Golpe de gracia al agricultor
Agricultura: Europa no puede dar de comer a Rusia, donde España había duplicado sus ventas de alimentos. Otro golpe para el sector, que sufre cómo se agrava la caída de precios.
El impacto del veto ruso a las importaciones de alimentos europeos va más allá de cuantificar las exportaciones agrícolas que no podrán realizarse. Empuja a la baja unos precios ya por los suelos y trunca un esfuerzo de años por hacerse un hueco en un nuevo mercado.
Reparto de productos en Madrid, en protesta contra el veto ruso. FOTOGRAFÍA: UPA
Cuando se difundieron los últimos datos sobre el paro registrado el pasado agosto, el director del Instituto Aragonés de Empleo (INAEM), Jorge Escario, atribuyó una tercera parte del incremento del desempleo en su comunidad al muro que Moscú ha levantado para los productos agroalimentarios de la Unión Europea y varios países más, en réplica a las sanciones que le habían sido impuestas a la Federación Rusa por su papel en la crisis de Ucrania, y, en particular, al derribo de un avión supuestamente por separatistas rusos.
De los 879 parados más contabilizados en Aragón, 174 trabajaban en el sector agrícola en Huesca. En la zona de Litera se concentra la producción de melocotón y nectarina, con Rusia como destino. “No sabemos cuánto más nos afectará el veto ruso” en los próximos meses, señaló Escario. La contratación temporal también se ha resentido. Unió de Pagesos, sindicato agrario mayoritario en Catalunya, eleva los posibles puestos de trabajo afectados en una horquilla de entre 2.000 y 3.000 personas, sumando los empleados en almacenes, los transportistas, los seleccionadores de fruta y los expertos fitosanitarios.
El precio del melocotón en origen cayó de 60 a 17 céntimos
Los mensajes oficiales sobre los daños globales “limitados” del veto ruso se encajan con enfado y frustración. Es cierto que Rusia, como destino, solo representa el 1,26% de las exportaciones españolas y el 1,55% de las del sector alimentario. Las ventas españolas de productos agrícolas y pesqueros van a parar en un 76,22% a la Unión Europea. Del 23,78% restante a terceros, el territorio Putin captó un 6%. Según Bruselas, el gigante del Este capta el 9,9% de las exportaciones agrícolas europeas (12.000 millones).
Pero la realidad es más compleja. Hace una década, España vendía 257 millones de euros en alimentos a Rusia. En 2013, la cifra se duplicó de largo (588,4 millones), afirma el último Informe Anual del Comercio Exterior. La cuota de mercado en la Federación ganada por España en este período se incrementó el 39%, solo por detrás de Arabia Saudí, China y los Emiratos Árabes Unidos (EAU). La emergente clase media rusa se ha convertido en un nicho claro de crecimiento. A pesar de que intenta incentivar su producción local, la Federación Rusa se mantiene como un importador neto de productos agrícolas. Tras su ingreso en la Organización Mundial de Comercio (OMC), Moscú aceptó reducir la tasa de los aranceles de importación para productos agrícolas del 13,2% al 10,8%.
TOMATES SIN DESTINO
El peso creciente de Rusia la conocen bien los agricultores andaluces, pues desde 2009 las ventas de sus productos se habían disparado un 87%. En Almería, habían encontrado el modo de sembrar tomates-pera resistentes, pensando en el mercado del Este. Tienen plantadas 4.000 hectáreas de esta variedad.
En el mismo período, la Comunidad Valenciana, la más afectada por esta crisis, duplicó sus exportaciones a la Federación de 67 a 138 millones. El mayor productor de tomates de Alicante, Bonny, vio cómo cesaban de golpe sus envíos de tomates secos y gazpacho, y tiembla por lo que ocurra en octubre, cuando empiece la campaña de tomate fresco. El 10% iba a Rusia.
