7. Cesión de uso
Ni compra ni alquiler. La cesión de uso es una fórmula a medio camino que aspira a aunar lo mejor de ambos mundos: estabilidad y posibilidad de construir un hogar con horizonte a largo plazo, pero a precio asequible y sin quedar hipotecado de por vida ni a merced de los vaivenes del mercado. Es una opción aún muy rara en España, uno de los países europeos con más tradición de vivienda en propiedad, pero común en varios países, y aquí también empieza a ser posible.
El acceso a la vivienda es uno de los mayores quebraderos de cabeza para mucha gente. Adquirirla en propiedad tiene el problema de endeudarse de por vida con la dificultad añadida de acceder a la hipoteca en un contexto de gran precariedad laboral. Y el alquiler dificulta la creación de un hogar, especialmente tras la última reforma legal que limita el horizonte de estabilidad a solo un año.
La cesión de uso es una modalidad a medio camino entre la propiedad y el alquiler que permite disfrutar de lo mejor de ambos mundos: no se posee la vivienda, sino el derecho de uso indefinido y transmisible a familiares tras una entrada económica inicial (retornable cuando se abandona la vivienda) y una cuota mensual equivalente a un alquiler social.
En España, la cesión de uso es todavía algo muy minoritario, pero esta modalidad hace 110 años que funciona en Reino Unido, está muy extendida en los países escandinavos desde hace 90 años y, más recientemente, en Alemania, donde hay 2,5 millones de viviendas en régimen de cesión de uso. En América es también relativamente habitual en algunos países —por ejemplo, en Canadá y Uruguay— desde hace más de 40 años.
DE LA TEORÍA A LA PRÁCTICA
La entidad referente en España —por ahora, casi en solitario— es Sostre Cívic-Techo Cívico, que nació en 2005 como una asociación y que funciona como cooperativa desde 2010. En los primeros años se centró en un trabajo casi académico de estudiar cómo trasladar a la legislación española la posibilidad ya existente en otros países, y en los últimos tiempos ha empezado a fomentar ya proyectos concretos, algunos de los cuales están plenamente operativos.
Los hay para todos los gustos: desde los neorrurales —en Solanell (Alt Urgell) se está tratando de revivir un pueblo abandonado como pueblo cooperativo— hasta los más urbanitas, con un proyecto en marcha en pleno Born, en Barcelona.
El sistema funciona así: la vivienda (ya sea de nueva planta o rehabilitada) es propiedad de la cooperativa, que monitoriza todo el proceso y, una vez aprobado el proyecto, ayuda a financiarla. Pero los socios que ocuparán la vivienda tienen el derecho de uso de por vida (o en períodos muy prolongados), siempre y cuando cumplan los requisitos, como no disponer de otras viviendas desocupadas o en el mercado especulativo. También pueden ceder a sus descendientes el derecho de uso, incluso después de fallecer.
Lo que no puede hacer el socio es poner la vivienda a la venta —y beneficiarse de una posible subida de precios— o alquilarla. Simplemente porque no es suya, sino de la cooperativa. La idea de fondo exige un cambio de mentalidad: se paga por el derecho a usar la vivienda sin limitaciones; no por la vivienda en sí. Es decir: es una opción para tener un lugar propio donde vivir, no una inversión de la que esperar rendimientos.
En realidad, es muy parecido al bicing o al carsharing (véanse el artículo...), en los que se paga por el derecho a usar bicicletas o coches que no son propios. La diferencia es que el mecanismo se aplica aquí con una vivienda.
El dinero que el usuario aporta como entrada lo recupera si se va. Por ahora, la horquilla de entrada oscila entre 500 y 20.000 euros, dependiendo del proyecto, que la cooperativa suele ayudar a financiar con fórmulas de finanzas éticas. En ocasiones, es la propia cooperativa la que pone en marcha el proyecto. En otras, es el socio el que toma la iniciativa y busca el apoyo —técnico, logístico y financiero— de la cooperativa.
En ambos casos, mientras el socio ocupa la vivienda paga el equivalente a un alquiler social (en estos momentos, siempre menos de 500 euros al mes). Cuando el piso está amortizado y ha cubierto el coste de construcción, este alquiler social baja sustancialmente y se sitúa alrededor de los 150 euros al mes. Esta cantidad es ya para siempre, mientras se use la vivienda, con independencia de los vaivenes del mercado y sin presión de propietarios que aspiren a sacar más partido económico del alquiler.
Para incorporarse a Sostre Cívic-Techo Cívico —requisito imprescindible para impulsar un proyecto para la cooperativa o sumarse a los que están en marcha— hay que pagar una cuota única y retornable de 100 euros y también una cuota mensual de 5 euros no retornable durante 18 meses, conmutable por trabajo voluntario para la cooperativa.
ENTIDADES
SOSTRE CÍVIC-TECHO CÍVICO
Dirección: C/ Casp, 43, bajos, 08010 Barcelona
info@sostrecivic.org