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El microcrédito alivia a Haití

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Marzo 2015 / 23

Desarrollo: La Fundación Fonkoze ayuda a las mujeres más pobres a realizar sus proyectos mediante la unión del microcrédito y el acompañamiento social en un entorno aún devastado por el terremoto de hace cinco años. Con resultados positivos.

Una mujer, en la tienda que ha abierto con ayuda de microcréditos. FOTO: FONKOZE

Cinco años después del terremoto en Port-au-Prince, que arrasó la capital de uno de los países más pobres del mundo y causó más de 200.000 víctimas, los estigmas de la catástrofe siguen siendo visibles, y la inestabilidad política amenaza la reconstrucción del país. Aunque los indicadores sociales (esperanza de vida, índice de escolarización, alimentación, reducción de la pobreza...) vuelven a mejorar, esta evolución positiva no se debe tanto al aumento de la actividad económica como a la financiación exterior. Tanto la procedente de la diáspora haitiana, muy numerosa y activa, como de la ayuda internacional. ¿Cómo estimular la actividad económica local, especialmente la de los más pobres, para que puedan mejorar su suerte y la de su familia?

De esta pregunta surgió Fonkoze, una fundación cuyo nombre es un acrónimo del criollo Fondayson Kole Zepol (Fundación Hombros Arrimados, simbolizando la solidaridad en la acción). Nació en 1994 a iniciativa de un grupo de habitantes y de un sacerdote haitiano, Joseph Philippe, su presidente desde entonces. El instrumento de Fonkoze es la microfinanciación, pero una microfinanciación especial que combina microcrédito y desarrollo social y está dirigida a las mujeres de los medios más pobres, especialmente en las zonas alejadas de la capital. En efecto, en Haití son generalmente las mujeres las que deben cubrir las necesidades de sus hijos. Para lograrlo, se apoyan frecuentemente en una pequeña actividad comercial o agrícola: reventa al por menor de un barreño de piment-bouc (una guindilla muy fuerte con un gusto especial muy apreciado) o algunos lechones de la última camada de su cerda. Desarrollar esta actividad, o iniciarla, es la mejor manera de mejorar su suerte para estas mujeres, la mayoría de las cuales vive por debajo del umbral de extrema pobreza (1,25 dólar por día en moneda local, la gourde).

 

UN 'TIKREDI' DE 25 A 60 DÓLARES

El trabajo de las 25 agencias locales de Fonkoze consiste en organizar grupos de cinco o seis mujeres, que se conozcan entre sí, como candidatas a un TiKredi, un microcédito que va de 25 a 60 dólares. Los grupos geográficamente próximos constituyen un “centro”: en él es donde los consejeros y formadores se reúnen con los miembros de los grupos, les entregan el dinero cuando viven muy lejos de la sucursal, y se hacen las recaudaciones. Sin embargo, antes de entregar el dinero, dan a las candidatas, el 40% de las cuales son analfabetas, un mínimo de formación para emprender una pequeña actividad comercial o mejorarla. Después garantizan un seguimiento, tanto en lo que a la gestión se refiere como al modo de afrontar los problemas de la vida corriente, salud, escuela o alfabetización.

Esta estrecha red territorial y el acompañamiento permiten a Fonkoze descubrir a los más pobres. Por ejemplo, Chemen Lavi Miyó (Camino hacia una Vida Mejor) consiste en proporcionar a los miembros más pobres una pequeña subvención en especies y un acompañamiento semanal mientras llegan los primeros resultados de su nueva actividad comercial. Pero este programa procura también medios para construirse una casa sobre cemento con un techo de chapa ondulada y letrinas: el cemento hace que la vivienda sea más sana, la chapa ondulada permite recuperar el agua de lluvia para el consumo, las letrinas impiden la difusión de los gérmenes fecales. La originalidad de Fonkoze reside en la mezcla de ayuda (financiada por los donativos que recoge la fundación) y el acompañamiento social del microcrédito.

Los resultados están a la vista. No espectaculares, pero muy reales: en los siete meses que dura TiKredi, la inseguridad alimentaria de las familias que se han beneficiado de él ha descendido del 35% al 27%; el hábitat ha mejorado y el préstamo ha sido devuelto en el 95% de los casos. Y ello a pesar de un tipo de interés que en Francia consideraríamos escandalosamente elevado: aproximadamente el 1% semanal del montante que queda por devolver. Pero hay que comparar ese tipo —que se explica por el coste del seguimiento y por la cobertura de préstamos minúsculos— con el de los usureros locales: ¡hasta el 100% mensual! Ese interés estimula también a las mujeres a emprender actividades suficientemente generadoras de ingresos. Paradójicamente (para un occidental), la obligación del reembolso y del pago de los intereses, junto al acompañamiento profesional, han mostrado ser la palanca de ese desarrollo. Como las mujeres del grupo deben compensar la falta de pago de una de ellas, la solidaridad del grupo funciona en el mismo sentido.

 

UN FUTURO MEJOR

TiKredi es sólo una etapa para la mayoría de los miembros del grupo. Cuando finaliza, más de ocho mujeres sobre diez deciden entrar en un programa más ambicioso, Solidarity. Sigue siendo un microcrédito, pero de mayor cuantía (una media de 250 dólares) y, por tanto, a más largo plazo, pero siempre dentro de un grupo: en 2013 había 12.000 que reagrupaban a 57.000 mujeres que vivían por debajo o en el límite del umbral de la pobreza.

Esas timachann (pequeñas comerciantes) son el principal mercado o el único del 60% de los productores haitianos de frutas y verduras (mangos, mandarinas...). Esos programas tienen también la virtud de hacer que las mujeres se familiaricen con la posesión de una cuenta de ahorro en Fonkoze. Esto les evita, además, tener que guardar el dinero en sus casas para pagar su próximo plazo o para sus compras al por mayor. La cuenta les permite también recibir las remesas de sus familiares emigrados a Estados Unidos o a otros países.

Sin embargo, cabe la duda de si, en definitiva, todas estas iniciativas no son sino una gota de agua en un océano de miseria. En parte sí, evidentemente, pues no es únicamente el microcrédito lo que permitirá al país salir de la penuria ni paliará la carencia de instituciones. Pero al fortalecer la actividad económica en la base, Fonkoze participa en el desarrollo. Y, sobre todo, hace posible que una parte de los más pobres se construya un futuro mejor. 

 

FINANCIACIÓN

¿De dónde procede el dinero?

Asamblea de activistas en Leyogàn (Haiti). FOTO: FONKOZE

El ‘brazo armado’ de Fonkoze es la institución financiera SFF (Dévis Finansye Fonkoze), que, con un capital de 7,7 millones de dólares, posee el 27% de la fundación. El déficit (800.000 dólares en 2013) se compensa con las donaciones que percibe. El capital de SFF procede también de iglesias protestantes y católicas, de personas privadas (muchas de ellas agrupadas en una organización filantrópica estadounidense, Fonkoze USA), de una de las empresas de telefonía haitianas (Digicel) y de una cooperativa europea especializada en la financiación solidaria, Oikocredit.

De origen holandés e implantada en 70 países (entre ellos, también Francia y España), Oikocredit está financiada por particulares a través de inversiones (con el sello Finansol) con las que presta o invierte en actividades productivas con gran contenido social.

Oikocredit conmemora en 2015 su 40º aniversario (15º en España) (véase el artículo 'Financiera' para el Tercer Mundo).