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La cuestión nuclear divide Europa

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Junio 2017 / 48

Alemania y Francia representan dos visiones completamente opuestas de la cuestión nuclear en el Viejo Continente.

Central nuclear de Civaux, en el oeste de Francia. FOTO:  Parlamento Europeo

Las catástrofes de Chernóbil, en 1986, y Fukushima, veinticinco años después, no han bastado para disuadir a muchos países de utilizar la energía nuclear para generar electricidad. Según el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), dependiente de la ONU, en noviembre del año pasado había 64 reactores nucleares en construcción en todo el mundo. Los 444 actualmente en operación en 30 países producen el 16% de la electricidad mundial.

Quince de los veintiocho miembros de la Unión Europea tienen centrales nucleares. Bruselas no ha marcado nunca una política única al respecto, por lo que la situación varía mucho de país a país: desde el entusiasmo francés hasta la decisión alemana de abandonar la energía nuclear para siempre. 

Alemania. El 30 mayo de 2011, tan sólo dos meses y medio después del desastre de Fukushima (Japón), el Gobierno alemán decidió apagar todas las centrales nucleares del país antes de 2022, sumándose así a una vieja exigencia de Los Verdes y los socialdemócratas del SPD. La canciller Angela Merkel dio marcha atrás así a la prolongación de la vida útil de las instalaciones nucleares que su Gobierno había aprobado ocho meses antes. Tan sólo el 13,1% de la energía generada en el país fue de origen nuclear en 2016, comparado con el 31,8% de diez años antes. 

Bélgica genera más de la mitad de su electricidad con energía nuclear. Actualmente tiene operativos siete reactores, igual que España, aunque con 35 millones de habitantes menos y sólo el 10% de la superficie española. En 2003, el Parlamento prohibió la construcción de nuevas instalaciones y estableció un límite de cuarenta años para las existentes, pero recientemente se ha extendido la vida de varias de ellas con el argumento de que son necesarias para garantizar el suministro de electricidad. Los problemas experimentados en algunas centrales —escapes y grietas, e incluso un incidente de sabotaje— han hecho saltar las alarmas. El año pasado, Alemania pidió el cierre de las dos instalaciones cercanas a su frontera, Doel y Tihange, operativas desde mediados de la década de los setenta y cuya vida ha sido prolongada diez años más, hasta 2025.

Francia es la indiscutible campeona mundial de la energía nuclear y su industria atómica es una de las más potentes del planeta, con empresas públicas gigantes como EDF y Areva. El país vecino genera aproximadamente el 75% de su electricidad en los 58 reactores repartidos por su territorio, que dan empleo a 220.000 personas. La energía nuclear es una apuesta estratégica de Francia tras el fin de la II Guerra Mundial. Junto a Reino Unido, Francia es, además , el único miembro de la Unión Europea con armas nucleares. El nuevo presidente de la República, Emmanuel Macron, ha prometido respetar el objetivo marcado por el anterior Gobierno socialista de reducir el porcentaje de energía nuclear al 50% en el año 2025.

Italia comenzó a generar energía nuclear en los años sesenta del siglo pasado, pero cerró todas sus centrales en 1990. Así lo decidieron los  ciudadanos  en un referéndum celebrado tras el desastre de Chernóbil (Ucrania). El Gobierno trató de revertir la decisión en 2008 con el argumento de que el cierre de las instalaciones tuvo un coste de 50.000 millones de euros para el contribuyente  y llegó a planificar la construcción de 10 reactores nucleares. Tras el accidente de Fukushima, un nuevo referéndum dio carpetazo a la cuestión.

Reino Unido, pionero de la energía nuclear de uso civil, abrió su primera central en el año 1956. Actualmente cuenta con 15 reactores que producen la quinta parte de la electricidad que consume. En 2010, el Gobierno autorizó la construcción de ocho nuevas centrales. Los programas de los principales partidos ante las elecciones del 8 de junio prácticamente soslayaban la cuestión nuclear. Los conservadores hacían mención a la necesidad de recortar los costes energéticos y fomentar la eólica, mientras que los laboristas y los liberal-demócratas mostraban sólo un apoyo discreto a las nucleares.