Cómo evitar que el islam se radicalice
Religión: París intenta supervisar la formación de imames y la financiación de mezquitas, pero la reforma parte del mismo enfoque que nos ha llevado hasta aquí.
Dos mujeres musulmanas en las calles de París. FOTO: JOERG HACKEMANN
Formar a los imames en Francia en lugar de formarlos “en otra parte”, suspender de forma temporal la financiación de los lugares de culto musulmanes que procedan del extranjero o asegurarse al menos de la transparencia de dicha financiación. Son temas recurrentes que han reaparecido en el debate público francés después de los atentados de Niza y de Saint-Étienne-du-Rouvray, en Normandía.
El ministro del Interior de Francia, Bernard Cazeneuve, ha anunciado la reactivación de la Fundación para las Obras del Islam, una institución creada en 2005 por un gobierno anterior con el objetivo de controlar la financiación de los lugares de culto y que, sin embargo, se ha mantenido inactiva. La idea de revitalizarla persigue organizar una financiación centralizada de las mezquitas y de la formación de los clérigos musulmanes. El Estado desea tener mejor enmarcadas las instituciones del islam para contener el riesgo de que se radicalicen.
Nathalie Goule, senadora y coautora de un informe reciente del Senado sobre el islam en Francia, recuerda, sin embargo, que la radicalización se produce principalmente en las prisiones y en Internet. En cambio, las mezquitas están supervisadas desde los años ochenta.
La ley que separa Iglesia y Estado en el país data de 1905 y prohíbe a los poderes públicos que intervengan de forma directa en cómo se organizan las distintas confesiones. No obstante, desde hace tres décadas, el Estado intenta estructurar el culto musulmán, que se encuentra muy descentralizado.
En 1990, el entonces ministro del Interior, Pierre Joxe, constituyó un Consejo de reflexión sobre el islam que reunió a algunas organizaciones musulmanas de Francia. Fue el embrión del Consejo Francés del Culto Musulmán, constituido en 2003. Pero, como explica la socióloga Solenne Jouanneau, “los poderes públicos se mantienen prisioneros de una paradoja: buscan cómo organizar el islam sobre el modelo de los llamados cultos concordatarios cuando no dispone ya de este instrumento legislativo”.
Jouanneau se refiere al hecho de que los cultos católico, protestante y judío disponen de un estatuto especial, heredero del Concordato de 1801, en Alsace-Moselle: allí, los responsables del culto son asalariados del Estado y la enseñanza religiosa está autorizada en las escuelas. Pero el citado Concordato resultó abolido por la ley de 1905 que separaba Iglesia y Estado, salvo en este territorio, conocido como Alsacia y Lorena, fruto de su anexión temporal alemana.
IMAMES, LA TENTACIÓN EXTRANJERA
La nacionalidad y la formación de los imames se encuentra en el centro del debate. De los cerca de 2.000 que ejercen hoy en Francia, el 70% son extranjeros y el 30% restante, franceses (1). Entre los extranjeros, 300 son funcionarios desplazados en el marco de acuerdos de cooperación con otros países; por ejemplo, Turquía y Argelia. “En la época en que se pusieron en marcha esos acuerdos durante los años noventa, cada gobierno daba por hecho que los inmigrantes regresarían a sus respectivos países de origen. Más tarde, esta especie de externalización diplomática se percibió como una garantía de moderación, reflexiona Solenne Jouanneau. Por eso, el riesgo de deriva radical que se imputa a los clérigos extranjeros “ampliamente ficticio”, según concluye el informe del Senado.
El 55% de los imames en Francia son voluntarios, sin sueldo
El 80% del dinero de las mezquitas procede de donativos privados
El Estado ha intentado impulsar instituciones que se encarguen de la formación teológica. Hoy existen dos, Al-Ghazali y el Instituto Europeo de las Ciencias Humanas de Chateau-Chinon, pero no atraen de forma masiva a quienes aspiran a convertirse en imames. Francia sigue recurriendo a los acuerdos con otros países y formándolos fuera: en septiembre de 2015, firmó un acuerdo de cooperación con Marruecos para formar a 40 imames en el Instituto Mohammed VI de Rabat. El Estado desarrolló un programa de formación cívica que complementaba la formación confesional. Son diplomas que se obtienen cuando se siguen cursos sobre las instituciones francesas y el contexto social e histórico. Pero París no puede obligar a los imames a seguir esa formación ni a controlar las que sigan los elegidos por los fieles de una comunidad.
