismo rural pero faltaba transmitir esa unión con el territorio, mediante el contacto con artesanos y productores, y con la población local". Pacheco anima a la juventud a "viajar, a moverse, a formarse y a regresar para aplicar lo aprendido".

El Banco de España estima que el 42% de los pueblos están en riesgo de quedar despoblados, lo que supone una condena. Y, sin embargo, en 2020, año de la pandemia, las ciudades de más de 100.000 habitantes perdieron 168.289 residentes empadronados; las de más de 50.000, se quedaron sin otros 19.188. En cambio, los núcleos urbanos por debajo de dicho listón ganaron 79.678. 

Otro dato llamativo: la cifra de familias que han solicitado emprender en el medio rural a través del proyecto holapueblo.com se ha incrementado de 400 a 700 en un año. "No tenemos capacidad para atender a todo el mundo. Existe un cambio de tendencia clara, hay mucho interés, pero ¿y cuando la covid desaparezca?", se pregunta, sin tenerlas todas consigo, Juanjo Manzano, cofundador de Alma Natura, que implementa proyectos de impacto en el medio rural desde Arroyomolinos de León (Huelva). Manzano dijo en el Primer Congreso de Marcas Responsables que lo más importante para emprender en el mundo rual es "explorar las necesidades del territorio y ofrecerles una solución".