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Irán sigue esperando al inversor

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Junio 2017 / 48

Intercambios: La apertura de la economía ha estimulado las importaciones, pero no las inversiones que el país necesita para proporcionar empleo a sus jóvenes diplomados.

Mural contra Estados Unidos en Teherán. FOTO: Jack Malipan

Irán, con 80 millones de habitantes, segunda economía de Oriente Medio tras Arabia Saudí y con casi el 33% de los menores de treinta años en paro no logra atraer inversores.

Han pasado dos años desde la firma en Viena del Joint Comprehensive Plan of Action entre Irán y los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (Francia, China, Rusia, Reino Unido y  Estados Unidos) más Alemania. A cambio del levantamiento de las sanciones impuestas por la ONU, que gravan desde 2012 su economía, la República islámica se comprometió a tomar medidas para garantizar que su programa nuclear no permite fabricar una bomba a corto plazo. Pero hubo que esperar a enero de 2016 y a la confirmación por la Agencia Internacional de la Energía Atómica de que Irán respetaba sus compromisos, para que se levantara el embargo petrolero europeo decidido en 2012 y para que los bancos iraníes volvieran a entrar en el sistema electrónico Swift. A partir de entonces, observa Thierry Coville, economista y profesor en la Novancia Business School de París, Irán ha recobrado su capacidad de exportación petrolera anterior a 2012 (3,8 millones de barriles diarios), y sus empresas ya pueden efectuar transferencias financieras al extranjero para importar bienes de equipo. 

 

MÁS CRUDO

El aumento de la producción de hidrocarburos ha compensado la caída del precio del petróleo, que pasó de 130 dólares en 2013 a los 50 actuales. El crecimiento del PIB ha alcanzado el 6,5% en 2016, según el Fondo Monetario Internacional, frente al 0,4% en 2015. La inflación ha bajado al 9,5% frente al 12 % en 2015, tras un récord del 35% en 2013. 

Sin embargo, aún hay muchos frenos que impiden el desarrollo de Irán.

 

EL DATO

6,5%

es el índice de crecimiento del PIB iraní en 2016

 

Aunque se han levantado las sanciones internacionales, las estadounidenses siguen pesando, pues son extraterritoriales: desde 2008 disuaden a los bancos de todo el mundo a tener negocios con Irán bajo la amenaza de dejar de tener tratos con Estados Unidos. Los grandes bancos europeos se muestran por ello muy temerosos, sobre todo tras la multa de 9.000 millones de dólares impuesta por el Tesoro estadounidense en 2014 a BNP Paribas por sus actividades en Irán. Un temor agravado por las declaraciones del presidente estadounidense, Donald Trump, calificando el acuerdo de Viena de “muy malo”. Además, el mecanismo de snap-back (marcha atrás automática) previsto en el texto en caso de violación de sus disposiciones por Irán, lo hace fácilmente reversible, lo que no da seguridad al inversor extranjero.

Ardavan  Amir-Aslani, abogado en París y autor de Faire des affaires avec l’Iran, precisa  que todas las transacciones internacionales en dólares que pasan por Nueva York (el 90% de las transacciones mundiales) deben ser validadas por el Office of Foreign Assets Control  del Tesoro estadounidense. Este organismo ha elaborado una lista con las specially designated nationals, personalidades y empresas iraníes con las que está prohibido tener relación comercial. Se trata de dirigentes de la Guardia Revolucionaria sospechosos de violaciones de los derechos humanos o de estar vinculados a organizaciones como la Hezbollah libanesa. 

Esta lista negra es pública. Pero ¿cómo van a estar seguros los extranjeros que quieren hacer negocios en Irán de quién es el dueño de tal o cual sociedad iraní si las cuentas de las empresas no son públicas? “En Irán”, explica el investigador Bernard Hourcade, “es difícil saber quién es realmente vuestro interlocutor, de dónde viene su dinero y quién forma su consejo de administración”. La Guardia revolucionaria controla segmentos enteros de la economía iraní, especialmente en las infraestructuras y la energía, y constituye un potente  freno para los inversores extranjeros no sólo debido a la blacklist estadounidense, sino también porque muchas de las firmas que controla no quieren que las empresas extranjeras les hagan la competencia en su propio país.

