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Eficiencia hasta la muerte

Los fondos de inversión llevan tiempo catando los beneficios de las residencias de ancianos. Será el mayor negocio del siglo XXI. Y no será bonito sufrirlo, ni verlo desde fuera.

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Marzo 2023 / 111
Hombre entre dos gráficas

La palabra “eficiencia” no parece, de entrada, muy terrible. Según el diccionario, “eficiencia” significa “capacidad de lograr los resultados deseados con el mínimo posible de recursos”. Suena razonable, ¿no?
Cuando el primer Gobierno de José María Aznar aprobó, en 1997, la ley que permitía la gestión privada de los hospitales públicos, se habló mucho de la eficiencia. El funcionamiento del asunto resulta bastante simple. Supongamos que a un hospital público cada paciente viene a costarle, en promedio, 90 euros diarios. Entonces aparece una empresa privada y le pide al gobierno 60 euros diarios por paciente: conseguirá los mismos resultados, dice, por menos dinero. Ahorrará de aquí y de allá y aún le quedará margen para hacer negocio.
 

La lógica del mercado
Como es obvio, al paciente se le practicarán las pruebas estrictamente necesarias y ni una más. Se le proporcionará la alimentación más barata disponible, justo un peldaño por encima de la desnutrición o el envenenamiento, etcétera. La lógica del mercado: el mínimo posible de recursos. El inversor privado, en cualquier caso, deberá mantener dentro de resultados aceptables la primera parte de la “eficiencia”, es decir, “lograr los resultados deseados”: si no consiguen curar a casi nadie, el negocio no prosperará.
Creo que en los próximos años la palabra “eficiencia” nos acompañará hasta la muerte, de forma literal. Los grandes fondos de inversión llevan ya un tiempo catando los beneficios de las residencias de ancianos, pero ahora está llegando el gran momento: la generación del baby boom, la más numerosa de la historia, empieza a jubilarse y pronto se disparará la demanda de plazas en residencias.
 

Alta rentabilidad
En los próximos dos años habrá 25.000 nuevas camas para ancianos en España. Más del 80% corresponden a inversión privada. No es extraño: la rentabilidad neta que obtienen los inversores supera el 4,5% anual, por encima de lo que genera la inversión en vivienda. Ahora mismo, una plaza en una de estas residencias privadas cuesta en promedio unos 1.700 euros mensuales. Pero más de la mitad de los pensionistas españoles percibe menos de 1.000 euros.
Ay, amigos. Cuánta eficiencia vamos a ver en el futuro próximo. Y qué inclinada estará del lado del “mínimo posible de recursos”, dada la dificultad de establecer cuáles son “los resultados deseados” cuando hablamos de ancianos indefensos cuyas facultades mentales irán a peor cada día.
Será el mayor negocio del siglo XXI. Y no será bonito sufrirlo, ni verlo desde fuera.