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65 — ANGUITA // Día 17

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Diciembre 2020 / 8

En esta larga lista de ausencias de estos días hoy se ha sumado la de Julio Anguita, al que mucha gente amiga llora con sentimiento. Yo no he sido nunca del Partido Comunista, ni siempre he estado de acuerdo con sus planteamientos, pero su pérdida me sabe mal. Era una persona de una enorme honestidad y realmente involucrado en la política por una motivación ética y con una preocupación intelectual que raramente se encuentra. Mi único encuentro personal con él, recién llegado a la secretaría de IU, daba un indicio del tipo de persona que era. Fue una reunión con la revista Mientras Tanto, a la que pedía colaboración. Venía con propuestas claras, directas. Con una invitación a participar a un encuentro en el que se podría, y se pudo, debatir. Lo que me agradó es que no fue ni una reunión diplomática ni de propaganda. Nos ofrecía lealmente trabajo y debate. Su trayectoria ha sido de una honestidad intachable. Es una desfachatez que cuando se mete a todos los políticos en el mismo saco y se muestra que personas de izquierdas como Julio Anguita o Gerardo Iglesias ni se forraron ni se corrompieron ni se beneficiaron de privilegios se alegue que es porque no han tenido poder real. La corrupción no depende del nivel de poder que se tenga, sino de la actitud ética y política con la que uno se acerca a la vida pública. 

Me he referido también a la preocupación intelectual, que también suele estar en cuestión. A menudo con razón, pues hay demasiado intelectual frívolo vendiendo verdades a cuatro euros haciéndolas pasar por reflexión profunda. Pero cambiar el mundo exige entenderlo (esta es una de las mejores enseñanzas de la tradición marxista) y reflexionar sobre cómo y hacia dónde se debe cambiar. Anguita lo ha hecho toda su vida, tratando de poner al día un pensamiento que requiere continua innovación. Una reflexión que a quien más interesa es a la gente corriente, a las clases trabajadoras. Por eso, a veces sus intervenciones pecaban de un cierto didactismo. No siempre he estado de acuerdo con sus posiciones, pero estoy seguro de que las transformaciones que exigen los problemas sociales y ecológicos que tenemos necesitan de muchas personas como Anguita: honestas, implicadas, generosas, reflexivas, con las que trabajar, discutir, cooperar, luchar. Lo de Anguita es irreparable. Pero no que otras personas ayuden a llenar el vacío que deja.