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Cuotas, reparaciones y reformas

La selección femenina ha dado un ejemplo de compromiso, seriedad y determinación. Ahora hay que seguir por la senda abierta para erradicar el machismo del fútbol y las estructuras que lo hacen posible

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Octubre 2023 / 117
Campo de fútbol

Ilustración
Furiaaaa

En el primer partido que jugaron tras el Mundial, tras una semana agotadora de negociaciones y reivindicaciones, ganaron en Suecia contra una de las mejores selecciones. Saludaron puño en alto y alzaron su voz con la solidaridad de sus colegas suecas, mostrando una pancarta con el lema que las ha hecho mundialmente famosas: #SeAcabo; "our fight is the global fight" (nuestra lucha es la lucha global). 

La selección española de fútbol femenino no es solo un equipazo, sino también un ejemplo de compromiso, seriedad y determinación para mujeres y hombres de todas las edades en todo el mundo. Lo que la mayoría de sus colegas masculinos no tienen en implicación social, articulación de discurso y modernidad, lo tienen ellas de sobras desarrollado tras de romper un techo de cristal tras otro.

Hasta el momento de escribir este artículo, se habían producido tres sonoras caídas de dirigentes de la Federación Española de Fútbol (el presidente, el secretario general y el director de Integridad), como resultado de la presión ejercida por las futbolistas y la gran mayoría de la opinión pública que las ha apoyado. En este apoyo, no ha destacado el fútbol masculino.

Si hace cuatro años, la victoria de EE UU, liderada por la icónica Megan Rapinoe, sirvió para dar un gran impulso a la campaña por la igualdad salarial entre mujeres y hombres, en 2023 la victoria por sorpresa de España ha servido para desencadenar una campaña de impacto global para desterrar el machismo del fútbol y para erosionar las estructuras de abuso de poder que lo hacen posible.

Sin embargo, hará falta más que cambios de personas para reformar en profundidad estas estructuras del fútbol, para erradicar de ellas su lado oscuro, puesto de manifiesto tras la victoria de España en el Mundial de Australia y Nueva Zelanda.

Presión ciudadana

En 2015, Miguel Poiares Maduro, jurista portugués de prestigio, doctor en Derecho por el IUE y Florencia, fue nombrado por la FIFA coordinador de un grupo para reformar la gobernanza del fútbol global. El nombramiento tuvo lugar tras el arresto de varios directivos de la federación mundial a raíz de una investigación del FBI, que calificó las estructuras del deporte rey como “crimen organizado”. Poiares dimitió al cabo de pocos meses tras los obstáculos que le ponía Gianni Infantino (sucesor de Joseph Blatter al frente de la FIFA) para hacer su trabajo. Llegó a la conclusión de que es imposible reformar el fútbol desde dentro.
 

Solo cuando se produce una gran presión de la opinión pública, como ocurrió con la Superliga Europea anunciada en 2021 por Florentino Pérez y apoyada por el FC Barcelona, se producen cambios, o se frenan los excesos más descarados.

Tras el comportamiento de Rubiales en el Mundial y en los días y semanas siguientes o, mejor dicho, tras proyectarse luz masiva durante esos días y semanas en lo que para Rubiales y su corte era un comportamiento habitual, la opinión pública reaccionó y dejó en ridícula minoría a quienes con la boca más o menos pequeña justificaban al expresidente de la federación. De lo que se trata ahora es de que esta corriente de simpatía tenga consecuencias duraderas a largo plazo, más allá de los imprescindibles cambios de personas. 

En la esfera política, las cuotas de hasta el 40% reservadas a mujeres fueron el paso necesario para llegar a la paridad. Si los primeros gobiernos de Felipe González no tenían mujeres, los de Pedro Sánchez tienen ya más mujeres que hombres, pero eso fue precedido de varios congresos socialistas que fueron imponiendo la exigencia de cuotas. La Federación española lleva un retraso de 40 años, como se vio en la asamblea en la que se pavoneó Rubiales, donde la presencia femenina era simbólica. Debe exigirse una presencia de mujeres equiparable a su peso potencial en la práctica del deporte, que no llegará hasta su máximo hasta que no sea potenciado por dirigentes que, en gran parte, también sean mujeres.

Discriminación sistemática 

Como ha defendido en el Financial Times y en su libro Soccernomics en coautoría con el economista Stefan Szymanski, el periodista Simon Kuper propone el pago de fondos en concepto de “reparaciones” para las mujeres futbolistas, del mismo modo que estas se plantean para otros grupos sistemáticamente discriminados, como los descendientes de esclavos. Durante décadas, ha habido discriminación sistemática del fútbol femenino, hasta el punto de llegar a estar prohibido en muchos países. El fútbol masculino y los gobiernos deben actuar para corregir la falta de igualdad de oportunidades en el punto de partida, que se refleja en una cultura machista heredada.

Las mujeres juegan con las reglas de un deporte pensado para hombres (con medidas del campo pensadas para ellos, igual que la duración de los partidos, el peso de los balones y el tamaño de las porterías), al que juegan con menos atención médica y protección que los hombres. Por esa razón sufren más lesiones, y por esa razón también los recursos deben ser mayores.
 

Por último, pero no en último lugar de importancia, cabe exigir cambios institucionales que frenen la reproducción del abuso de poder. Villar dejó su puesto a Rubiales, y Blatter dejó su puesto a Infantino, pero eso no ha reducido en absoluto la reproducción de la cara oscura del fútbol. Las federaciones son monopolios desregulados, a los que hay que proceder a regular con rigor.

Mientras, el fútbol, sobre todo el masculino, se expande: la Champions League tendrá más equipos y más partidos, el Mundial también, y el Mundial de Clubes también. Más partidos, más dinero, más poder para unos jerarcas que campan a sus anchas.

Coordinación democrática 

Los cambios institucionales deben ir en la línea de erosionar o limitar este carácter monopolístico. El monopolio es necesario para proclamar un solo equipo campeón, o para tener un solo reglamento, pero hay que limitar su excesivo poder, con un rol mayor de los poderes públicos y de poderes ajenos a la familia del fútbol. Hace falta cambios legislativos coordinados entre las grandes jurisdicciones democráticas. Servirían de poco las iniciativas descoordinadas y desesperadas de un país por sí solo, al cual la FIFA puede someter amenazándole con excluirle del Mundial o con boicotear su fútbol.

Las campeonas del mundo (ya antes de serlo, mucho más modernas y articuladas que los futbolistas españoles) han dado la cara por ellas mismas y por las futuras generaciones, de España y de todo el mundo. Se han ganado el apoyo de la opinión pública global, ante la cual el machismo hispano ha hecho el mayor de los ridículos. Se acabó Rubiales, pero no se acabó la lucha.