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El paro juvenil se dispara de nuevo

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Octubre 2020 / 84

Es preciso cambiar las estructuras productivas que generan tantos empleos de usar y tirar entre los jóvenes.

Estamos aún en la primera fase de la crisis. En términos de empleo no sabemos cuál va a ser el impacto final de esta, sobre todo porque las medidas aplicadas por el Gobierno, en especial la aplicación de ERTE, han amortiguado el nivel de desempleo. Posiblemente, las cifras del tercer trimestre serán mucho peores por la importancia de la crisis turística y el hecho de que muchos trabajadores del sector no estén cubiertos por las medidas de protección.

Con los datos del segundo trimestre, la tasa agregada de paro era del 15,33%, solo el 1,33% superior a la de hace un año y muy inferior al pico de la crisis en 2014, que llegó al 24%. Por tanto, podría decirse que en una primera oleada la política de contención ha funcionado, aunque esta afirmación hay que matizarla porque la tasa de participación (el porcentaje de personas en edad laboral que están empleadas o buscan empleo) ha caído en un año más de tres puntos, lo que indica que parte de la moderación del desempleo se debe a que hay personas desanimadas que no lo han buscado activamente. Es una situación lógica dado el ambiente económico, pero que simplemente ayuda a camuflar la magnitud de la situación.

Si nos concentramos en el empleo juvenil, la situación es distinta. Hay que aclarar de entrada que definir lo que es o no es juvenil es en sí mismo una cuestión convencional en una fase histórica en la que se ha borrado una frontera nítida entre juventud y vida adulta. Lo que mejor define, en términos laborales, la condición juvenil es la de las personas que están transitando entre la educación y el empleo. En la medida en que los ciclos educativos se alargan, también lo hace el paso a la vida adulta. Como tenemos que recurrir a datos estadísticos, aquí simplemente consideramos jóvenes a las personas menores de 30 años, incluidas en tres grupos estadísticos diferentes (16-19 años, 20-24 y 25- 29). 

La tasa de participación es muy baja en la cohorte inferior, poco más del 10%, y llega al 78% en la superior. De la misma forma que la tasa de paro desciende (del 54,5% al 23,2%) de una a otra. Son también significativas las diferencias por sexos: la tasa de actividad de los chichos es superior a la de las chicas, aunque las diferencias se reducen con la edad (posiblemente por el mayor abandono escolar masculino) y la tasa de paro es siempre superior en las mujeres, aunque la diferencia se reduce mucho con la edad.

Salida del mercado

Cuando se comparan las tasas de actividad del último año se constata que la salida del mercado ha sido muy superior en los jóvenes que entre los adultos. Mientras que la tasa de participación general ha caído en 3,2 puntos porcentuales, la de las personas de 20-24 años lo ha hecho en 7,86 y la de 25-29, en 6,17. En cambio, la retirada ha sido mucho menos significativa en la cohorte más joven, posiblemente porque su participación es ya residual desde la crisis de 2008. En todo caso, está cifra indica que un porcentaje significativo de gente joven ha vuelto a renunciar a buscar empleo. Y a pesar que hay menos gente buscando, el paro juvenil se ha disparado 10,6 puntos entre los más jóvenes, 9,17 en los del grupo 20-24 y solo 4,69 entre el grupo 25-29, en todo caso, muy por encima del conjunto de la población.

Hay dos factores cruciales que explican esta situación diferencial: uno coyuntural y otro estructural. En primer lugar, la caída del empleo siempre afecta más a quien está entrando en el mundo laboral. No hay nada extraño en ello. Cuando las cosas se complican, las empresas retrasan la contratación de nuevos empleados, de la misma forma que frenan las inversiones.  

Vista la situación, cada vez más menores de 30 años renuncian a buscar trabajo

El segundo factor, y el más preocupante, tiene que ver con las características del segmento laboral en el que se insertan muchos jóvenes. Hay empleos específicos de jóvenes en actividades como el comercio al detalle, las cadenas de restauración, los monitores escolares, las actividades  recreativas… Son sectores en los que, al mismo tiempo, predominan condiciones contractuales precarias: empleos de temporada, a tiempo parcial, que fácilmente se volatilizan cuando la coyuntura empeora y que por su misma situación contractual les deja fuera de las medidas de protección. Aunque no todos los que están en este tipo de empleos son jóvenes,estos son un colectivo importante en los mismos. Y por esto experimentan altos niveles de desempleo y no tienen acceso a las medidas paliativas.

Hay que pensar en otros mecanismos de protección y en cambiar las estructuras productivas que generan tantos empleos de usar y tirar.