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África se endeuda de nuevo

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Marzo 2018 / 56

Ralentización: El aumento de la deuda pública, la menor actividad económica y la bajada de precio de las materias primas complican los avances en la lucha contra la pobreza y el cambio climático.

Distrito central de CapeCoast (Ghana). FOTO:ARTEM  KONSTANTINOV

En enero de 2017, Mozambique se declaró en suspensión de pagos. Con anterioridad, su Gobierno, presionado por el Fondo Monetario Internacional (FMI), se había visto obligado a desvelar la existencia de una deuda oculta de 1. 800 millones de euros, suscrita por empresas parapúblicas. Unos meses después, en agosto, el FMI recalculó la deuda pública de Congo en un 120% del PIB —en lugar de un 77%–  debido a ocultaciones del mismo tipo. ¿Prefigura ello una degradación general del endeudamiento de los Estados del África subsahariana? Es el temor expresado el pasado noviembre por la agencia de calificación estadounidense Moddy’s, que evocaba “el pico de emisiones de deuda soberana* alcanzado en 2014, el deterioro simultáneo de las perspectivas de crecimiento en la región, la desaceleración de la economía china y la bajada de la cotización de las materias primas”.

La última crisis de la deuda sufrida por el subcontinente data de la década de 1990. El FMI y el Banco Mundial lanzaron entonces la iniciativa para los Países Pobres Muy Endeudados (PPME) que permitió la anulación de deudas en 33 países africanos (39 en todo el mundo), como contrapartida al establecimiento de una estrategia nacional de reducción de la pobreza bajo la égida del Fondo.

Tras una rápida bajada, la deuda pública vuelve ahora a subir, según las últimas cifras del FMI: sobrepasaría el 45% del PIB de la región en 2017 (frente a un 38% en 2015 y un 30% en 2013). “Aunque preocupan todos los países en general, el aumento afecta sobre todo a los países exportadores de materias primas, a los que el fuerte aumento de las cotizaciones a mediados de los años 2010 incitó a endeudarse”, explica Jean-Joseph Biollot, consejero del Club du Cepii y especialista en África. En Angola, Nigeria, Gabón o Guinea Ecuatorial, el brusco cambio de la cotización de los hidrocarburos en 2014 provocó el hundimiento de las exportaciones y una degradación de las balanzas comerciales. Y ha afectado a las perspectivas de devolución de la deuda de los Estados, basadas en la hipótesis de la estabilidad del precio del barril. 

 

INESTABILIDAD FINANCIERA

Las emisiones por parte de los Estados africanos de deuda soberana en los mercados internacionales han aumentado enormemente en los últimos años: en conjunto han pasado de 1.000 a cerca de 6.000 millones de dólares entre 2011 y 2015. Sólo en el primer trimestre de 2017, alcanzaban los 4.600 millones.  “La disminución de la renta del petróleo ha llevado a los Estados a buscar nuevas fuentes de financiación en los mercados financieros, a los que han podido tener acceso gracias a la recuperación de su capacidad de endeudamiento que les permite la PPME. Pero ese endeudamiento está fuera del control del FMI y de las normas de buena gestión que éste prescribe”, explica Pierre Jacquemot, investigador asociado del Iris (Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas, en sus siglas en francés).

El África subsahariana es hoy uno de los terrenos de juego predilectos de los fondos buitre. Dichos fondos privados identifican un país con problemas financieros, compran deuda a los actores públicos o privados que la poseen, y luego exigen, ante los tribunales, al Estado afectado la devolución de la deuda a su precio inicial (véase recuadro). Unos juicios que los fondos ganan en el 75% de los casos. 

Más que el aumento del endeudamiento,  lo preocupante es su cambio de estructura: los Estados africanos están hoy menos endeudados con los países occidentales -que prestan en condiciones más favorables de tipos de interés, plazos de reembolso, etéctera-  y más con los actores privados o incluso los Estados emergentes.  Por ello, la desconfianza rodea el crecimiento de las inversiones chinas en el continente. “Pekín, que se ha convertido en uno de los principales acreedores de África, no forma parte del Club de Londres ni del Club de París, dos grupos de acreedores de deudas privadas y soberanas respectivamente en donde se negocian los créditos bilaterales de los países con un endeudamiento crítico. 

Subsiste, en consecuencia, una gran incertidumbre en cuanto a la capacidad de sus deudores de controlar esta vuelta al ciclo del endeudamiento”, explica Pierre Jacquemont. De hecho, los Estados se encuentran frente a un acreedor del que no saben si aceptará eventuales reducciones de deuda, ni lo que exigirá en contrapartida en caso afirmativo.

Los países exportadores de petróleo son los más afectados

El continente desconfía de los préstamos y la inversión de China

Aunque los Estados africanos siguen mayoritariamente endeudados con acreedores extranjeros, su deuda interna también se ha disparado desde comienzos de los años 2010 cuando empezaron a acudir crecientemente a los bancos nacionales. 

Otro punto de inquietud  en el continente es el relacionado con la capacidad de los Estados de recaudar impuestos para mejorar los márgenes de maniobra presupuestaria. Aunque la OCDE ha observado recientemente una mejora, el tipo impositivo medio apenas llega al 20% en 2015 (frente al 35% de los países de la OCDE). “El tamaño del sector informal, la debilidad de las estructuras administrativas existentes y unos índices de crecimiento inferiores al crecimiento demográfico –lo que provoca el empobrecimiento de la población– no permiten contar con los impuestos para mejorar la situación en el horizonte de 2030”, explica Jean-Joseph Boillot.

 

DESAROLLO SOSTENIBLE

Aunque la Agenda de Acción de Addis-Abeba, adoptada en la tercera Conferencia Internacional sobre la Financiación del Desarrollo, recomienda recurrir más a los recursos nacionales, la recuperación del endeudamiento, tanto externo como interno, cuestiona la capacidad de los Estados del África subsahariana para movilizar los fondos adicionales necesarios para la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) fijados en el marco de las Naciones Unidas y cuyo fin es, sobre todo, erradicar la pobreza y luchar contra el calentamiento del Planeta.

“En este contexto, el fortalecimiento de la administración fiscal debe ser la máxima prioridad de la ayuda pública al desarrollo”, insiste Tancrède Voituriez, director de programa en el Iddri (Instituto de Desarrollo Sostenible y de Relaciones Internacionales en sus siglas en francés). Para Jean-Joseph Boillot, la solución pasa también por una reconsideración de los objetivos de la financiación exterior: “En lugar de prestar directamente a los Estados, los proveedores de fondos públicos deberían aumentar los medios de las Administraciones locales para establecer políticas de desarrollo en el conjunto de los territorios”. 

 

* LÉXICO

Deuda soberana: títulos de deuda emitidos por un Estado. Sus poseedores son remunerados cada año con un tipo de interés fijo y se les devuelve el capital en la fecha de vencimiento del título (cinco, diez, quince años o más en función de que los títulos se emitan a corto, medio o largo plazo).