19. Comercio justo
En la información que se incluye en las etiquetas de los productos comerciales raramente se informa de las condiciones laborales o salariales de los obreros o campesinos que han intervenido en su elaboración. Pero el sello de comercio justo sí garantiza que se han cumplido unos estándares internacionales mínimos. Cada vez más consumidores lo buscan y empieza a ser posible encontrarlo más allá del café y el chocolate.
La apertura de fronteras abrió hace ya tiempo el abanico de la explotación de personas en países donde la legislación y las políticas dan mucho margen de maniobra. Pero quienes se benefician de los alimentos y los productos desarrollados en esas regiones están en los países ricos.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), más del 70% de la población expuesta a la inseguridad alimentaria vive en zonas rurales de África, Asia, América Latina y el Próximo Oriente. Es decir, el rostro más cruel de la situación del hambre en el mundo es justamente el de agricultores familiares que viven de la tierra.
No se trata solo de productos de alimentación. Son ya conocidas las situaciones de semiesclavitud en las que se fabrican casi todos los productos que utilizamos, desde tazas hasta electrodomésticos; el trabajo infantil con el que se extrae el té en Asia, y las guerras sangrientas que genera, por ejemplo, el coltán, ese material con el que se elaboran los teléfonos móviles. Todo esto, aunque en el papel no está permitido, en la práctica sucede.
Para salirse de ese sistema fueron creadas las redes de comercio justo, que luchan para cambiar la injusta situación de quienes trabajan en la producción de estos artículos.
En 1964, en una conferencia sobre comercio y desarrollo de Naciones Unidas, los impulsores del comercio justo plantearon que se debía cambiar la ayuda asistencial por políticas comerciales que permitieran unas mejores condiciones laborales en los países del Sur, y un mayor respeto por el medio ambiente.
Desde el punto de vista del consumo la regla es sencilla: se puede mejorar el mundo con nuestra opción de compra. Hacerlo implica favorecer un modelo de mundo más humano, más social y más ecológico.
Tal como explica la Coordinadora Estatal de Comercio Justo, quienes producen los insumos del sector forman parte de cooperativas u organizaciones que funcionan democráticamente. Tienen condiciones laborales y salarios adecuados, que permiten vivir con dignidad, y se respetan los derechos humanos; no conllevan explotación laboral infantil; hay igualdad entre hombres y mujeres y existe un respeto por el medio ambiente.
Un movimiento internacional de organizaciones no lucrativas en todo el mundo vela para que esto sea así. Trabaja también para mejorar el acceso al mercado de los productores más desfavorecidos y a fin de cambiar las injustas reglas del comercio internacional que consolidan la pobreza y la desigualdad mundial.
Los compradores, las distribuidoras de comercio justo sin fines de lucro, generalmente pagan por adelantado para evitar que los productores busquen otras formas de financiarse. Se valora la calidad, la producción sostenible, y se busca la manera de evitar intermediarios entre productores y consumidores.
En las más de 100 tiendas especializadas en comercio justo registradas en España, puede encontrarse desde café o chocolate hasta jabones, artículos textiles, artesanías, papelería y muebles.
Fuera de ese sistema de tiendas, hay otros lugares donde se pueden encontrar productos de comercio justo. Desde hace un tiempo algunas cafeterías ofrecen café de este tipo de comercio, y también es posible comprar algunos productos en supermercados. Llegan allí muchas veces a través del Sello Fair Trade, quizá la certificación internacional más conocida en el mundo.
Fairtrade International es una organización que engloba a 22 asociaciones Fairtrade y tres redes continentales de productores de América Latina, África y Asia.
Estas organizaciones fijan unos estándares mientras prestan apoyo y asesoramiento a los grupos productores en el Sur con asesores locales para alcanzar la certificación.
Como explican en la organización, todos los actores que participan en Fairtrade se someten a auditorías regulares por parte de una auditora independiente (FLO-Cert). Con estos controles se garantiza el cumplimiento de los estándares Fairtrade, que los ingresos adicionales lleguen a las organizaciones de productores en países en vía de desarrollo y que se utilicen allí de forma democrática y sostenible.
Las opciones de compra son cada vez más amplias, y cada vez hay más gente implicada, aunque lo que más se vende —y que salva las cuentas de comercio justo en su conjunto— es el chocolate y el café. El camino se ha ido haciendo despacio. Hasta hace poco este comercio no llegaba al sector de los electrodomésticos, pero hace tres años un grupo de holandeses comenzó a comercializar el primer teléfono móvil de comercio justo. Los materiales con los que se construyen están libres de conflictos armados por su posesión, y quienes producen perciben un salario digno; además, mezclan material nuevo con material reciclado. Fabrican los móviles por encargo. Ya han vendido 25.000 y hay cierta lista de espera. Actualmente están tramitando 30.000 compras más.
El reto de las organizaciones de comercio justo es implicar al sector público para que los productos de comercio justo se utilicen en los servicios ofrecidos por el Estado. También luchan para que el comercio siga cambiando en su conjunto: que el comercio justo sea la norma y no la excepción.
ENTIDADES
1. COORDINADORA ESTATAL DE COMERCIO JUSTO
2. SELLO FAIRTRADE
3. CIUDADES POR EL COMERCIO JUSTO
4. FAIRPHONE (teléfono móvil de comercio justo)