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El modelo sueco opone resistencia

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Noviembre 2017 / 52

Sociedad: La revisión liberal del modelo sueco llevada a cabo en los noventa ha aumentado las desigualdades. Hoy, los suecos intentan invertir la tendencia.

Los suecos están muy apegados a su sistema de protección social. FOTO: 123rf

El presidente francés, Emmanuel Macron, utiliza a menudo como referencia el modelo sueco por la gran disminución del gasto público registrada en la década de los noventa y por el lugar central que ocupa el diálogo social en el mercado laboral. En esos años, Suecia llevó a cabo una importante revisión en sentido liberal con importantes consecuencias negativas para la sociedad. Hoy, los suecos intentan invertir la tendencia. Y en lo que a las relaciones sociales se refiere, el equilibrio establecido por el Gobierno francés mediante decretos ley aleja a Francia de la negociación colectiva a la sueca.

El ejemplo de Suecia, completado después por otros países escandinavos, es el que ha proporcionado los argumentos más sólidos a favor de las políticas denominadas de inversión social: la negociación colectiva, la seguridad social y unos servicios públicos de calidad no son productos de lujo que un país sólo pueda permitirse cuando es rico, sino, por el contrario, el modo de conseguir un desarrollo social y económico.

Suecia trazó esta vía a lo largo de todo el siglo XX, pero ¿en qué situación se halla a principios del siglo XXI? Muchos suecos se plantean esta pregunta cuando se ven enfrentados a la degradación de los servicios públicos y a una protección social que ha pasado a ser menos protectora. No hay duda de que la economía sueca sigue siendo competitiva, con un superávit externo importante (4,9% del PIB por cuenta corriente en 2016), un índice de empleo que es el mayor de la Unión Europea (81% en la franja de edad de 20-64 años), y un índice de paro (6,7%) de los más bajos. Pero las desigualdades, que se redujeron enormemente en los años 1960-1970, han aumentado mucho: entre 1991 y 2015, la renta disponible media de los hogares perteneciente al 10% de los más ricos ha aumentado un 127% (dejando aparte la inflación); la del 10% de los más pobres, sólo el 25%. Durante el mismo período, el coeficiente de Gini* para las rentas disponibles* ha pasado de 0,23% en 1990 a 0,27%, aproximándose a la situación francesa y a la media de la UE (de 0,30% y de 0,31%, respectivamente, según Eurostat).   

El país demostró que no hacía falta ser rico para tener medidas sociales

La socialdemocracia trata de recuperar el terreno perdido

Como consecuencia del estallido de una burbuja inmobiliaria en los años ochenta, el país sufrió su crisis más grave tras la recesión de 1929: retroceso del PIB, estallido de la deuda pública, caída del índice de empleo del 86% al 75%... En ese contexto, en 1991, la derecha llegó al poder del que había estado apartada desde 1932. Pero el apego de los suecos a su modelo social calmó enseguida sus ardores revolucionarios.

El famoso cambio de modelo prometido por el Gobierno de Bildt no se llevó a cabo. En 1994, los socialdemócratas recuperaron el poder durante doce años. Fueron ellos los que hicieron el trabajo sucio: bajaron la deuda pública del 75% del PIB en 1994 al 42% en 2006 a base de prolongados excedentes presupuestarios y de desagradables recortes del Estado social.

Cuando la derecha volvió a gobernar en 2006, había aprendido de su fracaso de 1991: se posicionaba como el nuevo partido laborista y prometía la vuelta al pleno empleo sin atacar de frente al Estado social y al derecho al trabajo. La deuda ha continuado reduciéndose (34% en 2017) y la nueva derecha laborista ha multiplicado, sobre todo, los incentivos fiscales al trabajo. Aunque no ha tenido lugar esa prometida vuelta al pleno empleo, el índice de ocupación ha seguido su lento ascenso iniciado a finales de los años 1990. 

 

MENOS GASTO PÚBLICO

El fuerte aumento de las desigualdades que se registra desde hace veinticinco años refleja el peso creciente de las rentas del capital, incrementado por la abolición, por la derecha, del impuesto sobre la fortuna (ISF) en 2007. Pero ha sido, sobre todo, la disminución en términos relativos de las prestaciones sociales (jubilación, seguro de desempleo, seguro de enfermedad, baja por paternidad, ayudas  a los estudiantes…) lo que ha aumentado las desigualdades. La disminución del gasto público se explica por la rebaja de las transferencias sociales: 31% del PIB en 1993, año récord; 19% en 2014 (véase el gráfico).

Esa disminución ha afectado a la mayoría de las prestaciones sociales: se han bajado los límites a partir de los cuales es posible beneficiarse de ellas, se han reducido las tasas de sustitución y las prestaciones cada vez compensan menos las rentas del trabajo. Según la inspección sueca de la Seguridad Social, el 50% de los asalariados tienen hoy unos ingresos que superan el límite previsto por el seguro de enfermedad para el pago de los días por enfermedad, frente a únicamente el 14% en 1992. 

Para las personas en activo, la disminución de las prestaciones sociales públicas se ha visto compensada en parte por el mayor papel desempeñado por los seguros complementarios. Éstos están definidos paritariamente en los convenios colectivos, que cubren a más del 90% de los asalariados del país. Al mutualizar los riesgos de muchas personas (con frecuencia al conjunto del asalariado, pues todos los sindicatos negocian juntos a escala nacional), estos seguros complementarios se parecen mucho a los seguros sociales obligatorios. Pero, paralelamente, comienzan también a surgir en la esfera de la sanidad una serie de seguros complementarios de empresa e individuales. De ahí ese temor, que con frecuencia se manifiesta en Suecia, de una evolución hacia un sistema de dos velocidades que cuestiona el Estado de bienestar.

