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Alemania, cero emisiones

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Enero 2017 / 43

Clima: Los alemanes tienen un plan para ser neutros en carbono a mediados de siglo. Para conseguirlo, deberán transformar sectores clave de su economía.

 Modelo innovador de viviendas para afrontar el cambio climático en la región del Ruhr (Alemania). FOTO:  Norbert Schmidt - Parlamento Europeo

A mediados de noviembre, en la COP22 de Marrakech , Alemania presentó su Klimaschutzplan 2050, un plan de protección del clima que le permitirá reducir de aquí a 2050 sus emisiones de CO2 entre el 85% y el 90% respecto a 1990. El plan del Ejecutivo, cuyas disposiciones tendrán que plasmarse en forma de ley, impone  unos objetivos precisos para cada sector de la economía (agricultura, transportes, industria), que deberán ser alcanzados a partir de 2030 (véase el gráfico) para que el país pueda ser “neutro en carbono” a mitad del siglo. 

El Klimaschutzplan propone numerosas medidas que obligan a una transformación estructural en sectores clave como la industria del carbón o la del automóvil. También prevé una reforma fiscal ecológica  y una actuación sobre los precios de la energía (gas, fuel, carburantes, electricidad). Esto ha tropezado con los actores  afectados. Así, la elaboración de este documento ha dado lugar a numerosos enfrentamientos entre los miembros de la gran coalición en el poder. El texto inicial, elaborado por el equipo de la ministra federal de Medio Ambiente, la socialdemócrata Barbara Hendricks, ha sido modificado por los demás ministerios, especialmente por los de Economía (SPD), Transportes (CSU) y Agricultura (CSU), para limitar su alcance. 

Las organizaciones medioambientales, por el contrario, consideran que el plan no está a la altura del desafío. “Si queremos cumplir el acuerdo de París, hay que estipular un objetivo de disminución del 95% de las emisiones”, afirma Christiane Averbeck, directora de Klima-Allianz, coalición de organizaciones comprometidas con el calentamiento global. Pero es difícil aumentar más las exigencias cuando a Alemania le cuesta lograr los objetivos para 2020. “Con un porcentaje de más del 30% en el mix eléctrico, las energías renovables van por buen camino”, recuerda Andreas Löschel, presidente de la comisión encargada del seguimiento del Energiewende, el plan de transición energética. “Respecto a las emisiones de CO2 y al ahorro de energía, no estamos en la buena trayectoria”. En 1990, el país se había comprometido a reducir para 2020 sus emisiones el 40%, y esa rebaja está estancada desde hace dos años en el -27%. El consumo nacional de energía primaria debe bajar el 20% a finales de la década de 2020; en 2014 (última cifra disponible) la bajada era sólo del 8,7%.

 

¿PARA CUÁNDO EL ABANDONO DEL CARBÓN?

“Debemos dedicarnos al carbón porque es el sector en el que podemos reducir las emisiones más deprisa”, explica Christiane Averbeck. “Nosotros pedimos que el abandono del carbón se plasme en una ley que estipule que, de aquí a 2025, deben dejar de funcionar la mitad de las centrales”. Las centrales de carbón producen aún el 42% de la electricidad del país y comportan que el sector eléctrico sea responsable de más de un tercio de las emisiones. Sin embargo, los conservadores de la CDU, los sindicatos mineros y parte del SPD no quieren ni oír hablar del abandono del carbón. La primera versión del Klimaschutzplan estipulaba que el carbón debía abandonarse “mucho antes de 2050”. Esa frase se ha suprimido y el texto no menciona fechas. 

Sin embargo, prevé la creación de una comisión encargada de estudiar a fondo la reconversión económica de las regiones mineras para compensar la destrucción de empleos.  Debería entregar su informe a finales de 2018, siempre y cuando se llegue a crear. Pues la CDU y el sindicato minero IG-BCE la rechazan argumentando que la existencia de la comisión equivaldría a aceptar un abandono “prematuro” del carbón. “No necesitamos un plan de abandono del carbón”, tercia Löschel. “Podríamos utilizar instrumentos de mercado como el establecimiento de un precio máximo por tonelada de CO2 de entre 20 o 30 euros. Así, el carbón se abandonará con rapidez, pero habrá que acompañarlo de medidas sociales”. Aunque el plan de protección del clima insiste en la importancia de poner tasas a las energías fósiles, no menciona  explícitamente la tasa de carbono. 

En otoño de 2017 se celebrarán elecciones legislativas, por lo que hay la tentación de dejar que el próximo Gobierno se ocupe de este asunto conflictivo. 

