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Urgente: proteger la central de Zaporiyia

Las centrales nucleares no pueden devenir objetivos militares. El actual vacío legal hace necesario un acuerdo global de no agresión a todo tipo de instalaciones atómicas

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Reactores central

En el pasado ya se llevaron a cabo operaciones militares sobre instalaciones nucleares como la del reactor nuclear de investigación iraquí Osirak (clase Osiris francés), destruido en 1981 por F-16 israelíes, así como la de los dos reactores en construcción de la central nuclear iraní de Bushehr (Siemens-KWU), bombardeados en 1987 por cazas iraquíes durante la guerra Iraq-Irán. Posteriormente, acciones militares en 1991 durante la guerra de Eslovenia en el emplazamiento de la central nuclear de Krško (Westinghouse) propiciaron evaluaciones técnicas que podían haber servido para generar directrices de seguridad preparación de emergencias bajo escenarios bélicos, pero que no se tradujeron en desarrollos de guías o estándares del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), sin mandato para contextos de guerra. En la guerra de Ucrania, las primeras acciones bélicas afectaron la zona de exclusión de la central nuclear accidentada de Chernóbil y los centros de investigación nuclear KINR en Kiev y NSC-KIPT en Járkov. La central nuclear de Zaporiyia ha sido campo de batalla, ha sufrido explosiones y sigue siendo disputada entre las partes, y aunque hasta la fecha no se ha producido ningún impacto radiológico exterior es perentorio evitar que las instalaciones nucleares se conviertan en objetivos militares.

Al respecto, existen diversos marcos jurídicos relacionados. Las Convenios de Ginebra de 1949 fueron ampliados posteriormente con varios protocolos adicionales. El Protocolo Adicional I de 1977 se refiere a conflictos armados internacionales y en su artículo 56 a ciertas restricciones sobre la protección de instalaciones. Sin embargo, la ratificación de ese protocolo no es universal dado que, entre otros países, la Federación Rusa retiró en 2019 su ratificación realizada en 1989 y EE UU nunca lo ratificó, rechazando explícitamente el mencionado artículo 56 en el Law of War Manual de su Departamento de Defensa. Tampoco sirve la Convención sobre Protección Física de Materiales Nucleares de 1979 del OIEA, que criminaliza el tráfico ilícito y sabotaje de materiales nucleares o de instalaciones nucleares, pero no cubre ataques militares a dichas instalaciones.

Estas normas son ambiguas y confieren un vacío legal, con lo que atacar una instalación nuclear puede no ser ilegal. Es pues urgente disponer de un convenio o tratado global de no agresión a instalaciones nucleares que impida que dichas instalaciones (y también presas, instalaciones químicas, etc.) se utilicen como objetivos militares. Aunque en la locura de una guerra algún país no se sujetase a esa norma, la misma existencia de reglas internacionales debería impedir la normalización de posibles futuras agresiones, deslegitimaría cualquier acción bélica sobre dichas instalaciones y negaría la posibilidad de justificarlas.

La Conferencia General del OIEA de 2019 ya reconoció la necesidad de prohibir ataques armados sobre instalaciones nucleares. Más recientemente, ha habido intentos de avanzar en ese sentido, como en la Conferencia de Revisión del Tratado de no Proliferación Nuclear celebrada en agosto 2022 para prohibir que instalaciones nucleares devengan objetivos militares, incluso en escenarios con cambio de control de territorios en disputa. También la resolución votada el 29 de septiembre 2022 en la Conferencia General del OIEA que concernía al riesgo de combates en centrales ucranianas, incluyendo Zaporiyia, fue rechazada por Rusia al considerar Zaporiyia ya en provincia rusa.

Evitar una catástrofe

Si la energía nuclear convencional de fisión debe continuar produciendo electricidad para el mundo, la comunidad internacional tiene que asegurar que sus instalaciones queden estrictamente fuera de cualquier conflicto armado. Se necesitan acciones inmediatas de la comunidad internacional para evitar una posible catástrofe durante esta guerra y reducir el riesgo actual de accidente nuclear en centrales instalaciones ucranianas. Debido al bombardeo de algunas subestaciones eléctricas, la frecuencia de la castigada e inestable red eléctrica ucraniana cayó excesivamente en noviembre 2022 y las cuatro centrales ucranianas perdieron simultáneamente el suministro eléctrico exterior y tuvieron todas ellas que depender exclusivamente de sus grupos electrógenos diésel de emergencia.

