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La ley del monopolio

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Mayo 2023 / 113
Ilustración Darío Adanti

Ilustración
Darío Adanti

Hablemos del mercado de trabajo. Pero no de nuestra parte, la de abajo, sino de la otra. La de arriba.
Sundar Pichai, jefe de Alphabet (Google, para entendernos) cobró el año pasado un sueldo de 226 millones de dólares, lo que viene a ser algo más de 200 millones de euros. Jueguen con esta cifra como quieran: divídanla por meses o por día (o por hora: sale a 23.000 euros, incluyendo las horas de sueño) o, si tienen una cierta edad, tradúzcanla a pesetas: 33.800 millones.

Hay que reconocer que Pichai hizo grandes esfuerzos para ganarse el jornal. Despidió a 12.000 empleados, casi el 6% de la plantilla, y eso cuesta lo suyo. Hay que firmar varios papeles. Aun así, la magnitud del salario apabulla. Cierto, estamos curados de espantos: Cristiano Ronaldo, un futbolista en decadencia, gana también 200 millones de dólares por año. Pero eso no es el mercado (Kylian Mbappé, mucho mejor, gana 63), sino un capricho saudí.

¿Y lo de Google? Veamos. El sueldo promedio en la compañía es de unos 260.000 euros anuales. Casi 100.000 empleados (casi la mitad de la plantilla) tienen salarios que superan esa cifra. Como la compañía ganó 60.000 millones de dólares en 2022, parece claro que puede permitirse retribuir de maravilla a su gente. (Un detalle: los beneficios de 2022 fueron el 20% menores de los de 2021, lo cual justifica que el gran jefe Pichai cobrara más que nunca; por razones misteriosas, cuando se gana menos y se despide más, los altos ejecutivos se llevan una recompensa especial.)

"La mano invisible"

Google se ajusta, simplemente, a las leyes del mercado, del mercado monopolístico, conviene añadir. El famoso buscador de Google copa el 93% del mercado, sin contar con aplicaciones tan usadas como Maps y otras. Las grandes corporaciones tecnológicas funcionan como un oligopolio que arrasa sectores enteros, desde el pequeño comercio a la industria periodística, e impone su ley en nuestras economías y, gracias al algoritmo, incluso en nuestras ideas.

Al libre mercado lo llaman “la mano invisible”. No sé cómo habría que llamar a esto.