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Paro juvenil, un desafío de país

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Junio 2021 / 92

La falta de empleo y de expectativas de futuro se ha convertido en el problema más grave para los jóvenes de este país. El conflicto se disparó tras la crisis de 2008 y se ha agravado con la pandemia de la covid-19. El desánimo y la desesperanza se han enquistado. Hay una generación que ya lleva más de una década fuera de juego y sus consecuencias afectan no solo a los jóvenes, sino al futuro del país.

Las dificultades se centran en dos ámbitos: falta de empleo y de vivienda. La tasa de desempleo juvenil, que había superado el 56% en 2013, se mantiene en el 38%, y el acceso a la vivienda sigue siendo misión imposible. El 42% de la población española que vive de alquiler dedica más del 40% de su renta disponible a pagar la casa, frente al 26,4% de la UE, según el Observatorio Social de La Caixa. 

Hay una generación que lleva más de una década fuera de juego

La cuestión exige un pacto que incorpore a partidos, sindicatos y empresarios

La gravedad de esta situación queda patente en otros indicadores menos conocidos, pero más inquietantes, que reflejan la reducción numérica de este colectivo. Durante los últimos 13 años la población joven (de 16 a 29 años) ha ido disminuyendo progresivamente, con una pérdida desde 2007 de 1,5 millones de personas, según el informe Jóvenes y Mercado de Trabajo de marzo de 2021, del Ministerio de Trabajo. Durante este periodo, los desempleados en este colectivo han aumentado en 312.900, y más preocupante aún, los inactivos en 496.400.

En España, los jóvenes entre 15 y 29 años, que representaban el 23% de la población en 2000, han descendido al 15,3% en 2019, según la Comisión Europea. Es decir,   son un colectivo cada vez menos importante. Quizá esta es una explicación de que reciban menos atención de la merecida por parte de las Administraciones públicas. 

 

Precariedad laboral

Los problemas no afectan solo a los millennials (nacidos entre 1981 y 1996), aunque lo cierto es que la pandemia de la covid-19 ha golpeado especialmente a los de menor edad. Según el Informe del Banco de España de 2020, los efectos de la pandemia han sido más negativos “en los colectivos de trabajadores más vulnerables: trabajadores jóvenes, con contrato temporal y rentas más bajas”.

Al desempleo hay que añadir las secuelas de la precariedad laboral. La tasa de temporalidad es del 52% en el colectivo de 16 a  29 años, mientras que se reduce al 20% entre los mayores de esta edad. Una desproporción similar se observa en los ocupados a tiempo parcial, que es del 26% para los menores de 30 años y del 12% para los mayores, según el informe Juventud en España 2020. Todo esto tiene un nombre: explotación.

La suma de desempleo y precariedad laboral se traduce en un aumento de la inseguridad. La consecuencia es que España es uno de los países con la emancipación juvenil más tardía de Europa. Así, si en 2010 el 53% de los jóvenes entre 18 y 34 años vivía aún con sus padres, en 2019 se encontraban en esta situación el 64,5%.

Al mismo tiempo, entre los jóvenes se observa un aumento de la desigualdad en función de su nivel educativo. En 2020, la tasa de empleo del grupo de entre 16 y 29 años era del 22,7% para los jóvenes con un bajo nivel educativo, mientras que se elevaba hasta el 63,8% para los que contaban con estudios superiores. Es significativo también que el número de jóvenes sin empleo, sin formación y sin capacitación ha vuelto a repuntar durante la pandemia hasta el 17,3%.

Es notorio que las medidas de las Administraciones públicas aplicadas durante la última década han sido claramente ineficaces. El reciente plan de choque del Gobierno, con 4.375 millones de euros, tampoco garantiza grandes expectativas.

La solución no puede encontrarse solo en las medidas que puedan emprender los gobiernos central y autonómicos. En este asunto es necesario un cambio de mentalidad de los empresarios. Hay que preguntarse por qué las empresas españolas y las instituciones públicas son incapaces de contratar a jóvenes con elevada cualificación que, en cambio, encuentran buenos empleos en otros países.  Esta es una realidad constatable en muchas profesiones como los enfermeros, los ingenieros y los profesionales de la hostelería.

De la misma manera que para el reto de las pensiones se acordó un planteamiento amplio como el Pacto de Toledo, el desempleo juvenil precisa también un compromiso semejante que incorpore sobre todo a los empresarios y a los sindicatos. El problema de los jóvenes afecta ya a todo el país.