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Mucha agricultura, poca agua

La sequía es endémica en algunos lugares de España y va a empeorar por el cambio climático. La población sufrirá las consecuencias a menos que cambien las políticas

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Enero 2023 / 109

Fotografía
Andrea Bosch

En tema de aguas estamos mal. Y vamos a peor, sobre todo si no hacemos nada para cambiar la situación. Más de una quinta parte del territorio español ya está desertificado. Y otro tanto está en riesgo. Los suelos ya son áridos y semiáridos, por ejemplo, en el sureste de España; en regiones como Murcia, Almería, en una parte de Granada, en Albacete y en otras regiones. Es una diagonal que año a año se va moviendo desde Almería hacia el centro. 
 
Este verano y hoy mismo algunos pueblos de España han necesitado y necesitan de camiones cisterna con agua para abastecer a sus habitantes. Es una medida de urgencia, un as en la manga, de último momento.
 
La sequía es estructural, crónica. Y por más que tengamos la suerte de vivir un año húmedo, continuará. Aumentará incluso, porque el cambio climático nos lleva cada vez más a tener menos lluvias. Los periodos secos serán, año tras año, más largos e intensos. Y el agua de los embalses se evaporará más rápido.
 
Según las prospecciones de AEMET, si nada cambia, o si cambia poco (véase gráfico sobre precipitaciones), el nivel de lluvias se irá reduciendo cada vez más.

 

Tampoco la lluvia que sí cae hoy por hoy es de buena calidad*. En primer lugar, la misma lluvia cae contaminada. No cumple con los requisitos básicos para ser considerada agua potable (en algunas partes menos que en otras, no necesariamente porque el agua sea mejor, sino porque también cambian los requisitos para la aprobación de salubridad). Pero es que, además, cuando cae, si cae en grandes cantidades de pronto, sobre zonas ya secas, el suelo no alcanza a absorber, y se producen inundaciones y contaminación. Y como explica un estudio del WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza, por sus siglas en inglés), además, “los incendios forestales están arrasando cientos de miles de hectáreas cada año en nuestro país. Estamos ante suelos degradados y esta erosión deja nueve millones de hectáreas ya catalogadas como zonas con un riesgo alto o muy alto de desertificación, principalmente en el tercio sur y los dos archipiélagos”.

El WWF estima que en 2050 tres cuartas partes de la población y el PIB de España podrían enfrentarse a un riesgo alto por la falta de agua si no se toman medidas.

“El 17% de la población europea corre un alto riesgo de escasez hídrica para el año 2050”, advierte. “España, junto con Grecia, será uno de los países que tendrán el mayor riesgo de sufrir estrés hídrico. Sevilla, Granada, Córdoba y Murcia sufrirán el mayor riesgo de escasez de Europa”. 

La falta de lluvias es apenas uno de los tantos problemas que tiene España en temas de agua. “No es la disponibilidad física, sino la disponibilidad versus la demanda”, dice Gonzalo de la Cámara, director del Centre for Water & Climate Adaptation. “Llueve lo mismo pero tú consumes más agua. Eso es escasez; y la sequía acentúa el problema. El enfermo ahora tiene fiebre. Pero ya estaba enfermo".

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Agua

De la Cámara explica que el problema está en varios niveles. Por un lado, está la sequía meteorológica: llueve menos. Pero, además, está la sequía hidrológica: es decir, cuánto del agua que llueve efectivamente termina de estar disponible. España es el país de Europa con más intervenciones sobre sus ríos; el doble de embalses del segundo país que más tiene (Francia). Y este agua, si hay calor, se esfuma. España tiene las reservas de agua al 34% de su capacidad. Algunos lugares tienen una sequía hidrológica prolongada. Zonas como el Guadalquivir están al 18%. Otras regiones tienen hasta el 70%, pero en ningún caso las reservas están al 100%. Ni siquiera en Asturias, donde siempre llueve.

Y, por último, está la sequía agrícola, relacionada con la agricultura industrial. Se produce por una mala planificación del cultivo. Y ese es uno de los mayores problemas que tiene España en temas de agua.

Cultivos, cultivos, cultivos

España es “la huerta de Europa”; el primer exportador de frutas y hortalizas de toda la Unión Europea. Además, se gana el trofeo de ser uno de los tres primeros exportadores mundiales junto con China y EE UU. También tiene el trofeo de ser el país con mayor sobreexplotación de agua de toda Europa.

El 80% del agua que se gasta en España va a la agricultura. El resto va a la industria, a la generación de energía. Y al uso directo para el consumo humano necesita apenas el 10%. Por ejemplificar, WWF dice: “En volumen, se estima que los cultivos de regadío consumen 100 veces más agua de lo que necesitan los tres millones de habitantes de Madrid en un año”. El nivel de riego de hoy, destinado a unos 3,8 millones de hectáreas de cultivos, es de 29.000 hectómetros cúbicos.

El mundo ecologista, desde Ecologistas en Acción y Greenpeace hasta la WWF, ponen el ojo muy seriamente en la agricultura, para resolver el problema: hay que cambiar el tipo de cultivo por uno que requiera poca agua (cambiar arroz por quinua, por ejemplo); bajar la cantidad de tierra dedicada al cultivo, que, además, tiene detrás a muy pocos dueños, y no contaminar el suelo con nitratos y fosfatos que entran en el suelo. Además de producir de modo más ecológico. Por ejemplo, con la lluvia y el riego, el exceso de nitratos es lavado hasta los acuíferos y los contamina. Y sucede por el uso de fertilizantes artificiales y el uso de excrementos de animales como fertilizantes, muy ricos en nitratos.

Es un círculo vicioso porque en las zonas donde ya no hay agua disponible ni en ríos ni en embalses, estos regadíos usan el agua subterránea, que comienza a escasear. Según Greenpeace, el 44% de las masas de agua subterránea en España se encuentra en mal estado, según los documentos de elaboración de los planes hidrológicos de tercer ciclo (2022-2027) presentados por las Confederaciones Hidrográficas (véase gráfico de Greenpeace).  

España ha incumplido ya el plazo de los objetivos ambientales fijados en la Directiva Europea Marco del Agua en 2015, en 2021. Y, si no mejora su situación, podría incumplirla también en 2027, último plazo salvo casos muy aislados, en los que cabe acogerse a una prórroga o a objetivos menos rigurosos. “En el 19% de las masas de agua subterránea ya se da por hecho que no se cumplirán”, dicen en Greenpeace. “No se espera que se pueda alcanzar el buen estado hasta dentro de una década o más. Para el 8% de las masas se da un plazo a 2039 y más allá”.

Ilegalidad

Como si la situación no fuera ya grave, WWF denuncia que algunos importantes regadíos ni siquiera están declarados ni son legales. Desde la organizaciín hicieron una radiografía que cuantifica la superficie que se riega con agua extraída, según ellos, ilegalmente, de los cuatro “puntos negros del saqueo del agua en España: Las Tablas de Daimiel (Castilla-La Mancha), Donaña (Andalucía), Mar Menor  (Murcia) y Arenales (Castilla y León). Son cuatro lugares que son emblemáticos y de gran valor ambiental” (véase gráfico de WWF).

En Doñana, explican que la superficie regada con agua extraída ilegalmente es de más de 4.700 hectáreas, el equivalente a más de 5.700 campos de fútbol. En Las Tablas de Daimiel denuncian que son 51.465 hectáreas de cultivo regados con agua extraída ilegalmente, el equivalente a 62.300 campos de fútbol. En el Mar Menor, “que además, vive momentos críticos tras un nuevo episodio eutrofización que ha vuelto a convertir la mayor laguna salada de Europa en una auténtica ‘sopa verde", explican que su situación se debe a las toneladas de nitratos y fosfatos que entran en la laguna a través de las ramblas procedentes de la agricultura intensiva “que ha crecido sin ningún control. Existen casi 8.500 hectáreas de cultivo de regadío ilegal en el Campo de Cartagena, el equivalente a más de 10.200 campos de fútbol”. 

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Extracción ilegal

Por último, desde WWF se centran en el acuífero de Los Arenales en plena meseta castellanoleonesa. "En 2019 se regaron con 101.877 hectáreas de agua de la que extraída ilegalmente fueron 23.975 hectáreas, es decir, el equivalente a más de 29.000 campos de fútbol”. Y uno de los problemas es el tipo de cultivo, que ha pasado de cereales y viñedos de secano a, básicamente, cultivos muy demandantes de agua, como patatas, maíz, hortícolas y remolacha. En esa zona, el agua subterránea ha caído por debajo de los 25 metros. 

“El descenso de los acuíferos supone un grave problema de contaminación y una amenaza para la salud, ya que conlleva que la concentración de nitratos y arsénico sea mayor en el agua, como sucedió en 2006, hasta el punto de que, en algunos casos, no era apta para el consumo humano”, agregan. La zona de ríos de Los Arenales está siguiendo el peligroso camino de Las Tablas de Daimiel que le llevó a ser declarado sobreexplotado y, hoy, está seco y depende de ‘transfusiones’ de agua de emergencia".

Los datos pueden ser motivo de discusión, pues la Administración no tiene la capacidad para medir ni controlar todas las extracciones. En cualquier caso, la denuncia de los ecologistas es que la Administración “alimenta esta sobreexplotación del agua, ya que ha concedido derechos de uso de agua por encima de lo que puede dar según lo establecido en el Plan Hidrológico de cada cuenca”.

Agricultura responsable

La fotografía de los cultivos puede tener muchas caras y muchos enfoques, algunos de los cuales abogan por la agricultura como una fórmula, de hecho, para generar incluso agua en el desierto (véase artículo aparte).

Judith Montoriol Garriga, economista del Caixa Bank Research, explica en un informe que España ha avanzado mucho en la mejora del uso del agua. “El regadío ha experimentado un proceso continuado de modernización que está llevando a expandir progresivamente las técnicas de riego eficiente”, explica en el informe. Entre 2004 y 2021, España ha incrementado en más de medio millón de hectáreas la superficie de cultivo, hasta alcanzar los 3,9 millones en la actualidad. “En este periodo, sin embargo, el consumo de agua del sector agrario se ha mantenido bastante estable (o incluso ha tendido a decrecer ligeramente) gracias al notable esfuerzo de modernización de los regadíos. En efecto, a lo largo de estos años, ha aumentado la superficie regada mediante el sistema de riego localizado (goteo), una técnica mucho más eficiente y con unas demandas de agua muy contenidas, en detrimento del sistema de gravedad, con un consumo de agua mucho mayor.

El sistema de aspersión, un sistema más propio de cultivos herbáceos, también se ha ido implantando a lo largo de estos años (...) la modernización de los regadíos no ha ido acompañada de un ahorro de agua en agregado, pues muchas veces se da simultáneamente una intensificación de cultivos, obteniéndose un mayor rendimiento por m3 de agua empleado, pero, por otro lado, disminuyen los retornos de riego a las masas de agua”.

Dependiendo de los sitios y los tipos y formas de cultivos, hay ecologistas que los defienden, como Ezequiel Navío, presidente de la Asociación para el Desarrollo de Acciones Climáticas Integrales (ADACIS) y asesor del Cabildo de Lanzarote. “No se puede generalizar. En algunos lugares no estaría bien y en otros sí. Por ejemplo, en Canarias el problema es que hay un consumo irracional del turismo. Cada turista gasta una media de 500 litros, y ese es un consumo irracional, hacia spas y campos de golf sin sentido”.

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Precipitaciones

Canarias ha padecido la falta de agua desde siempre. Hasta la década de 1960, cuando llegaron las primeras desaladoras, la población sufría hambrunas y migraciones. Y el terreno se hizo cada vez más desierto. En este caso, Navío defiende la agricultura y las repoblaciones de bosques que se talaron, para generar una cubierta vegetal que frene el proceso de desertificación. Eso sí. No de cualquier manera, sino, en parte, utilizando pantallas de agua, una tecnología sencilla que permite generar agua por condensación del aire (véase artículo aparte). Y mediante desaladoras, que se pongan en marcha con energía solar.

Desde la Moncloa aseguran: “Este Gobierno apuesta por el regadío eficiente para sacar el máximo rendimiento a cada gota de agua, sobre todo, en un contexto de cambio climático en el que es necesario producir más con menos”. El ministro de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, Luis Planas, considera “imprescindible seguir modernizando y digitalizando los regadíos, a través de las nuevas tecnologías y las energías renovables, una tarea que constituye una de las grandes apuestas del Gobierno, para lo que se están destinando importantes inversiones”. En una de sus últimas comparecencias, explicó que el Gobierno apuesta por el regadío sostenible y eficiente: “Entre fondos del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR) y propios, se van a invertir unos 635 millones de euros entre 2022 y 2026. Es la cifra más importante que se ha realizado en inversión pública en este sentido y que, junto con la inversión de las comunidades de regantes, hablamos de más de 800 millones de euros".

Además, “desde el ministerio, a través del Programa Nacional de Desarrollo Rural, cofinanciado con el Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural (Feader), se van a financiar distintas medidas relacionadas con los regadíos. Ya se han concedido 2,7 millones de euros de ayudas, para un total de nueve grupos operativos y cinco proyectos de interés general.

Para el ministro, “se trata de un conjunto de actuaciones que suponen el mayor apoyo a la modernización y digitalización del regadío de las últimas décadas, para garantizar el ahorro de agua y energía, y aplicar con mayor precisión fertilizantes y fitosanitarios”.

Entre otras cosas, el Gobierno  creó el pasado octubre la Mesa Nacional del Regadío, un mecanismo de gobernanza nacional que permita a todos los representantes de las Administraciones públicas y los sectores afectados promover y facilitar la cooperación, consulta e intercambio de información en todos los aspectos relacionados con el regadío. También se ha creado el Observatorio de la Sostenibilidad del Regadío, que tiene como función proporcionar datos objetivos sobre el impacto económico, social y ambiental de los regadíos sobre el territorio.

 

 

*Outside the Safe Operating Space of a New Planetary Boundary for Per- and Polyfluoroalkyl Substances (PFAS). Universidad de Estocolmo