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Trampas para hoy, hambre para mañana

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Fotografía
Rob Oo

Origen
Flickr

Greenpeace ha vuelto a sacar un informe de esos que dan vergüenza ajena y pena. "Haciendo trampas al clima. Resistencias y malas prácticas del sector empresarial ante el reto de la descarbonización". En este informe explican las siete trampas que usan las empresas para la retórica. 

La primera trampa consiste en firmar todo tipo de acuerdos internacionales que no tienen ninguna consecuencia si se incumplen. E incumplirlos o directamente no informar.

La segunda trampa es pagar la huella de carbono pero no cambiar la forma en que se contamina y recibir ayudas públicas que compensan el dinero gastado. "Se exige la neutralidad tecnológica y del mercado al mismo tiempo que se acaparan las ayudas financieras que distorsionan ese mismo mercado para poner los recursos públicos en manos de intereses privados", explican. 

La tercera trampa es el abuso de los términos "bio" o "eco", sin consecuencias desde el ámbito legal. "La voluntariedad y la autorregulación en materia de comunicación y publicidad no funciona. La norma número 11 del Código de Autorregulación sobre Argumentos Ambientales en Comunicaciones Comerciales establece que "las aseveraciones genéricas o no específicas sobre beneficios de tipo ambiental, en particular aseveraciones tales como 'no dañino para el medio ambiente', 'verde', 'ecológico', 'sostenible', deben evitarse o justificarse mediante acotaciones", explican. Pero lo cierto es que no hay revisión y se incumple con algo tan común como el biodiesel, que es básicamente diesel con aceite de palma.

La cuarta trampa ya es directamente trucar la contabilidad de las emisiones, al no contabilizar las que se producen fuera. Es decir, contabilizar las emisiones hechas en Europa, pero no en China, donde se tiene la producción.

La quinta trampa consiste en "comprar energía con certificado verde como forma de compensar las emisiones en vez de abordar reducciones directas de sus emisiones o de su demanda real de combustibles fósiles". Aparentemente en la misma legislación el concepto de "energía verde" es confuso y el sistema no permite que haya en la red energía 100% renovable.

La sexta trampa es "plantar árboles para intentar compensar las emisiones, pese a la controversia científica sobre la capacidad de muchas regiones de albergar más árboles o los cambios que se están produciendo en los bosques a causa del cambio climático, que está mermando su capacidad de influir positivamente sobre el ciclo del carbono".

Y la última trampa implica "posponer la descarbonización en espera del desarrollo de la captura y almacenamiento de carbono, una tecnología que no estaría disponible de manera comercial antes de 2040". Las empresas de energía sucia, como las de carbón, se basan en esta supuesta tecnología para sus planes, pero ésta aún no está probada.

En el informe Greenpeace apunta con el dedo directamente a 10 empresas españolas que utilizan este tipo de trampas: BBVA, Campofrío, Coren, Ecoembes, Endesa, Iberia, Naturgy, Real Madrid CF, Repsol y el Banco Santander.

En las webs de prensa de estas empresas no hay respuesta a Greenpeace. Si lo que dicen en el informe es cierto, y parece serlo porque no hacemos más que empeorar los niveles de contaminación, las trampas de hoy son el hambre de mañana.

Hambre para todos y para todas. Incluidos los hijos de los empresarios, que tendrán que vivir en un mundo explosivo, donde ya habrá aumentado la temperatura del planeta más de 1.5 grados.