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Qué significa votar en junio

Las grandes inquietudes de la gente joven sobre el clima, el empleo, los propios derechos y la IA exigen soluciones por encima de los Estados

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Marzo 2024 / 122
Ilustración Votar Union Europea
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Seis de cada 10 leyes aprobadas en España derivan de las recetas de la Unión Europea (UE), un invento único en el mundo que podría resumirse así: 27 países eligen viajar en el mismo barco por un océano global, muy bravo, entre retos ambientales, tecnológicos, democráticos, militares y financieros.

Los cerca de 450 millones de personas que viven en Europa están representados por diversas vías en el barco. Por simplificar, el Consejo Europeo, con sus jefes de Estado y de Gobierno, diseña la estrategia del juego. La Comisión Europea saca la pelota. Los ministros de cada país la hacen avanzar o retroceder, entre algunas zancadillas en nombre del interés nacional, y centran. El Parlamento Europeo, que encarna los intereses de la ciudadanía, decide (o no) marcar gol. La Eurocámara —única institución multinacional del planeta elegida directamente en las urnas—, no es ya solo la caja de resonancia de la afición. Su poder y su influencia han ido a más. Tiene voz y voto sobre los jugadores, sobre el dinero del club, sobre la ambición de cada partido. Y suele tirar por elevación.

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Evolución participación elecciones

Partido elige grupo

Entre el 6 y el 9 de junio, toca urnas. Cada cinco años se renuevan los euroescaños. Por primera vez, en Bruselas y Estrasburgo no se elegirán británicos, pues estos saltaron del barco europeo. Los reajustes demográficos añadidos al Brexit sitúan la cifra a elegir en 720 representantes, 61 de España.

Cuando se vota por un partido, se vota por una formación de casa. Después, sus diputados y diputadas se juntan con otros de una familia ideológica con la que se sientan más cómodos.

Además del grupo de los No inscritos —cuyos integrantes bien no se sienten a gusto con ningún grupo, bien sus potenciales compañeros no les dejan entrar— ahora hay siete de esas familias. Las dos principales se aglutinan en torno al Partido Popular Europeo (PPE), primero en escaños, con 176, y la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas (S&D-PSE), con 144. En el primero está el PP y en el segundo, el PSOE. Pero, a diferencia de los trastos que se echan  a la cabeza en España, en Europa a menudo han hecho tándem. "Pese a las diferencias ideológicas, tradicionalmente ha funcionado una gran coalición. La visión a favor de una mayor integración europea es común. Se logran acuerdos en política exterior y en cuestiones presupuestarias y monetarias", explica Raquel García, analista europea del Real Instituto Elcano.

De hecho, el experimento comunitario obliga a los europarlamentarios a las lealtades cruzadas: ¿defienden desde su ideología el interés común europeo o bien el nacional? Esa tensión entre “lo nacional versus lo europeo” se ha estudiado en abundancia. Y la conclusión es aplastante. En el 90% de los votos emitidos por los grupos europeos, formados por partidos de varios países, todos los  del grupo han votado en bloque.

Siempre hay excepciones mediáticas. Ahí queda la presión de los liberales desde Alemania, primer fabricante de coches del viejo continente, por ejemplo, para flexibilizar el veto europeo a los vehículos que no sean de cero emisiones a partir de 2035, con la baza de permitir los que funcionen con combustibles sintéticos. O las decisiones sobre austeridad y recortes en la Gran Recesión, que abrieron una honda herida entre los países del Norte y del Sur. En la evolución del eurobarómetro se observa cómo en España, país europeísta, la imagen de la UE se fue desinflando después de 2008.

La reacción a la pandemia cambió este (mal) humor hacia la UE. "Las decisiones sanitarias y económicas por esta última crisis se han traducido en una mayor  confianza hacia las instituciones europeas, pero se ha acompañado de un enorme desconocimiento de la Unión. Las elecciones europeas se realizan en clave nacional. Más que intentos de listas transnacionales, interesaría que los partidos hablaran más de temas europeos y transmitieran cómo afectan a la gente. Valga decir que en las generales de 2023 fue llamativo el mayor espacio que en sus programas dedicaron a cuestiones europeas. Se ve su interés estratégico. Otra cosa es que se instrumentalice”, apunta la analista europea.

