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Cuidado con el tecnoptimismo

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tecnoptimismo

Ilustración
Getty images

En la clausura de un acto reciente sobre la inteligencia artificial, la responsable de un área tecnológica de la Generalitat de Catalunya instó a los "tecnoptimistas" de entre el público a manifestarse a mano alzada. Yo me abstuve. Me resisto a las ofertas de escoger entre opciones binarias, porque suelen ser un artificio para simplificar la realidad, para soslayar detalles que incomodan. Cuando se abordan asuntos complejos —y la relación entre tecnología y sociedad lo es— casi siempre hay más de dos posibilidades.

Cuando un tecnoptimista afirma que el potencial de una nueva tecnología tiende a sobrevalorarse a corto plazo e infravalorarse a largo plazo suele olvidarse de mencionar que ello es aplicable tanto a sus consecuencias positivas como a sus daños colaterales. En un libro recién publicado, dos economistas del MIT describen, por si todavía hiciera falta, cómo la historia de los últimos mil años está plagada de tecnologías que no han traído nada parecido a una prosperidad compartida; han tenido consecuencias positivas, pero también otras nocivas. Es fantástico que los teléfonos móviles multipliquen las opciones de comunicación de las personas, pero no tanto si se toman en cuenta las evidencias acerca de sus efectos y los de las redes sociales en la salud mental de niños y adolescentes. Efectos que podrían haberse previsto, si bien no desde una mentalidad cerrada en el tecnoptimismo.

Un tecnoptimista es ingenuo cuando no toma en consideración que la tecnología carece de vida propia. Los procesos mediante los cuales la tecnología se genera y se difunde no tienen nada de automático ni de inevitable: resultan de decisiones económicas, sociales e incluso políticas. No es justo que quienes se enriquecen con sus decisiones sobre tecnología no asuman ninguna responsabilidad acerca de los daños que contribuyen a generar.

El comportamiento de un tecnoptimista es egocéntrico cuando permite que su expectativa de los beneficios particulares que una tecnología le comportará, sea como productor o como usuario, prevalezca sobre la conciencia de los daños colaterales que provoque sobre otros. El reportaje sobre las condiciones de trabajo de los moderadores de contenidos de Facebook, ¿no debería ser suficiente motivación como para darse de baja de esa red social?

El tecnoptimismo más radical, como el que expresa Mark Andreessen en un manifiesto reciente, es engañoso en cuanto sostiene que la tecnología es la solución a cualquier problema real, incluyendo los causados por el exceso de tecnología (¿también el de la salud mental de adolescentes?). Es ideológico en cuanto afirma que el libre mercado es no sólo el modo más efectivo de organizar la economía, sino también el de cuidar de las personas (porque "el amor no escala"). Su fervor al expresar que "el avance de la tecnología es una de las cosas más virtuosas que podemos hacer [...], la realización de nuestro potencial" raya en lo religioso. Escrito en una mayestática primera persona del plural, su manifiesto se asemeja a una arenga a los miembros de una secta.

Me parece relevante que desde una fuente como el Financial Times se considere que la fe ciega en la tecnología es peligrosa. Que abordar los problemas del mundo requiere, más que tecnología, mayores dosis de compasión, empatía y amor, aunque "no escalen". Cuidado pues con el tecnoptimismo. Continuará.