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71 — CAPITALISMO // Día 23

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Diciembre 2020 / 8

Si quieres un titular de moda escribe algo así como “Hay que acabar con el capitalismo o acabará con el mundo”. Suena a intelectual profundo y comprometido. No es muy original. 

He estado toda la vida contra el capitalismo. El problema es que para cambiar el mundo hace falta tener una orientación y alguna idea de cómo hacerlo. De la misma forma que para hacer un viaje hay que saber adonde quieres ir y tener un mapa. Y aquí es cuando empiezan los problemas.

Primero tenemos que ponernos de acuerdo en qué es capitalismo y qué es lo que está mal. Tengo una idea bastante precisa de la organización y funcionamiento básico y, sin duda, es manifiestamente mejorable. Pero cuando analizo los problemas de la especie humana considero que el proceso es más complejo. Cuando menos el capitalismo ha conseguido transformarse en un modelo civilizatorio que va más allá del propio negocio privado. El consumismo, el ansia por la promoción individual, la aceptación de desigualdades forman parte de lo que para mucha gente se considera “calidad de vida”. Estos días todo el mundo anda preocupado por dónde pasará las vacaciones, aunque en público todo el mundo raja contra el turismo. La mejor prueba de que esto es más complejo se encuentra en cómo la gente elige el colegio de sus hijos. Hace unos días pasaron un magnífico filme francés que lo contaba estupendamente, La lutte des classes. Cambiar el capitalismo no es solo, como se creía, expropiar unas cuantas empresas. Significa reorganizar el conjunto de la vida social con una base universalista, igualitaria (en términos de clase, de género y étnicos) y ecologista. Y para eso me temo que tenemos mapas más imperfectos que los que tenían los primeros navegantes portugueses que iniciaron la expansión colonial europea. 

En algún momento pensamos que era sencillo. Estaban la URSS y China como modelo alternativos. Fueron en sus tiempos más igualitarios, pero en muchos otros aspectos nunca llegaron a superar un mínimo de dignidad social. A menos que se considere digno el uso sistemático de la violencia contra los opositores o se ignoren los costes sociales y ecológicos. La URSS y sus aliados han acabado convirtiéndose en una de las peores versiones del capitalismo. China es ahora una especie de capitalismo de Estado, donde se abastece a bajo coste todo el capitalismo mundial y donde las desigualdades aumentan a toda velocidad. Ese mapa no sirve.

Si uno piensa en serio que las sociedades capitalistas son el problema, debe hacer un esfuerzo en trabajar para cambiarlo, en ver qué cambios son factibles, qué direcciones son las más prometedoras, cómo se puede sumar más gente a pensar, organizar y transformar. Y, mientras tanto, en cómo paliar los peores impactos del modelo dominante, cómo organizar a la gente y cómo crear experiencias transformadoras. Escribir un panfleto y elaborar un buen eslogan es sencillo. Transformar el mundo es mucho más duro porque se trata de una estructura muy consolidada, muy compleja y muy experta en resistir embates. Lo peor que podemos hacer es creer que el capitalismo es la causa de todos los males. En cualquier sociedad humana mejor que la actual, seguramente tampoco nos libraremos eventualmente de algún virus o alguna bacteria con mala leche.