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La prioridad es parar la guerra

Superado el riesgo de que la extrema derecha de Marine Le Pen alcanzase la presidencia de la República en Francia con la catástrofe que habría significado para la Unión Europea, la atención prioritaria ha vuelto a la guerra de Putin contra el pueblo de Ucrania.

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Mayo 2022 / 102

Son ya más de dos meses de guerra que ha significado la destrucción de importantes localidades y masivas matanzas de civiles en las ya consideradas ciudades mártires como Mariúpol, Bucha y Kramatorsk.

Ante la magnitud de las atrocidades, con miles de víctimas civiles y más de 12 millones de ciudadanos que se han quedado sin hogar, detener la guerra se ha convertido en la prioridad más urgente. Hay que poner fin a la insufrible carnicería a la que estamos asistiendo. Esta guerra es responsabilidad del agresor que es la Rusia de Putin. Y Tiene como víctima indiscutible el pueblo de Ucrania. El ex fiscal de la Corte Penal Internacional Luis Moreno Ocampo ha señalado que lo que está pasando en Ucrania es un desafío al sistema básico de la humanidad. Considera que se podrá juzgar a Putin por haber empezado la guerra y “por el desplazamiento forzoso de millones de ucranianos”.

La Unión Europea ha respondido con rapidez legalizando la acogida de millones de ucranianos, aplicando duras sanciones económicas a Rusia y proporcionando más de 1.500 millones de euros para
la adquisición de armas. Estados Unidos, por su parte, ha ofrecido financiación para equipamiento militar, incluyendo armas pesadas, por más 3.000 millones de dólares (2.800 millones de euros) y Reino
Unido ha armado al país atacado con equipos valorados en más de 200 millones de libras esterlinas (237 millones de euros). El resultado ha sido un festín para las compañías de defensa, cuyas acciones han crecido el 17% más que el conjunto del mercado, según el índice MSCI.

Los intereses económicos no pueden ser el criterio de referencia

Lo relevante ahora es ser consecuente con la defensa de los derechos humanos

El aumento de las capacidades militares incrementa, al mismo tiempo, el riesgo de la ampliación territorial del conflicto y su intensidad. Por una parte, la guerra puede llegar a los países bálticos y a Polonia y, por otra, el posible empleo de armas nucleares es una amenaza reiterada por parte de Rusia. El 25 de abril el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, advirtió del “riesgo real” de una Tercera Guerra Mundial, “nuclear y destructiva”, si se producía una intervención militar de Occidente.

En este contexto, son más necesarias otras medidas como la suspensión de compras de carburantes
rusos por parte de Europa. Desde que empezó la guerra, el pasado 24 de febrero, Europa ha enviado casi 40.000 millones de euros a Rusia como pagos por sus compras de gas y petróleo. Cortar las compras de gas choca frontalmente con la posición de algunos países, principalmente Alemania, que recibe de Rusia el 55% de sus necesidades de este producto. La crisis ha puesto al descubierto la complicidad de Alemania en el reforzamiento del poder de Putin. El Bundesbank, el banco central alemán, ha advertido de que el corte inmediato de las compras de gas a Rusia provocaría una recesión en Alemania, cuya economía caería el 5% en 2022.

Secuelas económicas

Alemania y Europa no pueden fallar y ampararse en sus intereses económicos para no tomar las medidas que son necesarias para salvar las vidas de miles de ucranianos. Por otra parte, Europa no dudó en exigir un draconiano ajuste a Grecia en 2009, para corregir sus desequilibrios, que significaron un recorte del producto interior bruto (PIB) griego del 25%.

La guerra ha arruinado la economía ucraniana, que este año puede llegar a perder hasta el 50% de su
PIB, según un estudio de CEPR. Rusia también sufrirá un duro retroceso por su aventurera agresión con una caída de su economía de hasta el 8,5%, según el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Las secuelas económicas de la guerra están afectando a la economía mundial, especialmente a
la europea, cuyas previsiones de crecimiento ya se han reducido. Pero los intereses económicos no pueden ser el criterio de referencia. Lo relevante ahora es ser consecuente con la defensa de los derechos humanos, especialmente en este caso cuando lo que está en juego es el derecho a la vida.

Parar la guerra comportará importantes sacrificios como es prescindir del gas y del petróleo ruso. Sabemos por la recientes crisis que los costes no se reparten equitativamente y que los más pobres resultan más perjudicados. Europa debe asegurar que sus miembros adopten las medidas protectoras necesarias para que la guerra no extienda ni agrave la pobreza.