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Escaños España Europa

Entre clichés, cooperar

En realidad, es un doble match. Para poder jugar fuera, primero se juega dentro: no es cosa fácil poner de acuerdo a 27 países con una visión estratégica común que coexiste con culturas, circunstancias e intereses contradictorios. De algún modo, pese al abuso de clichés nacionales y sobre la euroburocracia, y a pesar también del desfile que ofrece de personajes gandules, malévolos, derrochadores o lobbistas, la serie Parliament pone a Europa y a su Parlamento delante de un espejo deformado; deformado, pero espejo: se ríe un rato de sí misma mientras, ayudada de la fontanería fina de su alto funcionariado, se pone a cooperar.

Hasta ahora, la gran coalición ha marcado el paso del Parlamento. En las elecciones de 2019, las anteriores, la suma de PPE y S&D perdió la mayoría, pero muchas decisiones se han venido pactando a tres con los también europeístas liberales, ahora Renew Europe (RE): es la super gran coalición. “Las encuestas apuntan a que esta mayoría se puede mantener en 2024, pero no se sabe si con mucho margen, pues se contempla un incremento de partidos que suponen un giro más a la derecha y más euroescépticos, a falta de saber, además, qué harán partidos como Fidesz del húngaro Viktor Orbán, hoy en los No inscritos", añade García.

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Consecuencias cambio electoral

Giro conservador

Según el análisis de votaciones recopiladas por VoteWatch, la informal super gran coalición no significa que, desde 2019, las familias del centro y la izquierda y los verdes no hayan ya votado a veces sin los populares sobre asuntos sociales, libertades civiles o igualdad de género. Ni que los populares no hayan sumado con liberales, conservadores y ultras en agricultura, pesca o comercio internacional.

Pero, según el resultado de junio, las dinámicas parlamentarias principales proclives al pacto por el centro podrían cambiar. A la derecha de los populares se han creado dos familias: por una parte, los Conservadores y Reformistas Europeos (CRE), donde están Vox, y también los Hermanos de Italia de Giorgia Meloni, su último fichaje (el francés Reconquista, de Éric Zemmour), los Demócratas Suecos y el ultraconservador euroescéptico polaco PiS, tumbado en las últimas generales de Polonia. Por la otra, Identidad y Democracia (ID), con Marine Le Pen como cabeza visible y de la mano, entre otros, con la italiana Liga y el holandés Partido de la Libertad de Geert Wilders.

"La extrema derecha del siglo XX era antidemócrata. Instauraba dictaduras. La nueva se siente como pez en el agua jugando el juego democrático. Lo que rechaza es la democracia liberal, la separación de poderes, la protección de las minorías, el rechazo a la inmigración, el repliegue nacionalista. Pero luego, Le Pen adopta un discurso que se pretende feminista, y Meloni, atlantista, se ha integrado bien entre los dirigentes europeos", apunta Daniel Cetra, investigador Ramón y Cajal en Ciencia Política en la Universidad de Barcelona (UB). No son grupos homogéneos. Le Pen, pese a rechazar la invasión rusa de Ucrania, ha alardeado de simpatías hacia Vladimir Putin. Meloni apoya sin fisuras al pueblo ucraniano. La música de Alternativa para Alemania, que quiere salir de la UE, y la de los neonazis griegos de Amanecer Dorado suena distinta.

A la izquierda del grupo socialdemócrata se mantienen la familia de los Verdes con la Alianza Libre Europea (ALE) —amalgama de ecologistas, progresistas y soberanistas sin estado— y La Izquierda, donde están representadas Unidas Podemos, la izquierda anticapitalista e Izquierda Unida (IU).

