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Tergiversaciones digitales

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Hombre mirando a robot

Ilustración
Generado con IA

En una entrevista que pasó más desapercibida de lo que creo apropiado, Demis Hassabis, uno de los líderes del desarrollo de la inteligencia artificial (IA) en Google, afirmaba que "si nos fijamos en los desafíos a los que se enfrenta la sociedad, [...] no estamos avanzando lo suficientemente rápido. O bien necesitamos una mejora exponencial en el comportamiento humano [...] o necesitamos una mejora exponencial en la tecnología [...] No creo que vayamos a conseguir una mejora exponencial en el comportamiento humano en el corto plazo. Por eso necesitamos un salto cuántico en tecnología como la IA". 

Aunque correcta en apariencia, hay varios aspectos discutibles en esta afirmación, empezado por el de plantear una elección binaria (“o bien ... o”) como respuesta a retos complejos. Lo cual lleva a recordar la savia admonición de que para cada problema no trivial hay quien ofrece una solución clara, plausible y equivocada. 

Por otra parte, quienes se alineen con Daniel Innerarity cuando afirma que "la democracia es el sistema de gobierno más capaz de gestionar la complejidad", echarán en falta que el científico de Google no mencione la democracia como respuesta social a los retos actuales. Es cierto que la confianza general en la democracia no está en su mejor momento. Pero descartarla sin apelar ni siquiera a la conveniencia de acelerar su puesta al día, parece poco presentable. Ya avisó hace tiempo Langdon Winner que encontraríamos en falta entre los promotores de la revolución digital las cualidades de conocimiento social y político que caracterizaban a los revolucionarios del pasado.

Hassabis parece en cambio convencido en que la clave de la solución a los problemas actuales sea un cambio tecnológico radical, que podemos dar por supuesto que estaría liderado por gente de su perfil. Una convicción contra la que caben por lo menos dos reservas. De una parte, la historia enseña que el progreso tecnológico no se traduce en progreso social a menos que vaya acompañado de una recomposición adecuada de roles y relaciones sociales. Sucede a la vez que las decisiones sobre la innovación tecnológica en ámbitos como la IA están en manos de un elenco muy reducido de grandes empresas que intentan imponer su visión tecnoutópica del mundo a un ritmo mucho más rápido que el de las instituciones democráticas a las que correspondería, por lo menos en teoría, la responsabilidad de regularlas y supervisarlas. 

Es frecuente a pesar de ello que la propaganda proclame que la actuación de los líderes tecnológicos está democratizando la tecnología. Un lema que ha calado incluso en la Wikipedia, que define la democratización de la tecnología como "el proceso por el cual el acceso a la tecnología se continúa haciendo muy rápidamente extensivo a más personas". Resulta sin embargo obligado hacer hincapié en que se trata de una expresión que tergiversa el concepto de democracia, en cuya esencia figura el derecho de los ciudadanos a participar, o como mínimo influir, con sus votos en las decisiones de quienes ostentan el poder. Un derecho del que están hoy por hoy excluidos en lo referente a los procesos mediante los que se diseñan, construyen, difunden y operan las nuevas tecnologías de mayor impacto. 

Las empresas que lideran la expansión de la IA (OpenAI, Microsoft, Alpha, Meta) no son democráticas, ni parece que aspiren a serlo. De hecho, los estatutos tanto de Meta como de Google otorgan a sus fundadores el control de las decisiones, aunque su peso en el accionariado no alcance el 50%. En tanto esta situación se mantenga, las tecnológicas actúan en base a una versión actualizada del "todo por el pueblo, pero sin el pueblo" con el que en su momento se caracterizó al despotismo ilustrado. Hay quien lo justifica en base a que solo la élite tecnológica está capacitada para comprender los nuevos desarrollos y valorar su alcance y consecuencias. Pero ese argumento es antidemocrático de raíz, como lo sería la propuesta de que el derecho al voto estuviera restringido a una élite de expertos en los problemas que ha de afrontar la sociedad.

El diccionario de la Real Academia asimila tergiversar a "falsear, deformar, manipular, retorcer, distorsionar, alternar, confundir, enmarañar, enredar, desfigurar, trastocar" un significado. La democracia, con todas sus imperfecciones, es demasiado importante como para permitir que el empuje tecnocrático la tergiverse. De hecho, no es el único concepto importante en que lo hace. Más sobre ello en una próxima trastienda.