Cuando el salario mínimo salva vidas
Salud: Además de no penalizar el empleo, una retribución justa reduce las muertes prematuras al permitir a los trabajadores llevar una vida más sana.
Protesta de trabajadores de McDonald’s en Mineápolis para pedir un salario mínimo de 15 dólares a la hora frente a los 7,25 a nivel federal. FOTO: Fibonacci Blue
Durante mucho tiempo, la gran mayoría de los economistas no lo cuestionaba: imponer a las empresas un salario mínimo para sus asalariados era nefasto para el empleo. Los que tuvieran un puesto de trabajo estarían mejor pagados, pero a ese nivel salarial habría menos contrataciones. Muchos estudios empíricos recientes han relativizado considerablemente ese postulado.
En el Reino Unido, donde el salario mínimo solo existe desde 1999, los pormenorizados trabajos de la Comisión de los Salarios Bajos (Low Pay Commission) no acreditan que se haya destruido empleo, a pesar de los repetidos aumentos del salario mínimo desde que se estableció (no olvidemos que se fijó a un nivel muy bajo).
Es más, parece ser que un salario decente, que dignifica a los trabajadoras y trabajadores, y les permite salir del estrés permanente que significa la pobreza, les ayuda a tomar decisiones favorables para su salud y el bienestar de los suyos, hasta el punto de que hay estudios que subrayan la disminución de la mortalidad que ha significado el salario mínimo en Estados Unidos, un país en el que el salario mínimo federal es una miseria (7,25 dólares la hora) aunque es mucho más alto en algunos Estados federados en los que el coste de la vida es especialmente elevado. El pasado 28 de marzo, Maryland decidió, por ello, aumentarlo anualmente hasta llegar a los 15 dólares en 2025.
PÍLDORA DE BIENESTAR
Para Matthew Desmond, profesor de Sociología en la Universidad de Princeton, los beneficios del salario mínimo están seriamente subestimados, como explica en una revista científica. En efecto, cuando no existe dicho salario, millones de personas deben acumular dos (malos) empleos para sobrevivir. Están fatigadas y estresadas, mucho más que los cuadros que invaden la prensa contando sus problemas.
El primer beneficio del salario mínimo es, pues, la reducción de su jornada laboral: pueden permitirse no trabajar 80 horas semanales, la persona está más descansada, más relajada y tiene tiempo para ella y los suyos. Matthew Desmond demuestra que es posible cuidarse más y lograr dejar de fumar.
Como no tienen el cerebro obnubilado por la supervivencia cotidiana, las personas que reciben un salario mínimo están más pendientes de los demás: hay pruebas de que el salario mínimo reduce la violencia conyugal y el maltrato infantil.
Es la propia vida la que se protege con salarios decentes: las remuneraciones más altas van unidas a una menor frecuencia de nacimientos de niños prematuros, de embarazos adolescentes y a una disminución del índice de alcoholismo en los adolescentes.
Un salario normal permite salir del estrés
La reducción de la jornada, el primer beneficio
Según un estudio publicado en 2016 por el American Journal of Public Health, varios miles de vidas se podrían haber salvado en Nueva York entre 2008 y 2012 si, en esas fechas, el salario mínimo de la ciudad hubiera sido de 15 dólares la hora y no de 7.
Como resume Matthew Desmond, un salario mínimo suficiente es “un antidepresivo, una ayuda a la contracepción, a un régimen alimentario más sano, dormir bien, un tranquilizante”. Habría, pues, que luchar contra los salarios bajos igual que se lucha contra las otras enfermedades profesionales.