Introducirse en un nuevo mercado es una apuesta que puede llevar tres años. La firma asesora H4DM apunta en un informe que China podría ser un destino alternativo para las frutas, las verduras y las hortalizas españolas, pero llevaría su tiempo. Las frutas de hueso, la uva de mesa, los caquis y frutos rojos, han resultado, además del melocotón o la ciruela, los más afectados. La prohibición les pilló en mitad de cosecha.
Los productores españoles, airados porque pagan los platos rotos por una geopolítica que se les escapa, piden ayuda de envergadura a los gobiernos para buscar salida a sus productos, sobre todo porque Moscú sí se ha movido deprisa. Mientras anunciaba la imposición del veto a principios de agosto, ya negociaba con Brasil, Argentina, Uruguay y Ecuador para evitar que su gran despensa quedase vacía de alimentos. Los países latino-americanos ven una oportunidad de oro para eclipsar a los europeos, a los que llevan décadas escuchando defender el libre comercio y el libre mercado. La cuestión es que el veto ruso ha sido impuesto para un año. Tiempo suficiente para que se afiancen los rivales latinoamericanos.
Ya ha ocurrido algo parecido con la carne de cerdo. Rusia impuso restricciones al porcino comunitario tras detectar un brote de peste porcina en Lituania, y Brasil vende ya 134.270 toneladas de esa carne a los rusos. El Gobierno ecuatoriano ha admitido que Moscú le ha ofrecido vuelos chárter para ayudarles a trasladar productos. Las ventas españolas de carne a Rusia han caído de forma espectacular, así que los ganaderos notarán menos el veto alimentario ruso porque ya sufrían restricciones parciales.
Pero además del temor a perder el terreno ganado en el mercado ruso durante el año de duración del veto, el sector alerta de un problema mayor: “La alarma en los mercados ha servido a la gran distribución y a varios intermediaros especuladores para bajar los precios de forma injustificada”. El desplome de precios con vistas a la próxima campaña es un riesgo sobre el que ha advertido también públicamente el presidente de la cooperativa La Palma, Pedro Ruiz. “Si Holanda no coloca en Rusia sus pepinos, tendrá que buscar otra salida en Europa, lo cual saturará la oferta y caerán los precios”, resume el problema.Un 3% de la producción de la cooperativa va para Rusia.
INUNDACIÓN DE LECHE
Los precios en origen a que venden sus productos los agricultores ya son bajos, pero este problema crónico se agrava con el veto ruso. La sobreoferta de género sin colocar trae cola. “El veto puede impactar en forma de excedentes de leche líquida de países del centro de Europa, que resultan más afectados por el embargo. Somos deficitarios en leche y la importación a bajo precio puede provocar un desplome mayor de los precios que percibe el ganadero”, señala Andoni García, responsable de Acción Sindical de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG). De enero a agosto, los precios de la leche bajaron un 18,7%, y en agosto, la industria anunció rebajas extra que deja el litro en 0,32 euros, en el umbral de la rentabilidad.
La distribución paga menos al productor
La bajada no se repercute al consumidor
En el campo, el precio de los melocotones cayeron el mes pasado a 0,17 céntimos de euro, igual que el de las nectarinas. En mayo, el kilo se pagaba a 0,60 céntimos. La COAG reclama al Gobierno un seguimiento “riguroso” por parte de la Agencia de Información y Control Alimentario (AICA) para impedir ”la especulación”. La organización se refiere no solo a la caída de precios en origen, sino al hecho de que los intermediarios, las grandes cadenas de distribución, hayan aprovechado el veto ruso para bajar precios al productor sin repercutirle el precio al consumidor. “Los márgenes comerciales son desorbitados”, denuncia el secretario general del sindicato, Miguel Blanco. El mismo melocotón, que en mayo se vendía al consumidor un 402% más caro que al agricultor, se vendió nada menos que un 988% más caro en agosto. La nectarina, un 900% más cara; la manzana, un 680% más. Y la patata y el repollo, aún peor.
TEMAS RELACIONADOS: