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Vulnerabilidad exponencial

El cambio climático en sí no explica ni conflictos ni migraciones, pero estos tienden a retroalimentarse

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Octubre 2023 / 117
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Dossier refugiados climáticos

Getty

En los últimos años, y desde diversas disciplinas, se ha puesto creciente atención a las interrelaciones entre la emergencia climática global, los conflictos y los desplazamientos forzados de personas. Los análisis suelen ofrecer resultados diversos. Así, por ejemplo, el aumento de las temperaturas causado por el cambio climático puede derivar en escasez de agua, tensiones y conflictos por el acceso a recursos y motivar desplazamientos de población. A su vez, los conflictos pueden impactar en el acceso a medios de subsistencia, forzar desplazamientos a territorios más expuestos a desastres o eventos peligrosos intensificados por el cambio climático.

Siria es uno de los casos más estudiados. La grave sequía en el país —la peor en varios siglos, con una intensidad y duración atribuida al cambio climático— motivó desplazamientos de población desde zonas rurales a áreas periféricas urbanas ya saturadas por el crecimiento demográfico y la llegada de población refugiada desde la vecina Irak. Diversas voces han reflexionado sobre cuán determinante fue este fenómeno en la generación de la contestación hacia Bashar al-Assad, que desembocó en uno de los conflictos armados más graves del siglo, causa del mayor movimiento de población refugiada del mundo en 10 años, antes de la guerra en Ucrania.

Variables en juego

Parece haberse alcanzado un relativo consenso en los estudios sobre la cuestión respecto a que los factores climáticos o medioambientales no explican por sí solos ni migraciones ni conflictos, y a que la relación depende de su interconexión con otras variables sociales, políticas y económicas. Otra constatación es que se trata de fenómenos con propensión a coexistir. Ya en 2020, International Displacement Monitoring Centre alertaba de que el 95% de los nuevos desplazamientos por conflictos se producían en países vulnerables al cambio climático.

De manera creciente, el cambio climático es considerado un multiplicador de riesgos y tensiones, que pueden afectar de manera desproporcionada a poblaciones en situación de vulnerabilidad. Entre ellas, personas migrantes, refugiadas y desplazadas internamente y también “poblaciones atrapadas”, sin posibilidad de abandonar áreas especialmente expuestas a los efectos del cambio climático. La región MENA (Oriente Próximo y Norte de África), una de las más vulnerables al cambio climático, ofrece diversos ejemplos. En Siria, tormentas e inundaciones poco habituales e incendios en medio de oleadas de calor han agravado la situación ya precaria de decenas de miles personas desplazadas por el conflicto.  En Yemen, lluvias torrenciales inusuales afectaron a miles de personas ya desplazadas por la guerra y propiciaron nuevos movimientos.

La experiencia más reciente es la de Libia, donde las lluvias torrenciales sin precedentes que asolaron el país —50 veces más probables a causa del cambio climático, según informes científicos— confluyeron con un escenario marcado por más de una década de conflicto armado, fractura institucional e inacción política. Miles de personas murieron tras la rotura de las presas en Derna y más de 30.000 —algunas desplazadas previamente— se han visto obligadas a abandonar su hogar. Otros miles permanecen desaparecidas, entre ellos numerosas personas refugiadas y migrantes a los que será prácticamente imposible rastrear, lo que agrava aún más la situación de un colectivo objeto de numerosos abusos y vulneraciones de los derechos humanos en el país norteafricano y en su tránsito —a menudo letal— hacia Europa. Estas dinámicas confirman la importancia de actuar ante el cambio climático y también de apostar por respuestas que se hagan cargo de la complejidad, de las interrelaciones con conflictos y violencias y que pongan en el centro la protección de la vida, los derechos y dignidad de las personas.