La disminución de las prestaciones sociales se explica por la reforma de las pensiones llevada a cabo en 1999, que estableció un sistema de pensión por puntos, que sirve de modelo a Emmanuel Macron. No cabe duda de que dicha reforma ha hecho que el sistema de pensiones sea más transparente, pero también, menos generoso. Además, los riesgos ligados a las variaciones de la coyuntura económica recaen ahora totalmente sobre los pensionistas, ya que la cuantía de las prestaciones está indexada a la evolución del PIB. Esto suscita numerosos debates en Suecia.

 

CIMIENTOS SÓLIDOS

Sin embargo, esa revisión liberal del modelo sueco sólo ha sido parcial. Se ha reducido el número de trabajadores del sector público, pero sigue siendo claramente superior al de otras partes: los empleos públicos constituyen el 28% del empleo global, frente al 20,5% de Francia en la actualidad. Se han abierto los servicios públicos a la competencia, pero su financiación sigue siendo colectiva: una escuela o una guardería privada no tienen derecho a exigir costes adicionales respecto a las tarifas aplicadas por la educación pública. Mientras, otras medidas, como la ampliación de la baja por paternidad a los padres, siguen contribuyendo a la evolución positiva de las relaciones de género: en Europa, la sociedad sueca es la que más se aproxima a una auténtica igualdad mujeres-hombres.

El modelo se deterioró en los noventa, pero sus bases siguen en pie

La sueca es una de las sociedades más igualitarias del mundo

No cabe duda de que el modelo sueco sufrió un deterioro en los años noventa, pero muchos de sus cimientos siguen en pie. Los socialdemócratas, que volvieron al poder en 2014, parecen decididos esta vez a restablecer ese modelo, como atestigua la revalorización de muchas prestaciones sociales (prestaciones por enfermedad, hijos, vivienda, desempleo…) y el aumento de los impuestos dedicados a la financiación de los servicios públicos: el índice de retenciones obligatorias ha subido del 43,5% del PIB en 2014 al 44,9% en 2016, + 1,4 puntos.

Por primera vez desde hace veinticinco años, el gasto público aumentó en 2015 más que el consumo de los hogares, y el presupuesto de 2017 tiene como objetivo principal aumentar en un 20% la renta disponible de las personas más modestas. También se trata de ayudar a los ayuntamientos más necesitados por la acogida masiva de refugiados: entre 2014 y 2016, Suecia y sus 9,9 millones de habitantes han recibido 273.000 demandas de asilo, frente a las 225.000 de los 67 millones de franceses…

Sin embargo, el camino para restablecer el modelo sueco será largo y complicado: el partido socialdemócrata oscila actualmente en torno al 30% de los votos, muy por debajo de ese 45% que le garantizó una excepcional hegemonía política en el siglo XX. A pesar de sus lazos orgánicos con la gran central sindical obrera única, la LO, los socialdemócratas encarnan cada vez menos esa vasta alianza entre las clases medias y populares que constituyó su éxito en el pasado. En particular, porque una parte significativa del electorado popular, hostil a la inmigración, se ve captado hoy por una extrema derecha sólidamente implantada en el paisaje político. (Continuará.) 

Una concurrida calle de Estocolmo. FOTO: 123RF

 

MERCADO LABORAL

El diálogo social a la sueca

La organización del mercado laboral es  el elemento más estable del modelo sueco. Pese al debilitamiento de los sindicatos (el índice global de sindicalización es del  70%, muy por debajo del 90% de los años 1970-1980), en Suecia no se han desarrollado sectores con salarios bajos o contratos de trabajo precario. Como en todas partes, la patronal critica los salarios mínimos definidos en los convenios por considerarlos elevados, pero la regulación sigue siendo  eficaz. Se basa fundamentalmente en una negociación colectiva que, a diferencia de lo que se propone actualmente en Francia, se lleva a cabo a nivel de ramas, es decir, a nivel interprofesional. En Suecia, un acuerdo de empresa jamás puede derogar un acuerdo al que se ha llegado en un escalón superior. 

El modelo se basa en la negociación colectiva a nivel de ramas

El único peligro ha venido de la aplicación del Acta Única europea

La única amenaza verdadera para el orden social sueco ha venido de fuera, con la libre prestación de servicio instaurada por el Acta Única europea de 1986. En 2004, un conflicto social enfrentó a la Federación de Trabajadores de la Construcción y a la sociedad letona Laval, que se negaba a aplicar determinadas disposiciones del convenio colectivo del sector en sus obras suecas. El Tribunal Europeo dio la razón a Laval diciendo que sólo estaba obligada a aplicar los elementos relacionados con la ley sueca. Pero, debido a la fuerte tradición de negociación social, el derecho laboral de origen estatal es muy limitado en Suecia, uno de los pocos países europeos que no tiene  salario mínimo. Tras esa sentencia, la derecha adoptó una ley en 2010 prohibiendo a los sindicatos exigir a un empleador extranjero  negociar un convenio colectivo y, sobre todo, parar la empresa si se negara. En 2017, el Gobierno socialdemócrata ha restablecido ese derecho.

 

* LÉXICO

Coeficiente de Gini: medida estadística de las diferencias de renta en el seno de una población. Va del 0 al 1: el valor 0 significa una distribución totalmente igualitaria y el 1 que una única persona concentra todos los ingresos. 

Renta disponible: tras impuestos y transferencias sociales.