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Propuesta 22 // Infraestructuras compatibles con un escenario de cero emisiones

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Octubre 2019 / 7

Es uno de los grandes debates en ciernes.  ¿Tiene sentido invertir cuantiosas cantidades de dinero en grandes infraestructuras que dentro de 20 o 30 años se tendrán que utilizar cada vez menos o incluso deberán cerrar?

La descarbonización supone un cambio de modelo productivo en el que no basta con sustituir energías de fuentes contaminantes por otras limpias. Hace falta un cambio de paradigma que pasa por vivir de otra manera y dejar de derrochar, e incluso de plantear el decrecimiento en sectores de actividad depredadora como el turismo masificado. De ahí que muchas de las grandes infraestructuras topen con una fuerte oposición, a medida que aumenta la conciencia ambiental. 

Una de las ideas que está sobre la mesa es disponer de un organismo independiente con capacidad para valorar la compatibilidad de las infraestructuras que se proyecten y el objetivo de lograr cero emisiones netas de gases de efecto invernadero en un horizonte de 2050 o, a poder ser, antes. El Reino Unido, por ejemplo, se dotó hace ya una década del Comité para el Cambio Climático (CCC), un organismo independiente de prestigio que asesora al Gobierno británico en la materia, y que en mayo pasado apostó por una transformación completa de la economía del país hacia la descarbonización en 2050. En sus informes, la ampliación de infraestructuras aparecen valoradas todo el tiempo desde la óptica del objetivo final. Uno de los debates candentes al respecto ha sido la ampliación de una nueva pista en Heathrow para ampliar la capacidad del aeropuerto de Londres de 85,5 a 130 millones de pasajeros cada año, y que lleva muchos años de estudio. Está previsto que esta tercera pista, que vistas las cifras de las que hablamos supone casi un aeropuerto nuevo, empiece a operar en 2026. Pero ha topado con gran resistencia. No solo por parte de grupos ecologistas y asociaciones vecinales, sino también del propio alcalde de Londres, Sadiq Khan. 

Un organismo independiente podría valorar si cada infraestructura casa o no con la transición ecológica

Según Stay Grounded, hoy hay 1.200 infraestructuras aeroportuarias planeadas

La ampliación de aeropuertos entra en contradicción con los planes de reducción de emisiones

El caso de los aeropuertos es paradigmático. Según la organización Stay Grounded, que quiere frenar drásticamente el uso del avión, existen 1.200 proyectos de infraestructuras aeroportuarias planeadas en este momento, muchos de los cuales pertenecen a la categoría de las infraestructuras mayores y más caras de la historia, y aplicadas por los Gobiernos de modo unilateral. 

En España, donde no se descarta la creación de un organismo fiscalizador de las políticas públicas, se está lejos del debate público que existe en otros países. Pero la ampliación de aeropuertos está a la orden del día. AENA plantea, por ejemplo, ampliar el aeropuerto de Alicante-Elche, lo que, según Ecologistas en Acción, significa poner en peligro el Saladar de Aguamarga. Ocupa 100 hectáreas de la zona húmeda protegida. Hubo un intento de ampliación hace una década que fue parada por razones ambientales en su momento. Ahora, el operador aeroportuario dibuja un horizonte de 17 millones de pasajeros y ve necesaria una pista de 3.000 metros de longitud que ocuparía casi 300 hectáreas de nuevos terrenos, incluidas las 100 del Saladar.

El aeropuerto de Lanzarote, que ha pasado de 4,7 millones de pasajeros a 7,5 millones en 2018, es otro plan controvertido que viene y va, que reclaman los empresarios turísticos y rechazan partidos como Nueva Canarias porque significa más hoteles, apartamentos, más carreteras, cemento, contaminación.

Barcelona vive también la extensión del aeropuerto Josep Tarradellas. Una nueva terminal para vuelos intercontinentales, llamada terminal satélite y que estaba guardada en un cajón para pasar de 55 a 70 millones de pasajeros, fue anunciada en 2018 por el anterior Gobierno por el aumento creciente del ritmo de pasajeros. Y los primeros trabajos para acometerla ya han empezado.

El vertiginoso despliegue de la red ferroviaria de alta velocidad es también una oportunidad para evitar el avión para realizar recorridos allí donde exista una alternativa.