China, primera en energía verde
Análisis: Pekín se está convirtiendo en líder mundial del sector de las tecnologías verdes por razones sanitarias y ecológicas, aunque también para conquistar unos mercados muy dinámicos.
Bicicletas, motocicletas y coches en una avenida de Pekín, China. FOTO: 123rf
Muchas de las personas que han visitado recientemente Pekín se han sorprendido agradablemente al ver un cielo azul en lugar de ese cielo gris producto de la contaminación tan frecuente hasta ahora en la capital china. Esa mejoría de la calidad del aire se debe en gran parte a unas enérgicas medidas contra la contaminación. Las empresas más contaminantes se han trasladado lejos de la capital y de las grandes ciudades, y los sistemas de calefacción por medio de carbón se han cerrado, en ocasiones antes de que estuvieran instaladas las calderas de gas que los iban a sustituir.
Este cambio demuestra una toma de conciencia sobre la importancia de la economía verde, lo que promete una mejora de la calidad de vida y es una formidable oportunidad para China de lograr un liderazgo tecnológico y político. Este país es el primer emisor de gases de efecto invernadero, con más del 25% del total de emisiones. Si hacemos un cálculo por habitante, las que emite cada ciudadano chino son mayores que las de un ciudadano de la Unión Europea. Esas emisiones se deben a una producción eléctrica procedente en un 70% del carbón y a la posición dominante de China en la industria pesada.
El país es el primer inversor en energía eólica y solar
Destinará 360.000 millones de dólares a energías renovables
El apoyo a lo verde le dará el reconocimiento del mundo
Sin embargo, el país es ya, y de lejos, el primer inversor en el sector de las eólicas y de la energía solar, y ahora ha renunciado a invertir en el carbón. Disfruta también de una enorme ventaja en lo referente a recursos. En un reciente informe de la Agencia Internacional de la Energía, un mapa muestra las regiones del mundo mejor posicionadas para producir energía eólica y solar, y la zona más vasta es la constituida por las regiones poco pobladas del oeste de China. Si se cubriera el 5% de esa zona con paneles solares se podría suministrar el total de la electricidad que necesita el país, y ello sin contar con la energía eólica.
Los inversores chinos en el sector eólico y solar están convencidos de que en los próximos 10 años podrán suministrar electricidad producida por energías renovables a las regiones costeras a un precio inferior al de las centrales de carbón.
Evidentemente, se necesitarán inversiones gigantescas. La National Energy Administration china ha anunciado una inversión de 360.000 millones de dólares en energías renovables hasta 2020, un esfuerzo aceptable si se tiene en cuenta que el total del ahorro y las inversiones de China se eleva a más de 5 billones de dólares anuales y que su sistema bancario dispone de 30 billones de dólares de activos financieros.
VENTAJA COMPETITIVA
Al crear un sistema de producción de electricidad baja en carbono, China se beneficiará de una considerable ventaja competitiva. Se podrá descarbonizar la producción de acero, de fertilizantes y de productos químicos, y producir eventualmente hidrógeno verde para el transporte terrestre y marítimo. En una economía mundial de cero emisiones de carbono, gran parte de la producción industrial debería llevarse a cabo allí donde el precio de la energía solar y eólica es bajo.
Las empresas chinas desempeñan ya un papel considerable en lo referente a las grandes técnicas necesarias para una economía verde, especialmente en los paneles fotovoltaicos, las eólicas, las baterías y los sistemas de gestión del suministro de electricidad de fuentes intermitentes. Cuanto más rápido evolucione China hacia una economía de escasa emisión de carbono, mejores serán las posibilidades técnicas y económicas que se le ofrezcan.
La electrificación del transporte por carretera va a ser primordial para la mejora de la calidad del aire, así como en la reducción de las emisiones de CO2 a medida que la electricidad sea cada vez más verde. Las grandes empresas chinas desempeñan ya un papel esencial en el desarrollo de vehículos eléctricos y las grandes ciudades chinas son, de lejos, las primeras en adquirir autobuses eléctricos. Ese cielo cada vez más frecuentemente azul de Pekín también se debe en parte a la electrificación de la mayoría de las motocicletas.
Las empresas chinas que desarrollan vehículos eléctricos están tan bien situadas como sus homólogas europeas y estadounidenses en innovación y competitividad. Por el contrario, necesitarán años para adquirir la competencia que los constructores occidentales tienen tras un siglo de producción de motores térmicos. Asimismo, cuanto más rápido desarrolle China vehículos eléctricos, mejor situadas estarán sus empresas en este ámbito.
El Gobierno ha declarado que pronto va a fijar la fecha a partir de la cual estará prohibido vender coches que funcionen con energía fósil. Se puede apostar por que sorprenderá al mundo anunciando una fecha muy anterior a 2040, límite fijado por Francia y Reino Unido. Y lo hará para tener una ventaja competitiva y no solo para luchar contra la contaminación.
Si China acelera su marcha hacia una economía verde, podría también ganar en el plano político. El presidente Xi Jinping aspira a tener una economía atractiva y ser un modelo social. Aprovecha que el presidente Trump está empañando la imagen de Estados Unidos para aumentar la influencia de China, aunque muchas características de su sistema político se oponen a dicho objetivo. Sin embargo, podría convertirse en el país número uno de la lucha contra el calentamiento global, y ser respetado por ello.
CONTAMINACIÓN
La revolución del autobús eléctrico
Debido a que estaba especialmente afectada por las consecuencias de la contaminación del aire de las ciudades —el número de muertos prematuros se estimó en 1,6 millones en 2015—, China se apresuró a construir autobuses urbanos 100% eléctricos y a sustituir poco a poco sus flotas que circulaban con gasóleo. Según la agencia Bloomberg, de 350.000 autobuses eléctricos en circulación en el mundo en 2017, el 99% son chinos. Y esa flota aumenta rápidamente: 116.000 unidades se adquirieron en 2016 y 90.000 en 2017 (10 veces más que el parque total de una ciudad como Londres), frente a 2.000 en 2012 y 2013. En Shenzhen, sede del fabricante BYD, se lanzó en 2009 un programa piloto. Hoy, los cerca de 16.000 autobuses de la ciudad son eléctricos.
Este auge no solo contribuye a descontaminar el aire, sino que empieza también a tener un impacto en la demanda de petróleo. Se calcula que, en 2018, el conjunto de los vehículos eléctricos en circulación evitará el consumo de 279.000 barriles diarios, equivalente al consumo de Grecia. De este total, los autobuses (casi exclusivamente chinos) representan una disminución del consumo de 233.000 barriles diarios. Pero también será necesario descarbonizar la producción eléctrica para que esos nuevos autobuses contribuyan a reducir las emisiones de CO2.
Las capitales europeas, que también están enfrentadas a problemas de contaminación atmosférica, quedan a la altura del betún al lado de China. Según Bloomberg, Reino Unido, que encabeza el top 10, tenía 191 autobuses en circulación en todo el país en 2017. A la cola, Francia, solo tenía 74 unidades. París, Londres y Barcelona, así como otras nueve grandes ciudades del planeta se han comprometido a comprar únicamente autobuses de emisiones cero… en 2025.
En colaboración con Project Syndicate.