5. Moneda
El euro no es la única moneda que permite adquirir bienes y servicios. La economía social trata de construir desde hace tiempo un mercado en el que sea posible comprar y vender con una moneda menos inaccesible para crecientes capas de la población: ecosoles, boniatos, pumas, dragos, zoquitos, turutas... Algunos han contado hasta 130 monedas alternativas solo en España, sin contar el bitcoin, la moneda digital de alcance global que ha desconcertado a los autoridades monetarias.
¿Vivir sin dinero? Es una heroicidad con la que flirtea a la fuerza una de cada diez familias, las que tienen parados a todos sus miembros en disposición de trabajar. En tiempos en que el dinero físico escasea salvo en las manos del 20% de la población con mayores ingresos, en los que el poder adquisitivo va de baja, montar redes alternativas de pago es una vía que permite mantener la actividad de una comunidad de personas.
En la economía social catalana, uno de los inventos destacados ha sido el ecosol. Imaginemos que alguien tiene una cooperativa que vende su producto a otra entidad social. Como cooperativa no se cobra de la otra entidad en dinero en efectivo, pero en el mercado ecosol, que funciona como una comunidad de crédito mutuo sin interés dentro de la economía solidaria, va incrementando su saldo de crédito (la línea de crédito inicial asciende a 1.000 euros) en ecosoles para acometer nuevas adquisiciones. Mientras, el saldo de la otra entidad social, la compradora, suma una deuda, al no haber pagado en euros.
El mecanismo funciona de modo que vender más a los otros suponga poder comprarles, a su vez, más. Quien traiga nuevas empresas, entidades o profesionales de la economía social que participen en el mercado tendrán, a su vez, premio (30 eurosoles).
Participar en el invento supone una cuota (100 euros al año), y de cada operación de compraventa en ecosoles, hay que tener en cuenta que los promotores de la iniciativa (la XES, o Xarxa d’Economia Solidària de Catalunya) se queda el 3%. Con esta cantidad se financia la gestión del mercado y un fondo de garantía frente a posibles impagos.
Cada operación se puede pagar parte en euros y parte en ecosoles, pero se recomienda no mezclar monedas en las transacciones.
Importante: no hay convertibilidad de ecosoles en euros (salvo en el caso extremo de que a alguna entidad se le hayan acumulado muchos y no encuentre un modo razonable de gastarlos). Es legal y es solo una de las 130 monedas alternativas, según la XES (mientras que otros hablan de 70), que se estima que existen en España (más de 2.000 en el mundo), lo cual refleja un hambre de crear monedas con reglas de juego propias, ya sea con finalidad social, comercial o para obtener pura financiación.
El invento del ecosol es uno, pero existen decenas de monedas de crédito mutuo en España, a menudo relacionadas con la red de economía social REAS. El boniato en Madrid, lanzado en su mercado social. Con tres maneras de utilizarlo. O bien comprando a una entidad del mercado (previa alta en la web), como consecuencia de la cual se percibe una bonificación en boniatos, o bien cambiando euros por boniatos (valen lo mismo), o bien cobrando en boniatos un porcentaje de las ventas (esto va para las entidades proveedoras del mercado).
En Sevilla encontramos el puma; el drago, en Canarias; el zoquito, en Jerez; la turuta, en Vilanova i la Geltrú (Barcelona)… Todas ellas aspiran a ser monedas alternativas, aunque en la práctica suelen funcionar más como divisas complementarias del euro, que estrechan relaciones e impulsan la actividad dentro de una comunidad determinada.
Sin finalidad social pero sí comercial y económica, se han impulsado otras redes como la del uso del RES en Girona o la plataforma Trocobuy, pensadas, pese a la posibilidad de uso individual, sobre todo para una comunidad creciente de empresas.
Pero las monedas no siempre pueden tocarse. El ser humano supo ingeniárselas desde mucho antes de que existieran las primeras formas de dinero físico para pagarse por determinados productos y servicios. Podían intercambiar alimentos, por ejemplo, o favores. El dicho “el tiempo es oro” no es más que un modo de explicar que un ciudadano puede dedicarse a una actividad requerida por otro, cuyo valor se mide en las horas invertidas en realizarla. Los bancos de tiempo, a menudo impulsados desde comunidades vecinales y apoyados por ayuntamientos, da más opciones que nunca, sobre todo para actividades poco sofisticadas que no exijan mucho tiempo (véase el artículo: ).
Como alternativa digital se está erigiendo el bitcoin, una criptomoneda que escapa al control de los gobiernos, pues no hace falta identificar al autor de las transacciones ni pertenece a ningún Estado, y cuya cotización ha sufrido vaivenes sonados. Sus detractores le critican que esté desligada de la economía productiva, de un supuesto valor real de las cosas, mientras que sus defensores valoran la libertad de las transacciones instantáneas a través de la Red en cualquier lugar del mundo, sin necesidad de intermediarios, con una divisa convertible y, en principio, imposible de falsificar.
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