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Marco d’Eramo, veterano referente del periodismo de izquierdas en Italia, busca en este libro las raíces profundas que ayuden a entender las relaciones de dominio en las sociedades occidentales y, sobre todo, por qué las clases populares aceptan resignadamente un marco que, según el autor, supone una auténtica “guerra invisible de los poderosos contra los súbditos”.

D’Eramo procede de La Repubblica y fue cofundador de Il Manifiesto, pero su formación es en Física y en Sociología, lo que le permite adoptar una perspectiva verdaderamente interdisciplinar, con muchas referencias filosóficas y cierta fascinación por Foucault. Con esta caja de herramientas, plural y erudita, pone el foco sobre todo en las dinámicas económicas hoy hegemónicas y en la aceptación acrítica del prototipo neoliberal de homo economicus, según el cual los ciudadanos vendrían a ser seres pegados a una calculadora para decidir solo en función de su propio interés.

El autor está muy interesado en descubrir por qué el neoliberalismo, que parte de esta idea, ha logrado convertirse en hegemónico a pesar de estar tan alejado de la fraternidad, la palabra más olvidada de la tríada de la revolución francesa, a partir de la cual se forjaron las sociedades modernas. Ello le lleva a poner el foco en los think-tanks estadounidenses, financiados por supuestos filántropos con una agenda muy ideológica, que crearon el fermento que acabó desembocando en la revolución conservadora de finales de la década de 1970 y su emblemático TINA (siglas en inglés de “no hay alternativa”).

La evolución del lenguaje, con la progresiva adopción de neologismos y eufemismos alineados con el relato neoliberal, es otro campo de batalla del autor, que clama contra la aceptación de expresiones tan asentadas como “capital humano” y pone todas sus esperanzas en la educación para construir una sociedad mejor.

Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla, destacado representante de la economía heterodoxa en España y prolífico divulgador, Juan Torres López se atreve a analizar una crisis aún viva como es la provocada por la espiral inflacionista. Estamos, por tanto, ante un libro escrito al mismo tiempo que suceden los acontecimientos que en él se abordan, sin la perspectiva temporal y el acopio de información que suelen preceder al estudio de los fenómenos sociales.

Comienza el autor subrayando que su intención no es pontificar, sino abrir las ventanas al pensamiento crítico y alejarse del simplismo que, a su juicio, predomina, a menudo, en el análisis de los asuntos económicos. Considera, además, que es su obligación como profesor y como ciudadano explicar unos acontecimientos que afectan a la vida y al patrimonio de millones de personas.

Advierte Torres López que no estamos ante un simple incidente en los mercados, sino ante una crisis que puede dar lugar a un fallo sistémico si no recibe un tratamiento adecuado, pues se produce en un contexto geopolítico lleno de incertidumbres. Además de su inmediatez, el libro tiene también algo de premonitorio, pues está escrito meses antes de la quiebra de varios bancos regionales en EE UU y de las turbulencias en los mercados por miedo a una nueva catástrofe financiera.

Para el autor, la inflación no es el problema más acuciante de la economía mundial y su origen no está exclusivamente en la guerra en Ucrania. En su opinión, la gran mayoría de los gobiernos y organismos internacionales se equivocan con las medidas que están adoptando para frenar la subida de los precios y están soslayando problemas estructurales que no solo ponen de relieve economistas heterodoxos, sino también algunos de los más liberales. Entre esos problemas estructurales, Torres López menciona la falta de un compromiso efectivo para frenar el cambio climático, la excesiva financiarización de la economía, la globalización ineficiente, el crecimiento explosivo de la deuda pública y privada y las crecientes desigualdades de renta. Lamenta el economista andaluz que iniciativas lanzadas desde ciertos sectores del capitalismo mundial —el reconocimiento de los problemas que hacen insostenible el sistema, la necesidad de que las empresas se comprometan con su entorno laboral y medioambiental y la urgencia de reducir las desigualdades— no se hayan traducido en un cambio de rumbo. A corto plazo, afirma el autor, no cabe esperar respuestas que ayuden a avanzar hacia ese sueño de capitalismo  productivo, estable e inclusivo. 

El libro, escrito con lenguaje sencillo y afán didáctico, apunta a la posibilidad de que los shocks que hemos sufrido recientemente —pandemia, guerra, inflación— sean una oportunidad para acometer las grandes fracturas de la economía, como ya ocurrió con la crisis del petróleo de la década de 1970. Descubrir cómo poner en marcha un proyecto de cambio frente al caos social y económico que se avecina, concluye Torres López, es tarea para el próximo libro. 

