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Syriza avanza de cero a dos

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Marzo 2015 / 23

Periodista de ‘La Vanguardia’, desde Atenas

Si Syriza es un partido humillado, forzado por las potencias acreedores germanas a hacer el temido kolotoumba (giro de 180 grados) tan poco después de formar un gobierno, nadie lo diría viendo el lenguaje corporal de Alexis Tsipras o de Yanis Varufakis. Mientras el acuerdo del 20 de febrero de prolongar durante cuatro meses el llamado rescate a Grecia puede parecer un volte face para el Gobierno de la nueva izquierda, hay bastantes motivos por los que el primer ministro griego y su carismático ministro de Finanzas pueden sentirse alegres.

Las expectativas en Grecia estaban bastante bajas pese a la victoria de un partido tan reivindicativo. Antes del acuerdo, en dos ocasiones me hicieron exactamente el mismo comentario un estudiante veinteañero durante una manifestación progubernamental en la plaza Sintagma de Atenas y el dueño de un bar de souflaki (pinchos de carne muy populares por su bajo precio) en la isla de Simi: “En estos momentos, estamos en un cero; no esperamos un diez, sino un dos o un tres”, dijeron. La popularidad de Syriza se había disparado desde el 35% en las elecciones a más del 70% en los sondeos antes del acuerdo.

El comunicado del Eurogrupo se lee, eso sí, como un documento policial para un preso que debe llevar una pulsera electrónica en cada tobillo y no alejarse más de dos kilómetros de la comisaria. “Las autoridades griegas se comprometen a no retirar medidas ya acordadas o adoptar medidas unilaterales”, sentencia.

No es exactamente la recuperación de la soberanía que prometía Tsipras. Pero en Grecia, salir de la cárcel sin ir directamente al corredor de la muerte hacia el Grexit puede percibirse como un logro. “Es un buen acuerdo; pocos detalles; nos deja espacio para mover ficha”, aseguraba un ministro la noche posterior.

Está por ver qué quedará de aquel Programa Salónica que se presentó como manifiesto electoral, que incluía la subida del salario mínimo a 751 euros, el nivel anterior a la llegada de la crisis, el restablecimiento de convenios colectivos, la suspensión de privatizaciones, la readmisión de 3.500 trabajadores públicos, ayuda a propietarios de vivienda en apuros, un calendario escalado para pagar deudas a Hacienda, etc. Un ministro consultado dijo que si se veía obligado a echarse para atrás en las medidas que había anunciado, tendría que dimitir. El kolotoumba (ese sí, planificado) de abandonar la exigencia de quita sobre la deuda tenía que ser compensado por una defensa acérrima del programa. Mucho dependerá de la creatividad en el diseño de las reformas y la colaboración de Francia e Italia.

Para cualquier turista que recorra el Partenón y repase la historia de la democracia de Pericles no puede sino resultar chocante ver a un Gobierno recién elegido 2.500 años después recibir la orden de que no debe adoptar “medidas unilaterales”. Pero es la realidad de la zona euro. Si no se opta por el Grexit, la única forma de avanzar es mediante cambios políticos paneuropeos que aseguren que las medidas pactadas ya no se basan en la contraproducente austeridad de los últimos años. Varufakis al menos ha logrado que la troika (UE, BCE y FMI) haya desaparecido del vocabulario, y que decidan los ministros del Eurogrupo.

El objetivo primario de Varufakis era asegurar la liquidez proporcionada por el BCE para usar letras del Tesoro para financiar el Estado durante un período de transición. Esto, en principio, se ha conseguido. “Esta es una victoria si se tiene en cuenta la posición alemana; Grecia consiguió cuatro meses de extensión, la banca está protegida, tiene la posibilidad de proponer sus propias reformas y no habrá Grexit”, dijeron fuentes del Gobierno de Atenas.

Lo que no aparece en el acuerdo puede ser más importante que lo que sí sale

Aunque sigue sometiendo a Grecia al férreo control de los acreedores, el acuerdo al menos parece reconocer implícitamente que la austeridad debe ser relajada “de acuerdo con las circunstancias económicas de 2015”. Lo que no aparece puede ser más importante que lo que sale. No hay referencia a la necesidad de alcanzar un superávit primario del 3% del PIB este año y el 4,5% en los posteriores, que habría supuesto más subidas de impuestos, recortes y estancamiento.

Otro factor puede jugar en favor de Tsipras: hay muchos indicios de que el simple hecho de firmar un acuerdo impulsará la economía. “Da lo mismo que sea malo o bueno el acuerdo, lo que hace falta es certidumbre para que se estimule la inversión”, dijo un analista de Alpha Bank.

Tras la profunda depresión económica y una recaída en los últimos meses de incertidumbre, el repunte de la economía puede ser importante. Pronto llegará la temporada de turismo. Si Grecia consigue negociar una meta más baja del 1,5% o el 2% para el superávit primario, las expectativas económicas pueden mejorar rápidamente. Varufakis, keynesiano y con un inglés suficientemente sofisticado como para entender el significado de animal spirits mejor que sus homólogos alemanes, sabe que los inversores también están hartos de la austeridad. 

 

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