SIN SUELDO
Se añade otra dificultad mayor. “La realidad económica del imam no está al nivel de una formación universitaria larga y cara”, señala el informe del Senado. Ésta puede costar hasta 3.500 euros por año.
El 55% de los clérigos musulmanes que ejercen en Francia son voluntarios que trabajan desinteresadamente. El 45% restante corresponde a los mencionados imames desplazados, que están correctamente retribuidos, o bien a asalariados de asociaciones que cobran muy poco.
La financiación de las mezquitas es la otra gran cantera de la que desea ocuparse el Gobierno. En contra de lo que se piensa, la participación de los países extranjeros es débil y sólo concierne a algunas grandes mezquitas regionales. Marruecos ha destinado una cuantía de seis millones de euros en total para este año. Argelia destina cada año dos millones de euros a la Gran Mezquita de París. En cuanto a Arabia Saudí, participa en la financiación de ocho mezquitas francesas, por un total de 3,8 millones de euros desde el año 2011 (2). En realidad, cerca del 80% de los fondos destinados a la construcción o al mantenimiento de las mezquitas procede de donativos privados, de donativos extranjeros y, sobre todo, de fieles: la mezquita de Massy recauda 500.000 euros al año.
“Si a veces se producen desvíos, tiene que ver con la gestión errática de algunos lugares de culto”, opina la socióloga Hanane Karimi. “Las mezquitas no generan fondos susceptibles de financiar el jihadismo”, añade Bernard Godard (3), ex alto funcionario del Ministerio del Interior francés. Y añade: “Por lo que respecta a la financiación privada procedente del extranjero, cualquier donación importante dirigida a una asociación que gestiona una mezquita da lugar a una investigación de Tracfin, la célula de Bercy [sede del Ministerio de Finanzas] que lucha contra las redes financieras clandestinas.”
RETO PARA EL GOBIERNO
En este contexto, la reactivación de la Fundación para las obras del Islam de Francia, destinada a financiar lugares de culto y formación de imames, pretende aportar transparencia. Pero eso implica superar las dificultades que surgieron en 2005.
“El fracaso de la fundación se debió al rechazo de diferentes federaciones musulmanas de meterse en un fondo común”, subraya el sociólogo Romain Sèze (4). Para desempeñar plenamente su papel, como la Fundación del Protestantismo o el Fondo Social Judío Unificado, haría falta que esta estructura se dotara de una fuerte legitimidad ante los musulmanes y escapara al reproche que se le hace al mencionado Consejo Francés del Culto Musulmán: un intento pilotado por el Estado de institucionalizar de alguna manera y a marchas forzadas el islam en Francia.
AYUNTAMIENTOS
2.500 LUGARES DE CULTO PARA 4 MILLONES
Para sus cuatro millones de practicantes, el islam cuenta en Francia con 2.500 lugares de culto, cuando en el año 2000 había 1.300, mientras que hay 45.000 iglesias católicas, de las que 10.000 están activas, para 10 millones de practicantes. Desde hace una década, los municipios tienden a poner un terreno a disposición de la comunidad religiosa a cambio de una módica suma y durante un período largo, después del cual recuperan el terreno. Es una manera de controlar sin infringir la ley, que impide financiar lugares de culto.
(1). De l’islam en France à un islam de France, établir la transparence et lever les ambiguïtés, por Nathalie Goulet y André Reichardt, Senado francés, 5 de julio de 2016, disponible en www.senat.fr/rap/r15-757/r15-757.html
(2). Autora de Les imams en France. Une autorité religieuse sous contrôle, Agone, 2013.
(3). Autor de La question musulmane en France. Un état des lieux sans concessions, Fayard, 2015.
(4). Autor de Être imam en France, Le Cerf, 2013