Las empresas con mayor peso en la Bolsa española, que forman parte del llamado índice IBEX 35, no solo marcan la agenda política y económica del país, sino que extienden su influencia sobre la ciudadanía mediante sus servicios y productos. La Marea lleva poniendo el foco en sus prácticas, abusos y conexiones político-mediáticas desde 2016, cuando arrancó su proyecto #yoIBEXtigo, costeado gracias a una campaña de microfinanciación. 
Coincidiendo con las tres décadas cumplidas por el índice, este medio de comunicación independiente ha editado el libro IBEX 35, un compendio de artículos de siete autoras y autores coordinado por el periodista Dani Domínguez y fruto de mucho tesón. Es un útil viaje con distintas paradas en la historia de las empresas, sus puertas giratorias y cambios de propiedad, su imbricación en la vida de la gente, su papel en la diplomacia española, su giro verde y su influjo en los medios. 

A partir de las vivencias personales de la autora sobre la transformación de su barrio, Junction, en Toronto —pasó de ser un área industrial y de clase trabajadora a una zona moderna, llena de centros de yoga y de cafés con comida orgánica—, Leslie Kern ahonda en este libro en aspectos que no suelen abordarse cuando se habla de gentrificación: la raza o el género. La sexualidad y el colonialismo son también ángulos desde los que puede analizarse el desplazamiento de las comunidades respecto de su entorno, normalmente por la imposibilidad de acceder a la vivienda. Pero incluso si logran quedarse, viven un tipo de violencia: la pérdida de la comunidad y el sentido de pertenencia.
Kern analiza las nuevas formas que adopta hoy la gentrificación, más "vertiginosas" y "peligrosas" que las de hace 30 años. Sus protagonistas, y con un rol muy activo, son empresas, inversores y los propios gobiernos —empezando por los municipales—. Buscan rentabilizar y revalorizar espacios urbanos  a través de cierto modelo de desarrollo comercial e inmobiliario. 

El asalto al Banco Central de Barcelona, el 23 de mayo de 1981, justo tres meses después del intento del golpe de Estado de Tejero, es uno de los momentos más emblemáticos del final de la transición y uno de los que mejor revela hasta qué punto salió todo bastante bien de puro milagro: la irrupción de un grupo de hombres armados en el banco, liderados por el misterioso Número Uno, exigiendo dinero y la liberación de Tejero, sin que quedara claro ni siquiera si se trataba de delincuentes comunes o de  un comando de guardia civiles, de ultraderechistas o hasta de anarquistas evidenció a ritmo de tragicomedia hispana la extrema debilidad de unas instituciones que hacían aguas por todas partes.
El extraño episodio dejó muchos cabos sueltos —las propias autoridades prefirieron correr un tupido velo—, que ahora resuelve con gran talento, rigor y calidad literaria la periodista Mar Padilla, que revisita los escenarios, escarba en la hemeroteca y pasa horas con las fuentes que siguen vivas. Es un libro trepidante que no solo describe muy bien el surrealista episodio, sino que retrata a la perfección una época tan importante como salvaje.

El analista de conflictos, política internacional y procesos de paz Vicenç Fisas ha analizado al detalle los discursos del presidente chino, Xi Jinping, en sus 10 años de mandato. Aunque cueste creerlo, hace cuatro décadas China integraba la lista de los países más pobres del mundo y hoy, sostiene Fisas, “ha desterrado por completo la pobreza”, en contraposición con el 11% registrado en EE UU. Esta es la clave del respaldo social que pueda mantener el régimen pese a su autoritarismo.
Los discursos de Xi abordan todos los campos de acción política y económica, con palabras que suenan siempre conciliadoras y constructivas. Su apuesta por la filosofía del “ganar-ganar” la cimenta en el respeto, la amistad, la confianza, el beneficio y la comprensión mutuos. Son palabras muy bonitas que no parecen casar con la ideología y la práctica del líder máximo de una dictadura que aplica, a menudo, la pena de muerte. 

El antropólogo estadounidense David Graeber, autor de trabajos de referencia —sobre todo para la izquierda— como En deuda y Trabajos de mierda, falleció en septiembre de 2020, con solo 59 años, muy poco después de entregar este manuscrito, que resultó ser su obra más ambiciosa y que escribió junto con el arqueólogo David Wengrow.