Reparto flexible

En la cámara impera cierta flexibilidad. Los partidos políticos pueden presentarse juntos a los comicios y luego dividirse en grupos parlamentarios europeos distintos. Por ejemplo, el actual dirigente político de Sumar y ministro de Cultura, Ernest Urtasun, estaba en los Verdes, cuando Unidas Podemos integra La Izquierda (The Left). En las elecciones de 2019, la catalana Esquerra Republicana (ERC), EH Bildu y el bloque gallego BNG se presentaron en alianza y los dos últimos pactaron repartirse el tercer escaño obtenido. Así, Pernando Barrena (EH Bildu) integró La Izquierda mientras fue eurodiputado el primer medio mandato, y Ana Miranda, del BNG, lo relevó en 2022, pero en Los Verdes, junto con Esquerra.

Por ambos lados, y con mayor novedad por el ala derecha, el parlamento se fragmenta. "Europa es un espejo de un fenómeno internacional, el de la fragmentación y la polarización, que responde a las carencias de las democracias liberales", dice Cetra. Este experto en  Ciencia Política ve en la energía y en la política climática núcleos de debate en los que se estructuran claramente dos bloques: el euroescéptico, menos ambientalista, y el europeísta, un poco más verde.

Ley de restauración

Si hay una votación durante la actual legislatura, puede servir de ejemplo sobre los efectos del resquebrajamiento de la gran coalición, que ha sido, precisamente, la que en julio pasado tuvo lugar en el Parlamento Europeo sobre la Ley de restauración natural. Esta norma, considerada esencial para hacer avanzar la Europa verde, obliga a regenerar una quinta parte de las áreas terrestres y marinas en 2030, como primer paso de un plan más ambicioso. Según la Agencia Europea del Medio Ambiente, el 81% de los hábitats y el 63% de las especies protegidos de la UE se encuentran en un estado preocupante.

El grupo de los populares, liderado por Manfred Weber, miró hacia su derecha para votar contra la propuesta de la Comisión (Ursula Von der Leyen es también del PPE), bajo la presión de grandes explotaciones agrícolas. La ley salió por los pelos, por 12 escaños de diferencia (y 12 abstenciones), y solo porque, junto con socialistas, verdes, liberales, izquierdistas, se juntaron un puñado de populares díscolos con Weber, irlandeses y checos. El texto final obtuvo la luz verde a falta de 36 escaños. Los populares españoles votaron siguiendo la línea de Weber, igual que Vox. Según la encuesta publicada en febrero por el think tank European Center for Research (ECFR), si se cumplen sus pronósticos de "un brusco giro a la derecha" en la cita de junio, esta misma ley no habría salido adelante.

Pero, ¿por qué vota la gente en unas europeas? Según el último eurobarómetro, las motivaciones para elegir partido son nacionales o estatales (37%) o bien por sentido del deber (36%). No son razones explícitamente europeas, que, en cambio, sí emergen entre el electorado más joven.

La juventud vota

Las inquietudes de la juventud —que en 2019 tiró de la participación en España hasta el punto de que esta alcanzó el 60,73%, un récord desde 1999— no tienen fronteras y pasan por los eurodiputados: la lucha contra la emergencia climática (incremento de la ambición de objetivos), las garantías de un futuro laboral (marcaje contra falsos autónomos de plataformas digitales), la igualdad de derechos (aumento de, al menos, el 40% de mujeres en altos cargos no ejecutivos y el 33% de cualquier puesto de dirección en 2026), una inteligencia artificial que parece impregnar todos los ámbitos de la economía y de la vida (primera regulación del mundo, acordada con el Consejo, con obligaciones y prohibiciones en función de los riesgos potenciales y el nivel de impacto de la IA). En España, el voto de las personas de menos de 25 años dio un salto de 14 puntos.

El resultado de estas elecciones y el futuro de Europa dependen de que la juventud, que también tiró al alza de la participación en el conjunto de la UE, del 50,66%, se implique. En diciembre, el agregador de sondeos Europe Elect apuntaba que, si los comicios fueran mañana, votarían 7 de cada 10 personas (eran 6 de 10 en 2019). Otro dato de interés es este: el 75% de encuestados españoles quiere que el Parlamento Europeo desempeñe un papel más importante, porcentaje que alcanza el 81% en la franja de entre 25 y 39 años. La confianza declarada en la Eurocámara no es mayoritaria, pero supera en 23 puntos la que se declara por el Parlamento español.