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El peligro de fabricar recesiones

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Octubre 2023 / 117
Darío Adanti

Ilustración
Darío Adanti

Parece que nos adentramos en una época larga de dinero caro. Los bancos centrales mantienen altos los tipos de interés, y avisan de que esto durará, con el objetivo de estrangular la inflación. En general, lo que hacen los bancos centrales es fabricar recesiones: con la economía en crisis, la demanda de productos baja y los precios, en consecuencia, se reducen. Esa es la teoría. En la práctica, las decisiones de los bancos centrales suelen tener efectos secundarios completamente inesperados y, a veces, muy graves.

La energía y los alimentos son los dos factores esenciales de la actual inflación. Ambos parecen conectados: los costes energéticos son los responsables de que los fertilizantes agrarios hayan subido casi el 100%. Esa explicación (junto al poquito de especulación que en estas circunstancias siempre practican los distribuidores y las cadenas de supermercados: hay que hacer feliz al accionista) vale para un país como España.

Hambrunas en África

Pero hay otro elemento ajeno a los combustibles. Por cuestiones coyunturales (malas cosechas) que empiezan a hacerse estructurales (cambio climático), el mundo sufre una crisis alimentaria. India, el segundo productor mundial de arroz, por detrás de China, ha decidido frenar la exportación del cereal para evitar hambrunas entre sus habitantes.

Lo cual empieza a provocar hambrunas en otros lugares. Fundamentalmente, en África. La perspectiva del hambre favorece los conflictos bélicos (no vamos a enumerar aquí todos los que sufre África, con Rusia y el fundamentalismo islámico atizando el fuego), y los conflictos bélicos generan más hambre. Ese es el más vicioso de los círculos.

Ahora añadamos una hipotética recesión mundial a causa de los tipos de interés elevados. Resulta que forzar una baja en la demanda de automóviles, o de viviendas, o incluso de energía, tiene un coste social relativamente soportable. Reducir la demanda de alimentos es otra cosa: las personas necesitan comer. En la parte rica del mundo seguiremos comiendo, mal que bien; en la parte pobre el asunto es mucho más peliagudo. Incluso produciendo alimentos para todos los habitantes del planeta, hay quien no puede pagarlos. Y si no puede pagarlos, va a la guerra o huye. O huye porque hay guerra. Eso significa migraciones masivas.

En 1971, Richard Nixon jugó con la política monetaria y devaluó el dólar para crear un pequeño boom económico que le permitiera ganar las elecciones de 1972; con ello puso en marcha un mecanismo (inflación sin crecimiento) que devastó las economías occidentales, y el planeta, durante más de una década. Esperemos que esta vez la lucha monetaria contra una inflación compleja no nos meta en otro lío gigantesco.