Este monumental trabajo rastrea el origen de antiguas civilizaciones y pone en entredicho la versión hegemónica sobre el progreso humano construido por la clase dominante occidental. Esta visión oficial considera inevitable aceptar que el mundo se ha ido construyendo siempre, desde la invención de la agricultura y la formación de las ciudades, a partir de la codicia, las guerras, el dominio de un grupito de jefes masculinos y la construcción de Estados: un paquete necesario para el progreso.
El trabajo de Graeber y Wengrow supone una enmienda a la totalidad a esta visión hegemónica: en su opinión, ni siempre fue así ni es inevitable que lo sea. Ni siquiera está claro que avancemos en dirección al progreso. Para ello, estudian a fondo muchas civilizaciones olvidadas en todos los continentes, que no acababan de encajar con este patrón pese a impulsar también grandes urbes y vivir de la agricultura, y se formulan nuevas preguntas, que acaban alumbrando un marco alternativo. Todo ello, con una mirada global - no eurocéntrica - y con la pasión de quien está convencido de estar descubriendo un nuevo mundo que, aunque sea antiquísimo, aporta claves que podrían mejorar el presente de la humanidad.
Hay mucha erudición en este trabajo y también mucha imaginación, aunque no necesariamente más que la que han exhibido otros académicos que, a partir de meras especulaciones, han forjado verdades legitimadoras de modelos sociales y políticos muy injustos.

La evolución de los indicadores de emergencia climática es tan negativa y, pese a ello, la reacción ante un desafío de semejante magnitud es tan exasperantemente lenta que no es de extrañar que conduzca a reacciones depresivas o de arrojar la toalla. Pero entre reír y llorar, el humorista gráfico Darío Adanti, cofundador de la revista satírica Mongolia y colaborador de Alternativas económicas, siempre opta por lo primero. Y sin rendirse jamás. 
En este ensayo gráfico sobre el cambio climático, Adanti aparece como el personaje de la obra que va repasando la situación en que se encuentra el planeta, bien sintetizada por el título: El meteorito somos nosotros. Es decir: si no hacemos nada, se viene un impacto equivalente al del meteorito que aniquiló a los dinosaurios, pero esta vez como consecuencia de la mala cabeza del Homo Sapiens. 
El punto de partida es, lógicamente, sombrío, pero el libro es incluso luminoso. Como no podía ser de otra manera tratándose de Adanti, abunda el humor y también el esfuerzo para no quedarse en el lamento y encontrar soluciones, dirigidas tanto a lo que pueden hacer los individuos como las instituciones para enderezar la situación y evitar el colapso.
Esta actitud propositiva y hasta humorística, pero sin pretender edulcorar nunca el marco de riesgo extremo en que nos encontramos, con un registro de cómic y no de sesudas tesis doctorales, puede ser especialmente interesante para captar el interés del público más joven y también del ciudadano medio, menos involucrado en el activismo.

El potencial divulgador —y hasta de llamada a la acción—  es enorme, puesto que todo está basado en una profusa bibliografía científica e histórica que el autor maneja bien y que va analizando —y citando— a lo largo del libro de forma amena y hasta divertida, como quien que no quiere la cosa.
El volumen repasa las aportaciones de los científicos y científicas —estas últimas tantas veces olvidadas, pero no en este libro — en la comprensión de cómo funciona la atmósfera —"nuestro gran océano aéreo", que dijo Tim Flannery— y la interacción con el ser humano desde los inicios de los tiempos hasta la temible llegada del Antropoceno. Y, por supuesto, analiza con detalle las conclusiones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y especialmente el sexto informe de evaluación (2021-2022), cuya rotundidad en señalar que vamos muy mal no parece que sea asimilada de verdad ni por las instituciones ni por los ciudadanos, que suelen actuar como si nos sobrara el tiempo y, evidentemente, no es así.
Es una síntesis, pues, muy documentada del gran reto de nuestra época, que no es otro que cómo revertir la situación de emergencia climática. Adanti aporta un registro original que puede interesar a grandes públicos e incluso ahorrarles una depresión porque siempre aporta salida.

El economista Bruno Estrada, coordinador de la Secretaría General de Comisiones Obreras, revisita los principales escenarios que sacudieron el mundo en 1968, e año en que el ímpetu revolucionario se extendió por todo el planeta, tanto en Occidente como en el mundo soviético, de Vietnam a EEUU, pasando por Francia, Checoslovaquia y México, entre otros, y puso contra las cuerdas a las autoridades. El libro, que incluye un prólogo de Daniel Bernabé, recrea los episodios de esos meses de vértigo como si se tratara de una novela, pero todo fue muy real -el autor maneja documentación abundante- y los vientos desencadenados entonces todavía perfilan en buena medida el mundo en que vivimos. Aunque las revoluciones formalmente fracasaron, esas luchas protagonizadas sobre todo por jóvenes estudiantes universitarios abrieron grietas en las viejas estructuras y acabaron propiciando cambios culturales de gran calado.