Sin embargo, también existen acuerdos muy positivos. India y Pakistán firmaron en 1988 un Acuerdo de No Agresión Nuclear que básicamente prohíbe “emprender, alentar o participar, directa o indirectamente, en cualquier acción encaminada a destruir o causar daños en instalaciones nucleares de los dos países”. Otro ejemplo es la Agencia Brasileño-Argentina para la Contabilidad y Control de Materiales Nucleares (ABACC) creada en 1991 como la única organización binacional que comparte salvaguardias nucleares. Estos ejemplos de acuerdos bilaterales alientan una pauta similar a nivel global. También la actuación del Nuclear Security Summit de EE UU, que no se activa desde el 2016, puede ser un elemento influyente y determinante para buscar consenso y comenzar a revertir la actual situación.

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Estanque de refrigeración
Estanque de refrigeración de la C.N.Zaporiyia (Google Maps)

La central nuclear de Zaporiyia fue intervenida militarmente por Rusia el 4 de marzo 2022 y Rusia decretó su propiedad 5 de octubre 2022. Sus seis reactores de diseño ruso VVER-1100 producían antes de la guerra 27% de la electricidad ucraniana y su ubicación es crucial para el suministro eléctrico de Crimea y la región del Dombás. La central sigue operada por personal ucraniano junto con nuevos operadores rusos de Rosenergoatom y controlada por la estatal rusa Rosatom y el regulador ruso Rosteknadzor.

Con la apropiación de la central en octubre 2022, unos cien operadores ucranianos ya habían firmado —en contra de las indicaciones de la ucraniana Energoatom­— contratos con la estatal rusa Rosatom para mantener sus puestos y la operadora rusa Rosenergoatom implementó una nueva estructura operativa, también con nuevo personal ruso. Entretanto, muchos empleados de la central abandonaron con sus familias la ciudad de Energodar, en momentos desabastecida de agua y electricidad, estimándose unas reducciones de un tercio del personal total de la central en enero 2023 y del 75% del personal de mantenimiento en abril 2023. Al respecto, Rusia anuncia que sigue la contratación de personal y asegura disponer de suficientes empleados para operar y realizar de forma segura los trabajos de mantenimiento.

¿Quién está al mando?

Más allá del estrés y angustia a los que se ven sometidos los operadores por el ámbito bélico y las restricciones comentadas, un claro ejemplo de la desazón en que se encuentran concierne la incertidumbre sobre quién es responsable de la seguridad de la central y la cadena de mando en caso de emergencia. A principios del 2023, Rusia pretendió activar el reactor Z-5 (sin anunciar el tipo de operación y el nivel de potencia planeados) para el suministro a zonas bajo su control, mientras el regulador ucraniano SNRIU desautorizó el 10 de febrero el reinicio de la operación hasta no recuperar el control de la misma y más tarde decretó la vuelta de parada caliente a parada fría del reactor Z-5. A pesar de la profesionalidad de los operadores, todas estas incertidumbres impactan negativamente en la cultura de seguridad y dificultan trabajos de mantenimiento para el buen funcionamiento de la central.

Tras el inicio de la guerra, el OIEA estableció siete pilares  generales de seguridad nuclear para evaluar riesgos en contextos bélicos: integridad física de todas las instalaciones; pleno funcionamiento de todos los sistemas de seguridad; condiciones de trabajo y capacidad de los operadores para cumplir sus funciones y tomar decisiones sin presión indebida; garantizar suministro eléctrico del exterior; asegurar suministro logístico y transporte al emplazamiento; efectivo seguimiento radiológico y preparación de emergencias; y comunicación fiable con el regulador nuclear. Aunque los seis reactores estaban parados, el OIEA concluyó ya con su primera misión de apoyo y asistencia que llegó a Zaporiyia en septiembre 2022 que todos esos pilares de seguridad estaban en mayor o menor medida comprometidos y recomendó acciones específicas, así como el establecimiento urgente de una zona de protección de seguridad sin equipos militares en torno a la central, ya ocupada por tropas rusas.

El OIEA estableció en esa primera visita a Zaporiyia en septiembre 2022 turnos mensuales de inspectores de seguridad nuclear y la llegada del noveno turno se produjo el 15 de junio 2023. También dispone de inspectores de seguridad nuclear en las otras cuatro centrales ucranianas desde enero 2023.

