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Petro arranca con cautela

El primer presidente de izquierdas de la historia de Colombia incorpora a personalidades de prestigio para impulsar su programa de cambio, ambicioso pero tranquilo.

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Octubre 2022 / 106
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Ilustración
Andrea Bosch

Aún conmocionados por el aplastante triunfo de Gustavo Petro y Francia Márquez, los colombianos menos inclinados a aceptar los resultados de las presidenciales de junio estudian con atención el nuevo Gobierno diseñado por el “exguerrillero” y la “activista ambiental negra”. Por el momento es irreprochable: moderación en los ministros que llevarán adelante las propuestas económicas, pero sin traicionar las promesas electorales a sus votantes, cuyos objetivos primordiales son rematar la pacificación y mejorar el nivel de vida de sus habitantes.

 
Las dos incorporaciones estelares al equipo de Gobierno son el ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, y el de Defensa, Iván Velásquez Gómez. En total, el Gabinete está formado por 19 ministros, 10 hombres y 9 mujeres, una de ellas afrocolombiana, como la vicepresidenta Márquez.
 
Los desafíos del primer Gobierno progresista son enormes en todos los ámbitos, pero lo más destacable es que Petro y Márquez siguen con vida, una premisa que ante la violenta historia del país no podía darse por garantizada. Los principales retos son dos: apaciguar a los grupos de poder económico y convencerlos de que un mejor reparto de la riqueza no los expulsará de sus posiciones dominantes y negociar la desmovilización total del Ejército de Liberación Nacional (ELN), además de alcanzar acuerdos con los restos de las guerrillas y grupos paramilitares que aún quedan activos, algunos en muy estrecha relación con los cárteles mexicanos. Porque Colombia, no lo olvidemos, sigue siendo el primer productor de cocaína del mundo.
 

Un moderado para subir impuestos

 
La designación de Ocampo (Cali, 1952) ha sido bien recibida entre los conservadores: lo ven como una buena señal para la economía de mercado y los inversores. Pero a la vez está considerado un respaldo sólido para el proyecto progresista de Petro. Fue ministro de Hacienda de Ernesto Samper entre 1996 y 1997 y antes había sido director del Departamento Nacional de Planeación (1994-1996) y ministro de Agricultura (1993-1994). Ha trabajado en organismos multilaterales y es el colombiano que ha alcanzado el cargo más alto en la ONU.
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Gustavo Petro
Gustavo Petro. En su juventud militó en el M-19, guerrilla urbana cuya desmovilización impulsó, en 1990, tras ser negociador en el proceso de paz.
Bruce Mac Master, presidente de la Asociación Nacional de Empresarios y que fue muy crítico con Petro durante la campaña, ha reconocido que Ocampo es “una persona seria, con experiencia y confiable, conoce el país, sus finanzas y los mercados internacionales”. 
 
El presidente pretende, con ayuda de Ocampo, conseguir un aumento de 5,5 puntos del PIB en la recaudación de impuestos para que Colombia se incorpore "de manera gradual al nivel de tributación de los demás países de la OCDE". Según datos anteriores a la pandemia, la presión tributaria en Colombia (18,7% del PIB) está muy por debajo de la media del club (33,5%).
 

Un luchador contra la corrupción

 
Velásquez Gómez (Medellín, 1955), destacado por su larga trayectoria de lucha contra la corrupción, será el ministro de Defensa y tendrá como primer objetivo convertir a la Policía Nacional en un órgano civil que deje de depender de su ministerio. Poco se sabe todavía de cómo han recibido los militares a su nuevo jefe, pero la institución se ha mostrado prudente. 
 
Los políticos más conservadores han mostrado sin tapujos su disconformidad. 
 
Desde que el presidente Juan Manuel Santos negoció los acuerdos de paz, Defensa ha experimentado muchos cambios, pero está acostumbrado a actuar a su aire y a lo largo de los años se ha visto salpicado por casos de corrupción, abuso de autoridad y exceso de violencia. Por otra parte, la segregación de la policía y su incorporación a Interior o Justicia suscita recelos. 
 
Velásquez no es militar, sino abogado, y tiene una larga, brillante y peligrosa trayectoria en el sistema judicial colombiano. Se dio a conocer en la década de 1990 como procurador de Antioquia, epicentro del cártel de Medellín, donde llevó a cabo investigaciones decisivas contra el narcotraficante Pablo Escobar. 
 
La persecución judicial de Velásquez a Escobar es más propia de una novela que de un argumento real: encerró al narco y logró demostrar que la cárcel donde estaba confinado, La Catedral, era un lujoso nido de corrupción, con burdel incluido, donde se registraban delitos de extrema crueldad. Tras la fuga de Escobar, en 1992, Velásquez tomó parte en las gestiones que debían culminar en la entrega del narcotraficante e incluso se reunió con la esposa del capo. Finalmente, Escobar fue abatido en el tejado de una casa de Medellín el 2 de diciembre de 1993.
 
En 1997 Velásquez abrió otro frente. Como director regional de Fiscalías de Medellín, inició una lucha frontal contra las llamadas autodefensas colombianas, grupos criminales paramilitares dedicados, al margen de la ley, a aniquilar a los guerrilleros. Pero fue en  2007, cuando saltó a la fama internacional con el caso de la parapolítica. Velásquez, junto con otros fiscales, puso al descubierto el nexo de los grupos paramilitares de autodefensa con varios personajes políticos, entre ellos Mario Uribe, primo del presidente Álvaro Uribe y su estrecho colaborador. No solo se incrementaron las amenazas contra él, sino que el propio presidente lo señaló como el instigador. El  caso terminó con el procesamiento de decenas de políticos y funcionarios públicos. Fue en esta época cuando Velásquez conoció a Petro y comenzó su estrecha colaboración.
 
Si se exceptúa a Petro, Velásquez no hizo muchos amigos en ese tiempo y decidió poner distancia. Se fue a Guatemala y al frente de la Comisión Internacional contra la Impunidad llevó a cabo una buena limpieza de corruptos, que culminó con la dimisión del entonces presidente del país Otto Pérez Molina. 
 
Bajo la presidencia de Santos, el país dio un gran paso adelante hacia la pacificación: las  negociaciones con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) culminaron el 26 de septiembre de 2016. El pacto fue ratificado por plebiscito, con un estrecho margen, que le valió a Santos el Nobel de La Paz. Tras aquellos acontecimientos el país parecía ya maduro para un nuevo salto hacia delante, pero las resistencias eran enormes y el problema se estancó durante la presidencia de Iván Duque. Por fin, ahora parece que el momento ha llegado de la mano de  Petro y de su nuevo Gobierno. Habrá que esperar para saber si están a la altura de la expectativas.