Angola toma la senda china
Petrodólares: El segundo productor de crudo de África acelera su transición hacia el capitalismo de la mano de un nuevo presidente.
Contrastes de Luanda: las infraviviendas coexisten con modernos edificios para las nuevas clases acomodadas. FOTO: FABIAN PLOCK / 123RF
Después de treinta y ocho años, José Eduardo dos Santos cede el poder en Angola, el segundo productor de petróleo en África. Su delfín y ministro de Defensa, João Lourenço, le sucede en el cargo con un objetivo: dirigir a Angola hacia el capitalismo puro y duro y convertirlo en una potencia económica bajo el modelo chino ideado por Deng Xiaoping.
Angola es el sexto país de África por extensión y es rico en recursos naturales, muy especialmente en petróleo, que supone el 95% de los ingresos por exportaciones. También tiene diamantes y coltán, el codiciado mineral con el que se elaboran pantallas de ordenadores, tabletas y teléfonos móviles. Además, dispone de una larga costa atlántica con abundantes bancos pesqueros, una importante extensión de tierras apta para la agricultura, un clima propicio y un gran potencial turístico con selvas, estepas, playas paradisíacas y cascadas que guardan grandes secretos, pues los casi treinta años de guerra civil han impedido que el país haya sido explorado y explotado.
Angola obtuvo su independencia de Portugal en 1975, cuando se instaló un gobierno de corte marxista, apoyado por la Unión Soviética y Cuba bajo el liderazgo de António Agostinho Neto, quien murió en 1979 y a quien sucedió Dos Santos. Hace unos días, el 26 de septiembre, tomó posesión como presidente João Lourenço, un militar formado en la extinta URSS y jugador de ajedrez, hombre reservado y discreto. En una entrevista ofrecida en Madrid tras su victoria electoral de agosto pasado, Lourenço reveló que será un reformador al estilo de Deng Xiaoping. En otras palabras, la nueva Angola quiere emular el modelo chino de transición al capitalismo.
Neto tuvo la responsabilidad de conducir a Angola hacia la independencia; Dos Santos, de librar una guerra civil de veintisiete años (1975-2002) y de firmar la paz; y Lourenço, según sus propias palabras, abrirá el país a la inversión extranjera, privatizará las empresas que supongan un peso para el Estado y consolidará la ruta hacia el libre mercado.
Y es que la guerra civil angoleña fue el conflicto más largo de África y uno de los más condicionados por el contexto de la Guerra Fría. Superado ese trauma y con una paz estable desde 2002, Lourenço tiene claro que Angola, pese al bache por el que atraviesa a causa de la caída de los precios del petróleo, tiene posibilidades de convertirse en una potencia emergente y capitalista en el corazón de África. Esa es su misión.
ESTACAMIENTO
La economía angoleña se estancó en 2016, a causa precisamente de la caída del precio del petróleo después de crecimientos de dos dígitos durante la primera década del siglo XXI, y de entre el 3% y el 6% entre 2010 y 2015. Esa evolución, que coincidió con la implementación de la paz, ha sufrido ahora un traspiés. Por eso Lourenço asegura que la clave está en la diversificación de la economía y en la privatización de empresas estatales, grandes monstruos levantados durante años de guerra: “Nuestro país puede sobrevivir, tiene recursos más allá del petróleo”, afirma el nuevo presidente al enumerar los cuatro sectores que, a su juicio, van a liderar las inversiones: agroindustria, minería, pesca y turismo.
Angola tiene mucha tierra cultivable y agua, un clima propicio, yacimientos de petróleo, diamantes, oro, hierro y coltán; hace décadas fue un gran productor de pescados y mariscos; dispone de un potencial turístico inmenso y necesita infraestructuras. En esta nación todo está por construir, desde carreteras y puentes hasta viviendas, escuelas, fábricas y hoteles.
Sobre las privatizaciones, el nuevo presidente afirma que su Gobierno va a hacer un análisis “caso por caso” para poner a la venta “aquellas empresas que son pesos muertos, que no son rentables, que le están costando mucho dinero a las arcas del Estado”.