Ante la imposibilidad de crear la requerida zona de protección de seguridad y la existencia de activos combates en la zona, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas apoyó el 30 de mayo 2023 los cinco principios de protección de la C.N. Zaporiyia durante el conflicto militar establecidos por el OIEA: a) no puede haber ataques de cualquier tipo desde o contra la central, en particular dirigidos a los reactores, almacenamiento de combustibles irradiados, infraestructuras críticas o personal; b) la central no puede ser usada como almacenamiento o asiento de armamento pesado o personal militar que puedan ser usados para un ataque desde la central; c) no se puede colocar en riesgo el suministro eléctrico exterior que debe estar asegurado en todo momento; d) todas las estructuras, sistemas y componentes esenciales para la seguridad deben estar protegidos de ataques o sabotajes; y e) ninguna acción que socave estos principios debe ser tomada.

La fragilidad de redes e infraestructuras eléctricas comportan un deterioro de la seguridad en Zaporiyia, que sigue dependiendo para mantener las funciones de seguridad de una sola línea de suministro eléctrico externo de 750 kV de las cuatro anteriores a la guerra, mientras que otras tres líneas de soporte externo de 330 kV no están funcionando desde el último marzo, esto es, solamente una línea de alta tensión de las siete instaladas está actualmente operativa. Dependiendo pues de solo esa línea, cualquier corte de suministro eléctrico fuerza a operar la central con grupos electrógenos diésel de emergencia como último recurso, lo que desde octubre de 2022 y por primera vez en los 37 años de la historia de la central, ya ha ocurrido siete veces hasta ahora.

Adicionalmente, la presa de Kajovka, cuyo embalse de 2.155 Km² equivale a un tercio de la superficie de la provincia de Castellón, fue destruida el día 6 de junio 2023 produciendo un devastador impacto humano, agrícola y ecológico en la región y hasta en el mar Negro. La voladura de la presa representa también una importante disminución del agua disponible en el embalse de Kajovka utilizado para refrigerar la central situada 128 Km más arriba. No hay pérdida inminente de suministro de refrigerante, pero el nivel del reservorio de 11,16 m el 20 de junio no garantiza el relleno del estanque de refrigeración junto a la central, que se llenó completamente a 16,63 m mientras se estaba desaguando el reservorio, y que se sigue alimentando por la descarga de la central térmica DRES en Energodar. Se calcula que con este esquema se puede suministrar suficiente agua a la central durante algunos meses.

La refrigeración segura de los combustibles nucleares, que sigue siendo el mayor reto, depende del suministro eléctrico y ahora también del estanque de refrigeración (por diseño de nivel más alto que el reservorio), cuya integridad estructural es ahora vital para evitar fugas o un colapso. No obstante, existen medios alternativos y procedimientos de emergencia que fueron desarrollados tras el accidente de Fukushima en 2011 para mantener ese estanque en condiciones de refrigerar la central. Supervisados por el Grupo de Reguladores Europeos de Seguridad Nuclear (ENSREG), Ucrania desarrolló en 2013 un plan de acción nacional con una última revisión en 2020 para reforzar los sistemas de seguridad frente a sucesos extremos, incluyendo la rotura de la presa de Kajovka. Consecuentemente se ampliaron ciertos procedimientos de emergencia con nuevos equipos e infraestructuras disponibles, como vehículos móviles y embarcaciones de bombeo -que no han sido testados en condiciones reales- para asegurar la refrigeración a largo plazo sin suministro eléctrico.

A todo ello se añaden dos elementos más que aumentan el riesgo de accidente, esto es, nuevas explosiones de minas y bombardeos, como los habidos repetidas veces, que pueden afectar a instalaciones esenciales como los almacenamientos de combustibles y residuos radioactivos o equipos eléctricos que alimentan sistemas de seguridad, así como la referida imposibilidad de llevar plenamente a cabo los programas de inspección en servicio y de mantenimiento por insuficiencia de personal, ausencia de contratistas externos y carencias de piezas específicas de repuesto.

Situación insostenible

La situación en Zaporiyia con esas reducciones significativas en los niveles y márgenes de seguridad (situación denominada pérdida de la profundidad en seguridad) es insostenible a medio plazo. Existe un temor real y permanente a un accidente nuclear. Aunque en el estado actual de las instalaciones, un accidente tipo Chernóbil no puede ocurrir por razones físicas y tecnológicas, si ciertos sistemas esenciales de la central fuesen afectados, habría riesgo de no poder asegurar la refrigeración segura del calor residual de los reactores y del combustible irradiado con lo que se podrían fundir combustibles irradiados con liberación de productos radioactivos, es decir, daño en reactores y escape radioactivo (niveles 4 o mayores en la escala de sucesos nucleares INES). La fenomenología de ese accidente potencial sería similar, aunque de menor impacto que la de un escenario tipo Fukushima (nivel 7 en escala INES), debido a que el calor residual de los combustibles a refrigerar en Zaporiyia es bastante bajo al estar parados los seis reactores desde el 11 de noviembre 2022. Sin embargo, una falta definitiva de refrigerante podría causar el accidente de fusión de combustibles con consecuencias indiscriminadas, e impacto transfronterizo afectando a varios países y escalando la dimensión de la guerra.

