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La vida en la tierra puede recuperarse de un cambio climático importante... la humanidad no

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En España los incendios ocurrían siempre en los meses de junio, julio, agosto y llegaban a extenderse hasta septiembre. Generalmente estaban localizados, tal comarca, tales montes, lo que permitía a nuestros “inefables” políticos, repetir, se tuviera certeza o no, que detrás de las llamas del monte en muchas ocasiones había pirómanos desequilibrados o pirómanos interesados en desalojar unos terrenos, que recalificados, podían convertirse en urbanizaciones para segunda residencia. 

Creo que fue el gran Forges (o quizás fue Perich) quien acuñó la frase: “Cuando un monte se quema algo suyo se quema…Sr. Conde”. Esto ha sido válido hasta época reciente. Ahora ya no vale. El gran pirómano de este verano, no solo en España sino en otros países europeos tiene un nombre concreto: El cambio climático, del que venían alertando desde hace tiempo el panel de científicos (IPCC por sus siglas en inglés) de reconocido prestigio que trabajan para las NN.UU que nos decían que lo que nos está ocurriendo podía pasar.

Quemar, hasta el momento actual, más de 100.000 hectáreas prácticamente en todas las provincias de España hubiera exigido una coordinación, una organización de pirómanos de tal envergadura que hubiera puesto en gran aprieto a los servicios de seguridad del Estado. No han sido personas con cierto desequilibrio, no han sido agricultores que en un despiste al quemar los rastrojos las llamas saltaron al bosque colindante, ni el “dominguero” que imprudentemente pretende asar carne junto a un ribazo a 40º grados a la sombra. Todo ha sido más fácil, y todo es más comprensible. Hemos llegado al límite de lo que se podía esperar con un aumento de la temperatura terrestre de 1,5º (en referencia al período preindustrial): el calor insoportable (para los seres humanos y la naturaleza), la sequía, la acumulación de biomasa tras una primavera lluviosa presta a formar una pira que se extiende  a gran velocidad, ha hecho que los servicios contraincendios de las Administraciones no hayan podido frenar los fuegos y que en ocasiones, desbordados, hayan abandonado a las llamas, impotentes, los bosques, las casas, los caminos, los corrales de ganado, incluso pueblos enteros.

Foto: Getty images

 

El IPCC, o algunos miembros de este panel de expertos, han indicado con gran preocupación, que lo que está ocurriendo este verano lo habían previsto para el año 2050. Esa era para ellos la fecha probable del desastre que estamos sufriendo, de los calores que nos ahogan y que no nos dejan dormir, de las muertes por golpes de calor o por el agravamiento de dolencias crónicas, si hubiésemos sobrepasado el límite de 1,5º  que diversas COP (Conferencias de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático), realizadas hasta ahora, habían establecido que las consecuencias del cambio climático se mostrasen con mucha mayor virulencia.  

Muchas son las consecuencias de este aumento desbordado de las temperaturas estivales. Vamos a fijarnos solamente en las repercusiones para la agricultura y el sistema alimentario. Según informaciones solventes procedentes de la propia U.E o de diversos gobiernos europeos, la cosecha de cereal en Europa ha sufrido una merma que varía entre el 30% y el 50%. No es posible determinar con exactitud cuál ha sido la caída de rendimientos en países de África, Asia o América Latina. En algunos lugares por ejemplo de Asia la producción de arroz ha disminuido a causa de inundaciones, como en Bangladesh, donde además del desastre agrícola provocado por el monzón (desde hace 20 años no se producían lluvias de tanta intensidad) ha habido que desalojar a cuatro millones de personas inundados sus poblados y convertidos en un pantanal sus campos.

Por los expertos del IPCC ya se avanzó que a medida que el cambio climático se recrudezca, los fenómenos climatológicos extremos provocarán irregularidad  en las cosechas. Lo anormal será que puedan sacarse rendimientos como los que en mayor o menor medida se sacaban antes de la agudización de los fenómenos meteorológicos.

Mas hambre, mayores necesidades de alimentos, mayor malestar entre la población, revueltas e inestabilidad política, … eso es lo que nos espera. Revertir el cambio climático es ya imposible. Negarlo es de estúpidos con las imágenes que nos muestran diariamente la prensa y la televisión, solo queda intentar frenarlo y sobre todo adaptarse al mismo con medidas que preserven la vida de las personas y puedan mantener unos niveles de producción que permitan mitigar el hambre.

Y hay que promover la solidaridad entre las naciones, sobre todo con aquellas más desfavorecidas, coordinarse para adaptarse a la nueva situación, abandonar aventuras militaristas, y extender la comprensión de que nos estamos jugando a muy corto plazo la pervivencia de la humanidad.