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Los BRICS agitan el tablero mundial

Las economías emergentes amplían su alianza para restar peso a EEUU y sus socios. China se consolida como aspirante a superpotencia y Rusia reduce su aislamiento

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Octubre 2023 / 117
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Furiaaaaa

El club formado por Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica, conocido por el acrónimo BRICS, tendrá a partir de enero seis nuevos miembros: Arabia Saudí, Argentina, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía e Irán. ¿Qué persigue la ampliación de un grupo tan heterogéneo y con intereses a menudo contrapuestos? Para empezar, servir de contrapeso a EE UU y sus socios europeos, que han dominado el orden mundial durante décadas. La jugada es un éxito para China, que gana aliados en sus aspiraciones de convertirse en superpotencia, y también para Rusia, que consigue reducir su aislamiento por la guerra de Ucrania.

La extensión de los BRICS acelera el desplazamiento del centro del poder político y económico hacia China y su sistema de autocracia capitalista. Es un cambio de dirección impulsado no solo por las aspiraciones expansionistas de su presidente, Xi Jinping, sino por el desprestigio de las democracias occidentales —acentuado tras el paso por el poder de Donald Trump en EE UU y Boris Johnson en Reino Unido—, las dificultades de la Unión Europea para consolidarse como un actor relevante en la esfera global y la creciente desconfianza con que buena parte del mundo mira a Washington y sus aliados.

En la declaración final emitida tras la cumbre celebrada a finales de agosto en Johannesburgo, los BRICS hablaron de “multilateralismo inclusivo”, “alianza para un crecimiento sostenible” o “crecimiento acelerado”, expresiones que revelan una defensa a ultranza de la soberanía nacional y del principio de no intervención, en contraposición al mundo “basado en reglas”, la protección de los derechos humanos y el fomento de la democracia liberal que preconiza el G-7. Ningún asunto pone de manifiesto las diferencias entre ambos bloques como la guerra en Ucrania. Mientras que los países occidentales condenaban la invasión rusa, daban su apoyo económico y militar al Gobierno de Kiev y castigaban a Rusia con duras sanciones, los actuales BRICS y sus nuevos socios han adoptado una posición no beligerante o de apoyo a Moscú.

Hay quien compara la cumbre de Johannesburgo con la Conferencia de Bandung, en 1955, en la que una treintena de naciones asiáticas, africanas y de Oriente Próximo recién independizadas dieron el pistoletazo de salida al Movimiento de Países No Alineados. China recabó entonces el apoyo a los llamados Cinco Principios para una Coexistencia Pacífica —el respeto mutuo por la soberanía y la integridad territorial, la no agresión mutua, la no interferencia en los asuntos internos de otros países, la igualdad y el beneficio mutuo y la coexistencia pacífica—, que siguen siendo los pilares de su política exterior.

Gesto simbólico

Durante décadas, el G-7 —integrado por EE UU, Alemania, Francia, Reino Unido, Canadá, Italia y Japón— ha llevado la voz cantante en la gobernanza de los asuntos económicos y políticos internacionales. Sin embargo, los BRICS han desarrollado rápidamente sus economías, y con ello una mayor ambición por participar en la toma de decisiones que afectan a todo el planeta. En 2020, sus cinco integrantes actuales superaron conjuntamente a los países del G-7 en producto interior bruto (véase gráfico), aunque aún están lejos en materia de renta per cápita. Según cifras del Fondo Monetario Internacional (FMI), los BRICS suponen el 32,1% del PIB mundial, comparado con el 16,9% de hace tres décadas.

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Peso económico BRICS

Los analistas más escépticos creen que la ampliación es poco más que un gesto simbólico y vaticinan que no traerá cambios importantes debido a los conflictos internos entre sus miembros. Subrayan que se trata de un club integrado por países que tienen poco en común y que, 13 años después de su fundación, aún no ha explicado cuáles son sus objetivos. Tras la incorporación de sus nuevos miembros, en él se mezclarán regímenes autocráticos ultranacionalistas, democracias latinoamericanas, teocracias y monarquías petroleras. 

Durante la cumbre de Johannesburgo no se avanzó en la idea de crear una moneda común capaz de competir con el dólar y los BRICS se limitaron a incentivar los intercambios comerciales en monedas nacionales. Tampoco está claro cómo la ampliación puede beneficiar a sus nuevos miembros más allá de incrementar los intercambios comerciales con China y atraer más inversiones del gigante asiático. Todo va a depender de lo lejos que quieran o puedan actuar de manera coordinada, una tarea que se presenta complicada debido a la diversidad de intereses en su seno. El riesgo es que se convierta en una alianza aún más inefectiva. 

Mucho petróleo

Pese a los problemas, la importancia de la ampliación es difícil de soslayar. La incorporación a la sociedad de dos grandes productores de petróleo como Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, sumada a la de países como como Etiopía (120 millones de habitantes), Egipto (110 millones), Irán (88 millones) y Argentina (46 millones) aumentan significativamente el peso de los BRICS en la economía y la población mundiales. Juntos formarán un bloque de 11 naciones con 3.700 millones de personas, casi la mitad de la población del planeta. Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos podrían aportar solidez financiera en caso de que el grupo intente aumentar el tamaño de su (hasta ahora) pequeño banco de desarrollo.

China, principal impulsora de la ampliación —calificada de “histórica” por Xi Jinping— lleva años  enfrascada en una asertiva ofensiva diplomática para contrarrestar la influencia de Washington. A principios de año propició un acercamiento entre Irán y Arabia Saudí, dos enemigos y que a partir de enero serán socios del mismo club. Sin embargo, los BRICS se disponen a aumentar la familia en un momento en que China no atraviesa su mejor momento económico, con una grave crisis inmobiliaria, un crecimiento débil y una población descontenta (véase artículo en la página 22).

A diferencia del líder chino, Vladimir Putin no pudo asistir a la cumbre de Johannesburgo para no arriesgarse a ser detenido en cumplimiento de una orden de detención emitida por la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra. Pese a todo,  el presidente ruso salió reforzado en su intento de resistir la presión internacional liderada por EE UU para retirar sus tropas de Ucrania. La decisión de admitir a Irán, sometida a sanciones de la comunidad internacional por su programa nuclear, es también una victoria para Pekín y Moscú, pues supone el reconocimiento de un archienemigo de EE UU. 

El hecho de que una veintena de países hayan solicitado su ingreso en los BRICS es, al mismo tiempo, una señal de la insatisfacción de buena parte del mundo con el actual orden mundial y una llamada de alerta para Occidente. Aunque la mayoría de los BRICS tienen lazos estrechos con EE UU —sin ir más lejos, Washington está negociando un acuerdo de seguridad con Arabia Saudí similar al que ya tiene con Japón y Corea del Sur—, la superpotencia y sus socios no van a tener más remedio que compartir el timón de la nave.