Los enredos en la Agencia Tributaria salen caros
La entidad encargada de recaudar los impuestos encadena polémicas que minan su credibilidad. El 87% de españoles cree que no se cobran con justicia.
No es obviamente una institución simpática, pero la Agencia Tributaria sí solía ser una de las consideradas más solventes y eficientes.
Hasta que llegó 2013.
El año recién finalizado ha sido el particular annus horribilis de la institución encargada de recaudar los impuestos en España con una sucesión de enredos que amenaza con dilapidar el crédito ganado en 22 años.
El caso Noos ha generado algunos malentendidos extravagantes con las viviendas atribuidas a la infanta Cristina que resultaron ser errores de DNI. El episodio –y el caso en general- ha acabado derivando en insólitas acusaciones del sindicato de técnicos de Hacienda (Gestha), que ve trato de favor a la infanta. Y el relevo de la directora, Beatriz Viana, alimentó si acaso más las sospechas en la medida en que su sustituto, Santiago Menéndez, forma parte de una familia muy vinculada a la Zarzuela, con un hermano, Adolfo, en la secretaría general de la Fundación Príncipe de Asturias, y un tío, Aurelio, que fue preceptor del príncipe Felipe.
Aurelio Menéndez es precisamente fundador de Uría y Menéndez, uno de los más prestigiosos despachos mercantilistas al que acuden las corporaciones para reducir legalmente la factura fiscal. Y entre los múltiples clientes del bufete ha estado alguna vez la empresa Cemex, cuyo litigio con la Agencia Tributaria ha desencadenado el último tsunami: dimisión de la inspectora encargada de su expediente, posterior rebaja sustancial del monto reclamado, acusaciones de injerencias políticas, cadena de dimisiones y purga emprendida por el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, quien aireó que la Agencia estaba tomada “por socialistas” y que los medios que le critican tienen deudas con el fisco.
Un guión trepidante para una película, pero con efectos menos edificantes para una institución que depende de que cale aquello de que “Hacienda somos todos”.
No hay todavía encuestas que midan el efecto de la sucesión de enredos. Sin embargo, todos los estudios previos ya mostraban que con la crisis -y tras la amnistía fiscal- también se está erosionando la credibilidad del Estado en la recaudación de impuestos.
El deterioro se expresa claramente en el barómetro fiscal anual del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), que publicó el último en julio. Entre 2007 y 2013 ha aumentado 14 puntos el grupo de los que no creen que los impuestos se recauden con justicia de forma que paguen más los que más tienen. A esta desconfianza se apunta ya nada menos que el 87% de los españoles.
Otro indicador revela el deterioro de confianza: en 2007, el 40,8% de los ciudadanos creía que la Administración hacía “poco o muy poco” para combatir el fraude fiscal. Ahora es el 66,99%.
Y todo ello en medio de la peor crisis desde el crash de 1929, origen a su vez de de un descomunal agujero fiscal por el desplome en la recaudación del Impuesto de Sociedades, que abonan las empresas.
Madrid: tenemos un problema.
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