Sina Nassiry, analista de mercado para  Irán y el golfo Pérsico en un grupo financiero francés, recuerda que “en Irán, los contratos no están estandarizados, por lo que en cada ocasión hay que negociar las condiciones contractuales”. Aunque la legislación iraní de las empresas es similar a la francesa, “carece del estatuto de société par action simplifiée”, un modelo francés de sociedad comercial que  ofrece a los accionistas una gran libertad de organización frente a la sociedad anónima o a la sociedad de responsabilidad limitada, y que facilita las joint-ventures. De ello resulta que la inversión directa extranjera en Irán sólo fue de 4.000 millones de euros en 2016 (frente a los 2.000 de dos años antes) “cuando se necesitarían 20.000 millones anuales durante diez años sólo  en el sector de los hidrocarburos”, calcula Nassiry.

Sin embargo, se han firmado muchos contratos entre Irán y Occidente. “Los bancos alemanes que tienen pocos intereses en Estados Unidos”, precisa Thierry Coville, “están muy presentes”. Y las exportaciones de Alemania a Irán aumentaron un 26% en 2016. 

Los fabricantes franceses de automóviles están bien posicionados en Irán, el mayor mercado de automóviles de Oriente Medio. Renault y PSA han firmado acuerdos para comercializar coches fabricados allí. “PSA Citroën ha invertido 300 millones de euros  en una joint-venture al 50/50 con Iran Khodro”, recuerda Ardavan Amir-Aslani, que ha negociado el contrato. Didier Hédin, de la Federación de Industrias de equipamientos para vehículos, confirma que las firmas del sector han vuelto en masa a ese país donde los coches “están vendidos de antemano”.

En el ámbito petrolero, en 2025 se presentó a los socios extranjeros de la República Islámica un nuevo tipo de contrato, el Iranian Petroleum Contract. Se trata de “facilitar las inversiones extranjeras permitiendo, algo inédito desde hace décadas, una suerte de reparto de la producción”, explica Pierre Fabiani, vicepresidente de Iran d’Envolen, asociación de 250 empresas del sector.

Aunque ni las sociedades estadounidenses ni sus filiales pueden comerciar con Irán, Boeing, para no quedarse rezagada en el mercado iraní, logró en diciembre de 2016 una derogación de la OFAC para la venta de 80 aviones a Iran Air por 17.000 millones de dólares. 

Los principales exportadores hacia Irán siguen siendo China, Emiratos Árabes Unidos, Turquía, India y Rusia, países que estaban ya presentes en el país durante las sanciones y que “con frecuencia no utilizan el dólar en sus transacciones”, precisa Sina Nassiry.

 

MUJERES DIPLOMADAS

La apertura económica se ha traducido  más por un aumento de las importaciones de productos elaborados que por la inversión productiva.  El presupuesto del Estado, del que se llevan gran parte las tropas iraníes en Siria e Irak, sigue dependiendo  de las exportaciones de petróleo. Pero el país tiene una necesidad urgente de diversificar su economía para crear empleo. Si el paro ronda el 12%, el de los menores de treinta años —el 60% de la población— es del 30%, y el acceso de la mujer al mercado laboral es  limitado pese a su elevado nivel de educación. “Cada año entran en el mercado laboral 600.000 jóvenes que acaban de conseguir el master o el doctorado”, recuerda Thierry Coville. 

Hay cierta renta universal que reciben, al margen de sus rentas, todos los hogares y que sustituyó, en la época del presidente Ahmadinejad, a las subvenciones al consumo de energía y al pan. Pero la pobreza aún es muy grande, como cita la página Istagram “Poor Kids of Tehran”, lanzada hace un año por jóvenes internautas en respuesta a la página “Rich Kids of Tehran”.