Y es que tras una década dorada, llegaron las vacas flacas y Angola necesita virar su estrategia petrolera: si bien el PIB del país africano pasó de 6.000 millones de euros en 1999 a 81.000 en 2016, año en el que no creció, para 2017 se vaticina que, como máximo, aumentará un 2%.
Un estudio de EAE Business School catalogaba en los años del boom a Angola como un país “emergente” con gran potencial para la inversión, pues su economía se encontraba en plena expansión con retos claros en el desarrollo de infraestructuras, diversificación y crecimiento de capital, tanto institucional como humano; pero también detallaba sus debilidades: dependencia del petróleo, pobreza y corrupción.
Sostiene Lourenço que la fortaleza de Angola radica en la consolidación de la paz de 2002, que ha permitido celebrar tres elecciones pacíficas desde entonces, aunque reconoce las lacras de la pobreza y la corrupción. Es difícil encontrar información actualizada sobre pobreza en Angola y cuando se le pregunta al presidente que cómo es posible que, en un país tan rico en recursos, dos tercios de la población viva con menos de dos dólares al día —un dato que recorre la prensa internacional sin ser acreditado por una fuente—, el presidente responde que esa cifra no es cierta, pero no ofrece otra. Lo cierto es que la pobreza es galopante en Angola, y también la corrupción.
LA MUJER MÁS RICA
Una de las últimas decisiones que tomó el ex presidente Dos Santos fue colocar a su hija Isabel —considerada por la revista Forbes la mujer más rica de África— al frente de la petrolera estatal Sonangol, con una veintena de filiales, alguna de ellas en el extranjero. Apodada “la princesa”, con una fortuna de unos 3.500 millones de dólares, Isabel dos Santos se convertía así —según publicó la BBC— en la segunda personalidad más importante del país, sólo por detrás del presidente. El emporio de la hija del, aún hoy, hombre fuerte de Angola incluye negocios en el petróleo, la energía, la banca, la telefonía y los medios de comunicación en su país, pero también en Portugal. En una entrevista a ese medio británico, la magnate se justificaba en que su formación y capacidad son las claves de su éxito.
Según la red de periodismo de investigación EIC, Dos Santos, antes de dejar la presidencia de Angola, adjudicó a un consorcio liderado por la empresa china CGGC la construcción de una gran presa en el norte del país que costará 4.500 millones de dólares (3.800 millones de euros), el equivalente al 5% del PIB. Una socia clave del consorcio es su hija, pues una de sus empresas tiene el 40%. Además, ese contrato está unido al compromiso de que los préstamos se soliciten a la banca estatal china.
Estos hechos son la punta del iceberg en un país que se ubica entre los 12 más corruptos del mundo, según Transparencia Internacional, y cuya capital, Luanda, es la más cara del mundo en materia de alquiler de vivienda y adquisición de otros bienes para extranjeros.
El 95% de los ingresos por exportaciones provienen del crudo
El modelo es el que impuso Den Xiaoping en los años noventa
La pobreza y la corrupción son galopantes
“Somos conscientes de que existe corrupción, en el MPLA [Movimiento para la Liberación de Angola, partido en el Gobierno] lo reconocemos, sabemos que es de los mayores males que sufre nuestra sociedad”, afirma Lourenço, para agregar: “Lo que buscamos, sabemos que va a ser difícil, es llegar a niveles no vamos a decir aceptables, pero que existen a escala internacional. Y estamos decididos a luchar esa batalla”.
Para llevar a cabo sus planes, Lourenço tendrá que hacerlo a la sombra del propio José Eduardo dos Santos, pues si bien se retira de la presidencia, seguirá al frente del MPLA. El nuevo mandatario reconoce que será inevitable que su antecesor se inmiscuya en el Gobierno. Pero está convencido de que su misión es otra y la tiene clara: “Consolidar las bases de la economía de mercado”. El proceso del marxismo al capitalismo comenzó en Angola tras la caída de la Unión Soviética, a principio de la década de los noventa del siglo XX. Ahora el ejemplo es la China que cimentó Deng Xiaoping: la del capitalismo salvaje.