Con el recibo a oscuras y la estufa apagada
El Gobierno prepara un nuevo modo para fijar los precios que evite subidones de la luz. Pero en el gran enredo eléctrico, donde nada funciona como un mercado normal, todo apunta a nuevas subidas a partir de marzo.
Un inmueble con luces encendidas, de noche, en Barcelona. FOTO: EDU BAYER
El 18% de los 14,2 millones de hogares que existen en España no puede tener una temperatura lo bastante cálida durante el invierno, según la encuesta de condiciones de vida del Instituto Nacional de Estadística (INE) correspondiente a 2012. En enero, por ejemplo, se considera óptimo tener la casa entre 18 y 20 grados. La Unión Europea hace ya unos años que ha instado a elaborar planes para paliar una de las consecuencias del empobrecimiento de las familias: la incapacidad para costearse servicios básicos convertidos en servicios casi de lujo, caso claro de la electricidad.
En el marco de un parque de viviendas que envejece y falto de eficiencia, las penurias energéticas se dan mientras baja el nivel de ingresos —la renta media por hogar descendió en España de los 25.556 euros de 2008 a los 23.123 euros de 2012 y, solo en ese último año y en 2013, la caída de salarios reales fue de 10 puntos porcentuales—, al tiempo que persiste la escalada de los precios de la luz —según Industria, para las familias, la crisis ha elevado el recibo de 0,112 euros por kWh (2008) a 0,175 (2013), mientras que en el caso de las industrias, lo ha hecho de 0,08 euros por kWh a 0,1.
CAE LA DEMANDA, ¡SUBE EL PRECIO!
Según la ley de la oferta y la demanda que reina en cualquier mercado, el precio de una cosa tiende a subir cuando esta escasea y la demanda se multiplica. Y al contrario: el precio disminuye cuando lo hace también la demanda. Pero el mercado eléctrico, que desde que gobernaba José María Aznar es un mercado teóricamente liberalizado, va por libre. Más claro aún, va al revés. Con la crisis, la demanda ha ido encogiéndose hasta niveles de 2005 (el 2,3% en 2013, el 1,2% en 2012 y el 2,2% en 2011, según REE).
El 18% de los hogares no tiene temperatura cálida en invierno
El Gobierno no cuestionó la formación de precios en su reforma eléctrica
Como guinda de este mundo al revés, en esos mismos tres años, con la demanda cayendo, disfrutamos de 4.215 MW más de potencia instalada. En total, 102.281 MW, o sea, el doble que en el año 2000 y, según el consenso de los expertos, casi un tercio más de lo necesario. Sufrimos una especial inflación de centrales de ciclos combinados, que generan electricidad quemando gas y vapor, y la indigestión de una apuesta incentivada por las energías limpias que desbordó la planificación de megavatios previstos, se desarrolló a veces de la mano de la burbuja inmobiliaria (sobre todo en el caso de las plantas fotovoltaicas) y se desmadró en primas cuando las tecnologías estaban en pañales. Hoy, el Gobierno del PP ha ahondado en el desastre cortando en seco la apuesta y ha condenado a la industria renovable y a los inversores internacionales a los que atrajo quitándoles retroactivamente las primas, ahora que las tecnologías han madurado y se han abaratado.
Nada parece, pues, cuadrar en uno de los sectores que genera los recibos más confusos. Ya es sabido que la electricidad estuvo a punto de subir este enero cerca del 13% para 16,5 millones de usuarios (ciudadanos y pymes con una potencia contratada de hasta 10 kW), que siguen acogidos a una tarifa regulada que coexiste con las que se pueden contratar con una comercializadora en el mercado libre. Después del susto de la subasta trimestral en la que se decidía el precio, el Gobierno se enfadó mucho, y la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC, independiente) también se indignó; así, finalmente este mes la luz sube solo el 2,3% (11 veces más que el IPC). Desde julio pasado, las subidas consecutivas del recibo acumulan el 9,7%.
La reforma pretendía acabar con la pesadilla del déficit de tarifa inventada en tiempos del entonces vicepresidente económico Rodrigo Rato (ningún otro Gobierno posterior osó resolver la cuestión) para mantener artificialmente a raya el precio de la electricidad, en una mezcla de guiño a los electores y herramienta de competitividad empresarial y de control de la inflación. La diferencia entre el precio que pagaran los consumidores y el coste que se le reconociera a las compañías eléctricas por la energía producida fue engordando a golpe de escalada del petróleo, de las ayudas renovables (insisten las eléctricas convencionales) y de un funcionamiento del mercado mayorista eléctrico calificado de opaco por consumidores y sector de energía verde. Es que, de entrada, se retribuye a todos los productores al mismo precio, el de las costosas centrales de gas, aunque sus fuentes de energía sean muy baratas o tengan los costes amortizados, lo cual favorece a nucleares y a hidráulicas.
La luz sube este enero 11 veces más que el IPC y el 9,7% desde julio
El Gobierno se echa atrás y el Estado no costeará 3.500 millones de déficit
La diferencia o déficit de tarifa asciende hoy a 25.457 millones, a los que hay que sumar 3.500 millones correspondientes a 2013, que Industria quería enjugar a cargo del contribuyente en los presupuestos (era parte de la gran reforma fallida), pero cuyo pago, rechazado por Hacienda, temerosa de no cumplir con el déficit público, ya se ha desviado al bolsillo del consumidor. ¿Dónde se ve? En la parte de la subida del 2,3% de este enero, que corresponde al tramo de la tarifa sobre el que decide el Gobierno (el 0,9%). Pero el tramo sobre el que se pronunciaba el mercado ha sido esta vez también intervenido por el Ejecutivo y ha subido el 1,4%, a propuesta de la CNMC. Hasta ahora se decidía mediante subastas trimestrales. La última fue suspendida tras cerrar con un incremento llamativo del 25,6% del precio, después de semanas de movimientos alcistas en las operaciones diarias del mercado. El nuevo mecanismo de precios vigente de enero a marzo prevé la generación de más déficit de tarifa, esta vez en el tramo teóricamente liberalizado. Así, será difícil no ver nuevas subidas de la luz a partir de marzo.