 

TRANSPORTES: ¿EL FIN DE LO TÉRMICO EN 2030?

El transporte representa el 18% de las emisiones, debidas sobre todo al transporte por carretera. Además, es el único cuyas emisiones de gas de efecto invernadero no han bajado desde 1990. Sin embargo, ya están trazadas las  líneas de la transición que pasan por el desarrollo de alternativas de uso individual del automóvil (ferrocarril, coche compartido, bicicleta).

 

EL DATO

1%

Es el porcentaje anual de renovación energética de viviendas en Alemania. A este ritmo, el parque no estará totalmente renvado hasta dentro de cien años

 

Pero es una idea que todo el Gobierno alemán aún no comparte. El plan gubernamental de inversiones en infraestructuras de transporte para 2030 sigue dando prioridad a la ampliación o construcción de carreteras frente a otras alternativas. Es un plan calificado de “catastrófico” por las organizaciones medioambientales, que piden que se reelabore en coherencia con el Klimaschutzplan. Éste exige al sector una reducción de sus emisiones de CO2 del 40% al 42% de aquí a 2030. Hasta ahora, los objetivos asignados a los transportes para 2020 eran reducir el 10% el consumo de energía, integrar el 10% de energías renovables (agrocarburantes y electricidad) y tener un millón de coches eléctricos. Ninguno de estos tres objetivos se logrará. 

El debate sobre la transición en los transportes comienza a tomar forma. En septiembre, el Bundesrat, la Cámara del Parlamento formada por los representantes de los länder, fijó los términos inesperadamente. En una resolución relativa a la “estrategia europea a favor de una movilidad de bajo índice de emisiones” estipulaba que, a más tardar, en 2030, en el conjunto de la UE sólo deberán estar autorizados los coches nuevos de transporte individual de cero emisiones. En un país en el que la industria del automóvil proporciona más de 800.000 empleos, esta declaración desencadenó una polémica sobre la prohibición de los vehículos de gasolina y diésel.

“No se trata de prohibir, sino de tender a ese objetivo gracias a una reducción de las normas de emisiones de los vehículos y a medidas fiscales”, defiende Christian Hochfeld, director del think tank Agora Verkehrswende. A su juicio, el sector del automóvil está ya sometido a una serie de “megatendencias” a escala mundial que hacen su transformación ineludible: reducción de las emisiones de CO2, aumento de uso compartido del coche, de lo digital, como Uber o Blablacar, y de los vehículos autónomos. Así, la transición es también un reto de competitividad para la industria del automóvil. Pero escasean las medidas concretas y, a comienzos de 2016 sólo circulaban en Alemania 25.000 coches eléctricos y 130.000 híbridos para un parque de 45 millones de coches individuales.

 

VIVIENDA: TRIPLICAR EL RITMO DE RENOVACIÓN

Las mismas dificultades se observan en la vivienda. Representa un tercio de las emisiones (calefacción, aire acondicionado y electricidad). Según el Klimaschutzplan, el consumo de energía en este sector debe reducirse en 2050 el 80% respecto a 2008. Actualmente, la renovación energética de las viviendas afecta al 1% anual del parque .  A ese ritmo, no estará renovada hasta dentro de cien años.  “El banco federal KfW ha establecido varios programas de subvención, pero los fondos que se les ha asignado son insuficientes”, explica Veit Bürger, director de energía y clima del Öko-Institut, quien añade que “hasta ahora, el Gobierno ha fijado un objetivo al sector de la vivienda, pero no ha dado una idea clara de los instrumentos para alcanzarlo”.

Los sindicatos mineros y la CDU ponen trabas al abandono del carbón

Para los ecologistas, los objetivos deberían ser más ambiciosos

No es por no haberlo intentado. En diciembre de 2014 se aprobó un plan de eficacia energética, pero su medida estrella no pudo ponerse en marcha debido a un desacuerdo en el seno del Gobierno. Se trataba de dedicar 1.000 millones de euros anuales a la renovación térmica en forma de bonificación fiscal. Esta medida es uno de los instrumentos que recomiendan los expertos y podría ser realidad tras las próximas elecciones.

Lo importante, aseguran numerosos interlocutores, es que la sociedad alemana dispone de una dirección política clara encaminada a que las inversiones públicas y privadas se orienten hacia la eficiencia energética y las tecnologías limpias. Hasta el momento, sin embargo, el  Klimaschutzplan es demasiado impreciso sobre los instrumentos reglamentarios y fiscales que hay que poner en marcha para permitir que Alemania llegue en hora a su destino.