La guerra en Ucrania significa un gran desafío para la seguridad nuclear global, pues más allá de posibles acuerdos legales prohibiendo y tratando de impedir ataques a instalaciones nucleares, también se debe disponer de guías y reglas que permitan gestionar la seguridad de instalaciones nucleares en conflictos armados. Las referidas evaluaciones técnicas de 1991 en la central eslovena de Krško analizaron diversas funciones técnicas sobre subcriticidad, refrigeración de combustibles, integridad de la contención e inventario radiológico. Pero ese trabajo no se utilizó como base para desarrollar guías del OIEA para contextos bélicos, dado que el mandato del OIEA no incluye tratar ámbitos bélicos ni instalaciones militares.

De la misma forma que la catástrofe de Chornobyl propició los estándares de seguridad nuclear del OIEA y el accidente de Fukushima diferentes planes de acción de seguridad nuclear del OIEA y de Euratom entre otros, esta guerra debería legitimar al OEIA para controlar y apoyar a instalaciones nucleares en conflictos armados. En esa línea, los referidos siete pilares generales de seguridad nuclear junto con los cinco principios de protección desarrollados por el OIEA para Zaporiyia contribuirían como principios básicos para el desarrollo de guías específicas de seguridad en contextos bélicos por parte de la Comisión y los Comités de Estándares de Seguridad del OIEA. A tal efecto, se debería reconsiderar el mandato del OIEA, que depende de Naciones Unidas, para poder desarrollar dichas guías. Aparte de prevenir la utilización de esas instalaciones como protección de tropas y equipos militares, se podría también considerar colocarlas bajo control internacional. Si ello no fuese factible, habría que poder identificar de forma inequívoca a los responsables de su seguridad nuclear y protección física, en particular en casos de una gestión “secuestrada” de la instalación, tal como es el actual caso en Zaporiyia.

Cabe destacar que, como agencia autónoma de Naciones Unidas creada en 1957, el OIEA es el único actor internacional coordinando asistencia técnica a las instalaciones nucleares ucranianas. Tras las inspecciones del OIEA sobre inexistentes armas de destrucción masiva en Iraq, el Premio Nobel de la Paz fue otorgado en 2005 al OIEA por “su continuo trabajo por un mundo más seguro y pacífico”. Sus programas de salvaguardias contra la proliferación nuclear son muy reconocidos, destacando también su apoyo técnico al acuerdo nuclear JCPOA de Irán con la Unión Europea, Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Reino Unido y Alemania, así como su seguimiento del desarrollo armamentista atómico de Corea del Norte.

En ese contexto y hasta que no acabe la guerra en Ucrania, parece muy improbable poder avanzar sobre potenciales guías del OIEA en escenarios bélicos, que a su vez propiciarían un efecto multiplicador sobre aquellos países con agencias reguladoras propias que podrían también adecuar sus estándares nacionales.

Aunque con limitaciones, la presencia y acción de los inspectores del OIEA en el sitio ayuda a Zaporiyia e informa al mundo de su situación. El director general del OIEA, Rafael Grossi, presentó el escenario de Zaporiyia el 5 de junio 2023 a la Junta de Gobierno del OIEA, tuvo que informar justo un día después sobre el nuevo contexto tras la destrucción de la presa de Kajovka, y se personó en Zaporiyia el 15 de junio con el siguiente nuevo turno reforzado de inspectores. Grossi sigue negociando y buscando consenso al más alto nivel entre las partes con sus últimas reuniones en Kiev el 13 de junio y en Kaliningrado el 23 de junio. El OIEA busca también un mayor compromiso y apoyo de la comunidad internacional.

En teoría nadie desea un accidente, pero por primera vez y sin precedentes en la historia se disputa una central nuclear como objetivo en un frente de guerra con ambos contendientes acusándose mutuamente de preparar sabotajes o acciones terroristas en la central. Con la disminución de márgenes de seguridad, Zaporiyia se haya en una especie de periodo de gracia que no es infinito. Desde hace tiempo se viene gestando un posible desastre a cámara lenta y se tiene que poder actuar ahora antes que acontezca.

Alejandro Zurita es exjefe de cooperación internacional en investigación nuclear de la Comunidad Europea de la Energía Atómica (Euratom), 2008-2016.